12 de mayo de 2022

Reportaje

Tráfico de órganos, de los clasificados a la ‘deepweb’: ¿un mito?

La serie ‘Pálpito’ de Netflix revivió los fantasmas que hay por el mercado ilegal de órganos humanos que se pueden ofertar en diferentes escenarios. Hay protesta de expertos porque la producción no aclara que es ficción. ¿Lo es?

Por: Ricardo González Duque
Imagen de referencia - Serhii Hudak/ Ukrinform/Future Publishing. Vía Getty Images
Imagen de referencia - Serhii Hudak/ Ukrinform/Future Publishing. Vía Getty Images | Foto: Future Publishing via Getty Imag

Tiene una historia que atrapa, un elenco que seduce -especialmente por Ana Lucía Domínguez- una producción impecable y una audiencia gigantesca, la más alta en español por estos días en Netflix, pero es ficción y ‘Pálpito’ no lo aclara. La serie hecha en Colombia por la prestigiosa CMO Producciones genera molestias en la comunidad científica porque da por hecho que hay una mafia de tráfico de órganos en el país.

La realidad de ese mercado parece tan confusa como el negocio mismo. Aparentemente lo que implica la comercialización de órganos podría ser un ejemplo más de la economía colaborativa, tipo Uber, Rappi y hasta Mercado Libre: hay alguien que busca algo que otro tiene y un intermediario que los pone en contacto para cerrar la transacción; pero detrás hay no solo una práctica riesgosa, poco confiable y antiética, sino un delito que da hasta seis años de cárcel.

Quienes han estudiado el fenómeno en el mundo han identificado por lo menos cinco formas de operar de las redes criminales para vender órganos, documentadas por la oficina de la ONU para la droga y el delito. Están los que voluntariamente reciben dinero por la venta de uno de sus órganos; los que son engañados por un médico que no les advierte las consecuencias de los procedimientos; aquellos que son presionados y amenazados para entregar a cambio de nada sus órganos; los turistas que viajan a otro país para recibir un trasplante y las víctimas a las que les aplican anestesia para extraérselos.

En la última categoría está encasillada la popular y terrorífica leyenda urbana que hizo carrera en las conversaciones que teníamos en los años noventa, según la cual alguien despertaba en una tina llena de hielo y sangre, con el mensaje de que le habían extraído un riñón. Para el Instituto Nacional de Salud, Medicina Legal e instituciones como Colombiana de Trasplantes, esa es una historia que cada tanto llega a la charlas de café, pero nunca se ha podido probar que haya ocurrido en el país.

Los números que mueven los órganos

Sin embargo, las cifras que han presentado las autoridades sanitarias muestran que las mafias que hay detrás de la venta de órganos no son pequeñas. Por lo menos el 10% de los trasplantes que se realizan al año en el mundo son de tráfico ilegal, de acuerdo a lo reportado por José Núñez, ex director del programa de trasplantes de la OMS, que además calificó ese tráfico de las entrañas humanas como una “lacra que se produce por las profundas desigualdades sociales y económicas”.

Alejandro Niño Murcia es cirujano de Colombiana de Trasplantes y le tocó llegar a la vocación de reemplazar órganos casi por casualidad cuando hace décadas lo llamaron de emergencia a un quirófano. Por obligación y no por gusto se vio los 14 capítulos de ‘Pálpito’ y recién terminada la serie lanzó su primera impresión: “si yo lo quisiera trasplantar a usted no tiene ningún sentido que salga a la esquina a matar al primero que pase porque no sé si ese órgano le va a servir”, cuenta con mucha incredulidad sobre el negocio ilegal.

Imagen de referencia - Serhii Hudak/ Ukrinform/Future Publishing. Vía Getty Images
Imagen de referencia - Serhii Hudak/ Ukrinform/Future Publishing. Vía Getty Images | Foto: Ukrinform / Future Publishing

De otro lado, son escandalosos los números que pone sobre la mesa el coronel retirado Diego Canales, profesor de la Escuela Superior de Guerra que ha investigado las amenazas para los países por estas mafias. “No es de extrañar que en el mercado ilegal se alcancen precios desorbitados: 190 mil dólares por un hígado, 170 mil por un riñón, 90 mil por un corazón, 45 mil por una córnea”, unas cifras que tendrían explicación en que es un negocio con alta demanda y baja oferta.

