1 de octubre de 2018
Estilo de vida
Un empresario lee libros de superación económica (y dice si sirven de verdad)
¿Qué tan cierto es que uno puede volverse millonario leyendo libros con títulos tan sugestivos como Retírate joven y rico o Padre rico, padre pobre? El presidente de la Andi, asociación que agrupa a los empresarios más importantes del país —toda una autoridad en materia económica—, se le midió al reto. ¿Le sirvieron los consejos que encontró en ellos?
Por: Bruce Mac Master / Fotografía: Juan Ruy CastañoCualquier conferencia, libro, película o curso que prometa entregar la llave para convertirse en un multimillonario debe ser vista con gran sospecha, pero despertará el interés de quienes ingenuamente creen que hay un carril rápido para el éxito. La fórmula infalible es mostrar a alguien que ya lo logró y que, además, cree que identificó el método. Usualmente, ese alguien sí se está haciendo millonario vendiendo la fórmula del hechizo para pasar de pobre a rico.
Algunos de estos libros se convierten en grandes éxitos comerciales: mientras más personas hayan comprado el manual, mayor vergüenza despierta entre sus lectores, pues no se atreven a reconocer el tiempo perdido y el dinero malgastado, y terminan por volverse promotores de sus ventas. No por nada en la portada de uno de estos libros, Padre rico, padre pobre, se anuncia que lleva “más de un millón y medio de ejemplares vendidos” y, a la par, publicita el secreto para que los billetes lleguen por montones: “¿Qué les enseñan los ricos a sus hijos acerca del dinero que los pobres y la clase media no?”.
¿Llamativo? Sin duda. ¿Cierto? Ya lo veremos.
SoHo me propuso adelantar la lectura y comentar varios de estos libros, pero confieso que en más de una ocasión me arrepentí mucho de haber aceptado.
Comenzaré por hablar del señor Robert T. Kiyosaki, el autor de una saga de exitosos libros (¡una docena!) que, supuestamente, entregan las llaves del tesoro de la riqueza y que inició con Padre rico, padre pobre en 2011. En su best seller, el autor es presentado como el hombre que “desafió y cambió la forma en que miles de millones de personas de todo el mundo pensaban acerca del dinero”. Con seguridad, muy pocos de ellos se convirtieron en felices millonarios…
Basta con teclear su nombre en Google y revisar unas cuantas páginas para entender que otro tanto de personas —no sé si alcancen a ser los sobrantes de los miles de millones a los que Kiyosaki les cambió la vida— consideran que sus lecciones y consejos son pobres, malos, imposibles e incluso peligrosos. Miles y miles de ingenuos y defraudados lectores. Hay quienes incluso se aventuran a cuestionar la existencia del Padre Rico, protagonista del libro y pionero en revelar los secretos que Kiyosaki promociona como si fueran el descubrimiento de la ubicación del Santo Grial.
Para ponerlos en contexto, voy a contarles quiénes son los protagonistas del libro. Por un lado está Kiyosaki, quien desde pequeño, y junto a su amigo Mike, muestra un deseo irremediable por el dinero; por el otro están Padre Rico y Padre Pobre, los progenitores de este par de muchachos que gastan sus días de infancia en Hawái.
Pero quién mejor que el propio Kiyosaki para presentarlos. “Tuve dos padres: uno rico y uno pobre… ambos tuvieron éxito en sus carreras y trabajaron con ahínco durante toda su vida. Los dos llegaron a recibir ingresos muy sustanciosos. No obstante, uno siempre batalló en el aspecto financiero, mientras que el otro llegó a ser uno de los hombres más adinerados de Hawái. Al morir, uno le heredó decenas de millones de dólares a su familia, a grupos de caridad y a su iglesia. El otro solo dejó facturas por pagar”.
Padre Rico es el papá de Mike, el amigo, quien va guiando a los dos muchachos en la senda de la riqueza con lecciones prácticas (por ejemplo, ponerlos a trabajar sin pagarles un solo centavo). El Padre Pobre es el papá de Kiyosaki, un hombre estudioso y trabajador cuyos consejos para ganar dinero no solo no sirven para nada, sino que van en contravía de esa meta. “Uno de mis padres decía: ‘El amor por el dinero es la raíz de todos los males’, mientras que el otro afirmaba: ‘No tener dinero es la raíz de todos los males’”.
Tras esa breve presentación ha llegado el momento de evaluar las lecciones que Padre Rico enseñó a los dos jóvenes desde pequeños y que Kiyosaki retransmitió al mundo en un poco más de 200 páginas. No entraré —porque estoy seguro de que a nadie le importa— a hablar de los consejos que da el autor; en lugar de ello, me centraré en tratar de transmitir aquellas grandes lecciones que repite a lo largo del libro.
Comienzo por decir que el gran pilar de Padre rico, padre pobre es la educación financiera. Kiyosaki insiste —y en eso estoy completamente de acuerdo— en que la gente debe darle una mayor importancia a este conocimiento si quiere asegurar su futuro y el de sus hijos. Por supuesto, la voz de Kiyosaki es exagerada y apocalíptica: “Por desgracia, en las escuelas no se enseña nada sobre el dinero. El sistema se enfoca en habilidades académicas y profesionales, no económicas. Esto explica por qué banqueros, doctores y contadores que siempre obtuvieron buenas calificaciones en el ámbito académico tienen problemas económicos toda su vida”. Afirmación extraña, porque todos conocemos banqueros, doctores y hasta contadores que son inmensamente ricos.
