Así se percibe una fiesta erótica clandestina en Bogotá

En un establecimiento por la calle 66, en Bogotá, se llevó a cabo una fiesta para celebrar el Día del Orgullo LGBTIQ+ alrededor del mundo (Pride). Aunque la rumba se hace especialmente para la comunidad queer, con el tiempo fueron asistiendo otros géneros que se vieron atraídos por la curiosa escena de música electrónica que busca impregnar con libertad, igualdad y entendimiento los clubes del país.

Eran las 10:30 p.m. y la fila daba hasta la esquina de la cuadra. La gran mayoría eran hombres: altos, bajos, blancos, trigueños, morenos, negros, extranjeros, mayores, delgados, robustos y jóvenes. También había mujeres de todas las edades y parejas heterosexuales.

Los atuendos que llevaban muchos de ellos eran llamativos, parecía una fiesta temática de disfraces para quien pasa por ahí y no sabe de qué se trata. Había faldas escocesas, máscaras de animales, de cara completa, botas de plataforma, tacones, gabanes, atuendos completamente rosados, rojos o negros, bermudas, shorts y accesorios de cadenas.

Una vez dentro de la locación, que de hecho no compartieron sino a tan solo cuatro horas del evento, en la entrada nos entregaron un condón a cada uno. Dentro de las indicaciones que nos dieron aseguraron que en el segundo piso, a mano izquierda, podíamos tener relaciones sexuales abiertamente. A mano derecha era un espacio exclusivo y en el centro estaba el escenario para los seis DJ que iban a tocar música techno y sus derivados esa noche.

El sitio estaba completamente oscuro, lo único que alumbraba era un par de luces led y el proyector de iluminación de sonido. Teníamos acceso a una zona de bar y de descanso. Además, hizo presencia el proyecto Échele Cabeza y todo se veía muy bien organizado. Se nota que este tipo de fiestas eróticas llevan un buen tiempo en la capital.

De inició, las personas cambiaron completamente su vestimenta. Se veían sexys mallas eróticas que adornaban sus cuerpos, tangas e hilos que dejaban al descubierto —en la mayoría— sus glúteos, vestidos de cuero sintético o látex, conjuntos, disfraces sexys, antifaces, suspensorios eróticos, ropa interior transparente, bragas, arneses y bralettes negros, monos sin mangas, juguetes de correa para perros, sujetadores, látigos, baberos adultos, en fín, todo tipo de lencería nocturna que estimulara el placer en la discoteca.

Al pasar caminando, se alcanzaba a sentir la piel de la mayoría de los espectadores, quienes iban a compartir un momento de libertad sexual solos, con amigos o con sus parejas. El ‘piso de sexo’ estaba alumbrado con una luz roja tenue. Vimos parejas, tríos, voyeristas, todo tipo de oral, orgías de más de cuatro personas. A medida que iba pasando la noche, la gente subía con sus condones en la mano con la intención de usarlos. Incluso hacían grupos para subir al cuarto de sexo.

Muchos estaban bajo efectos de sustancias psicoactivas, pero también contagiados naturalmente por la música, la energía y la libertad que les proporcionaba el ambiente. Además del DJ, vimos un par de shows en vivo. A plena vista estaban dos jaulas de gran tamaño, donde se subían hombres a tener relaciones sexuales en plena rumba. Hicieron cuanta pose podían para aprovechar los barrotes que les proporcionaba el sitio exclusivo. Estuvieron en la jaula por más de 40 minutos. También hubo una mujer que hacía movimientos hipnotizantes con una sombrilla al ritmo de la música.

Si veíamos, a la derecha había besos de tres, si volteábamos a la izquierda estaba un joven en arnés blanco sobre el piso encima de otro. Al frente, pasaban parejas que caminaban con cadenas, simulando el juego de la sumisa y el sumiso. En el piso se veían condones. En la barra de licor personas ingiriendo drogas. Olía a cannabis, a semen y a sudor. Las horas fueron pasando y se ponía aún más pesada la rumba. Los performances eran cada vez más atrevidos y las personas parecían motivadas hacia el hedonismo.

La Alcaldía de La Candelaria en Bogotá lleva un seguimiento sobre este tipo de fiestas clandestinas. Al respecto ha señalado que este tipo de celebraciones son más usuales de lo que ellos quisieran, “sobre todo en nuestra localidad, cogieron hasta el espacio público para hacer exhibicionismo, a pesar de que las autoridades han trabajado de la mano, los dueños de los establecimientos se siguen prestando para hacer todo tipo de eventos relacionados con la actividad sexual. Me refiero a que hemos encontrados casos de orgías, fiestas swinger, trata de personas, prostitución, entre otras actividades. Nos han llegado fuertes denuncias de fiestas clandestinas y turismo sexual”, señaló la entidad.

Así mismo, han dicho en entrevistas que: “aunque por cuestiones de confidencialidad no pueden revelar los nombres de celebraciones sexuales que están organizadas con mayor nivel de estructura interna, pueden decir que Chapinero, La Avenida Primero de mayo, La Candelaria y Modelia son las zonas donde más se mueven este tipo de actividades, entre ellas, las fiestas clandestinas que son exclusivamente para personas homosexuales. Mientras que en el país, Cartagena, Medellín y Bogotá son las ciudades con mayor demanda”.