En contraste, Niño Murcia cree que el dinero en la cuenta bancaria no garantiza que alguien pueda acceder a un órgano fácilmente, pues según él más del 70% de trasplantes son del estrato 3 para abajo, por lo menos en Colombia. “Siempre existe la fantasía de que los ricos se trasplantan primero que los pobres, afortunadamente no hay ninguna discriminación”, agrega.

La búsqueda de órganos en la ‘deepweb’

En ‘Palpito’ el personaje interpretado por Sebastián Martínez busca afanosamente cómo conseguir un corazón para su novia interpretada por Ana Lucía Domínguez, que se desmaya a causa de un infarto antes de casarse. Un drama novelesco que termina retratando el desespero de ese hombre por buscar como sea ese órganos porque no ha aparecido un donante después de estar tres años en lista de espera. De esa manera entra en escena la red de tráfico ilegal.

Pero en la realidad es poco probable que alguien aparezca diciéndole a otro “me dicen que está buscando un corazón” y se lo venda. Por eso, es más fácil que fuera de la ficción se acuda a la internet profunda o ‘deepweb’, que genera tanto misterio como curiosidad entre los que han oído hablar de ella pero al mismo tiempo temen entrar.

En el centro de seguridad informática Adalid hicimos el intento de buscar a esos vendedores de órganos. Axel Díaz es el director de su laboratorio de informática forense y explicó el paso a paso para entrar a ese lugar virtual mítico. “Todo lo que nos ofrecen es una red a nivel global que se encarga a través de diferentes mafias, ya a nivel físico, de llevar la distribución de los productos y servicios”. En esas dos categorías que suenan tan convencionales entran armas de largo alcance, drogas, pornografía infantil, pasaportes falsos, tarjetas de crédito clonadas y comercio de partes humanas.

Ingresamos desde el laboratorio Adalid a los buscadores de la 'deepweb'.
Ingresamos desde el laboratorio Adalid a los buscadores de la 'deepweb'. | Foto: SoHo

“Hay dos mitos por desvanecer: ya vimos que entrar es normal, realmente no hay ningún tipo de riesgo con una autoridad a no ser que hagamos alguna actividad ilícita. El navegador Tor nos da la garantía de estar anónimos”, explica Díaz que cuenta que en esta red hay páginas genuinas de agencias como el FBI o la CIA para monitorear lo que ocurre. “El segundo mito es que cuando entramos sale de una vez todo lo que estamos buscando. Tuvimos que hacer unas búsquedas muy específicas y no encontramos de primera mano el tráfico de órganos en Colombia”, concluyó.

Los resultados muestran que no es común encontrarse la foto de un órgano recién extraído o el aviso explícito para la venta y por la misma condición del “producto” es muy difícil que se pueda transportar de un lado a otro. “Son mercados muy complejos, se extrae un órgano pero como tiene tiempo limitado de vida útil, no puede permanecer expuesto. Los que sacan son lo que ya tienen vendidos”, expone Díaz frente a ocho pantallas gigantes de computador.

Por lo ilegal y aterrador que es esa comercialización, se hace de forma encriptada. “Estas redes lo que hacen es el enganche de clientes en blogs conocidos de la ‘deepweb’ y el que lo entendió va a saber quién trafica con órganos (…) te hacen el acercamiento y te pueden decir ‘oiga yo sé que ud necesita un riñón, tengo uno en tal parte’”, una transacción que se hace con bitcoins, una moneda oculta que no permite dejar rastro de las autoridades que vigilan ese mercado.

El tráfico de órganos, como otras actividades ilícitas, está incluido en el portafolio delictivo de grupos terroristas trasnacionales que aprovechan el control de territorios para hacer los intercambios. Uno de esos ejemplos es el del Estado Islámico: “las fallas en seguridad han propiciado la generación de organizaciones que buscan enriquecerse a costa de las condiciones de salud de personas menos favorecidas”, explica Canales que plantea que esos grupos extremistas “usan el tráfico de órganos como medio para financiar sus actividades torturando a sus prisioneros”. A pesar de que grupos como el Clan del Golfo, el ELN o las disidencias Farc también varían sus modos de financiación, no se ha encontrado que en Colombia ellos hayan recurrido al comercio con órganos.