Aunque hay que tener las herramientas para evitar el derroche y planear el futuro financiero, el ángulo desde el que lo aborda Kiyosaki apunta a que esa educación debe permitir a las personas acumular más y más riqueza. Obviamente, hace referencia a la reducción y control de los gastos —aunque desvirtúa al ahorro—, pero no para llegar a un balance sino para ganar más dinero. “Sé un poco codicioso. Es el mejor remedio para curar la pereza”, aconseja en su “Desiderata financiera”.
Una de las reglas de oro de la educación financiera, según el recetario de Kiyosaki, es saber diferenciar un activo de un pasivo. En eso estamos totalmente de acuerdo. El autor lanza una de sus teorías más “polémicas” cuando señala que una casa no es un activo y que genera una falsa idea de riqueza en las personas, ya que los gastos de la vivienda terminan por consumir sus ingresos. Su visión no es tan absurda: si una pareja, por ejemplo, dedica todos sus recursos a pagar los gastos de su casa, no tendrán posibilidades de ahorrar ni invertir en otros proyectos. Aunque el que realmente me parece valioso es el consejo de cuidar la capacidad de endeudamiento de las familias. Es verdad: una muy buena parte de la población de clase media de Occidente vive para pagar sus créditos.
En Retírate joven y rico, otro de los libros en los que Kiyosaki ya es presentado como el Padre Rico, el magnate de origen japonés —quien, por cierto, no aparece ni en las curvas en ningún listado de millonarios— hace un recuento de cómo logró su independencia financiera en menos de diez años al negociar, principalmente, con bienes raíces y acciones. Ahí sí hablamos de activos, ya que los ingresos que le generan por arriendo o ventas son mayores que los gastos en los que incurre. Este tomo de la saga de Kiyosaki es una versión detallada de cómo él y su esposa alcanzaron una gran fortuna comprando inmuebles baratos en mercados deprimidos y vendiendo cuando se recuperaban. Por cierto, en este libro se repiten hasta la saciedad las lecciones que aprendió del papá de Mike.
Hubiera sido mucho más interesante si nos contara sus secretos para triunfar en el mercado de finca raíz, que sí requiere de un conocimiento importante y muy especializado, pero se lo guardó celosamente. Difícil sortear esas casi 600 páginas en las que Kiyosaki compra y vende casas para retirarse antes de los 50 años y dedicarse a escribir su saga de libros.
Otro punto neurálgico de Padre rico es el empleo. Para Kiyosaki, tener un trabajo estable y aspirar a escalar dentro de una compañía es inscribirse en lo que él llama la “Carrera de la Rata” y que define como “el patrón de levantarse, ir a trabajar, pagar recibos; y otra vez levantarse, ir a trabajar, pagar recibos”. El autor escribe que un aumento de sueldo solo hará que las personas gasten más y no logren escapar de esta espiral.
Para Kiyosaki, los pobres y la clase media trabajan para obtener dinero, mientras que los ricos hacen que el dinero trabaje para ellos. Para eso se necesita dinero, claro, y no cuenta cómo se logra el capital semilla. ¿Qué significa esto? Que los millonarios hacen emprendimientos que les terminan dejando ganancias y no están “dominados” por su cheque quincenal. Al igual que Kiyosaki, creo que la generación de empresas es una excelente herramienta para mejorar los ingresos y también concuerdo con que, mientras uno es empleado, puede ir generando su propio negocio.
Un componente vital de la “Carrera de la Rata” es que las personas trabajan para el gobierno, pues le pagan impuestos sobre sus salarios. Su consejo: buscar las maneras para evitar el pago de impuestos; los ricos lo saben hacer, los pobres no, dice Padre Rico. Este tema logró despertar mi pasión y debo decir que estoy totalmente en desacuerdo: si queremos construir una sociedad más justa, incluyente y equitativa, debemos confiar en el poder redistributivo de los impuestos, y también debemos exigir. Los que más ganan deben aportar para el bienestar de los que menos tienen.
Y es que —ya para concluir— más allá de si los consejos de Kiyosaki son efectivos o no, contienen un componente de individualismo anacrónico y nocivo. Así no debería funcionar el mundo. Casi que escondido en su obra está el “poder de dar”, aunque deja bien claro que cada vez que regala algo espera otra cosa a cambio.
Ya que me pidieron una recomendación, sugiero no perder el tiempo leyendo a Kiyosaki. Más bien lean sin dudar Capitalismo consciente, de John Mackey y Raj Sisodia, que habla de la mejor versión de un mundo capaz de reconocer el éxito y construir equidad. Claro, una recomendación aún mejor para hacerse rico sería escribir un libro sencillo que se convirtiera en un best seller.
Mac Master leyó tres libros para este experimento: Capitalismo consciente, de John Mackey y Raj Sisodia, y Padre rico, padre pobre y Retírate joven y rico de Robert T. Kiyosaki.
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