Esos ofrecimientos en el país parecen ser más engaños que la confirmación de que existan o estén presentes las mafias dedicadas al tráfico de órganos, según lo que planteó Niño Murcia que se ha encontrado avisos hasta en la prensa: “con mucha periodicidad uno ve en los clasificados ‘vendo riñón A positivo, O positivo’. Antes me tomaba el trabajo de llamarlos, pero ya es tan frecuente y evidente que nadie va a comprar un riñón así, que dejé de hacerlo”.

Rodeados de las mafias de los órganos

En 2004 una ley le impuso cárcel a la “comercialización de componentes anatómicos humanos” en Colombia, pero antes de eso el país estaba catalogado incluso por la OMS como uno de los lugares donde se concentraban los trasplantes ilegales de órganos junto a otros de la región y países de Medio Oriente y Asia.

En Europa uno de los mayores escándalos por compra ilegal de órganos vinculó al Fútbol Club Barcelona. En abril pasado el Instituto Nacional de Toxicología de España confirmó que uno de sus exjugadores, el francés Eric Abidal, no tenía ningún parentesco con el hombre que le donó un hígado hace 10 años cuando sufrió cáncer, una confirmación que revive la investigación por tráfico de órganos en la que habría participado el exfutbolista y el entonces presidente del club, Sandro Rosell. “A este tío le compramos un hígado ilegal”, se escucha en una de las grabaciones telefónicas hecha por la policía española en la que un desconocido habla con el ejecutivo del equipo.

Una de las prácticas más aberrantes es la que se realiza en China, donde según informes de revistas especializadas se ha mantenido la extracción de órganos de presos políticos aún cuando están vivos para que aporten a un banco del gobierno de ese país para uso interno. El ministerio de sanidad lo aceptó y desde 2014 lo prohibió pues hasta ese momento se ofrecía el país como destino de turismo de pacientes para trasplantarse, casos emblemáticos fueron los de ciudadanos de Alemania y España que pagaron 130 mil euros por un riñón y 25 mil por una córnea.

Al igual que el gobierno colombiano, el peruano ha negado que en su territorio exista una mafia relacionada con la venta de órganos, pero la presidencia de Perú admite que “sí podrían existir personas interesadas equivocadamente en intentar vender sus órganos al atravesar un problema económico”. En Honduras, de acuerdo a informes de la ONU se estima que puede haber compradores alemanes, suizos e italianos que fueron investigados en 2014 cuando el ministerio público concentró esfuerzos para dar con una de estas redes.

En Guatemala la ONG Insight Crime alertó por la desaparición de bebés que podrían estar siendo usados para la venta de padres sin hijos o para el comercio con órganos, mientras que en Bolivia medios como La Razón aseguran que ese es un “hecho recurrente” en el país porque no existe una cultura de la donación que permita que de forma legal se puedan salvar vidas.

Imagen de referencia - Foto: BSIP/Universal Images Group. Vía Getty Images.
Imagen de referencia - Foto: BSIP/Universal Images Group. Vía Getty Images. | Foto: BSIP/Universal Images Group. Vía Getty Images.

“Hubo otro caso muy famoso en México: un hombre muy rico de Estados Unidos fue a trasplantarse con un donante vivo en un hospital del Distrito Federal y cuando se le hizo seguimiento de largo término le preguntaron de dónde había salido el órgano. Ahí comenzó la investigación”, cuenta Niño Murcia que cuando fue descubierto el médico que lo realizó se quitó la vida.

El perfil de las víctimas del tráfico de órganos está muy definido en países donde son débiles las autoridades sanitarias, de acuerdo a la investigación realizada por el coronel Canales: “lo común es que las víctimas sean personas entre 18 y 30 años, desempleadas y provenientes de ciudades o pueblos pequeños, quienes previamente han sufrido de violencia”, razón por la cual hay regiones del mundo más proclives a que sus habitantes sean dadores de alguno de sus órganos.

Los daños de la ficción

A partir de 2017 todos los colombianos nos convertimos en donantes de órganos por cuenta de un proyecto impulsado por el senador Rodrigo Lara, una obligación que solo se puede revertir si hacemos una manifestación contraria en un documento que debe ser autenticado en notaría y presentado ante el Instituto Nacional de Salud. Aunque esta ley impulsó la cultura de la donación, en el país seguimos lejos de alcanzar niveles aceptables para la realización de trasplantes y la emisión de una serie como ‘Pálpito’ puede tener efectos negativos.

“Colombia ha tenido un desarrollo de trasplantes que no ha sido el ideal. Un indicador es la donación por millón de población y en su mejor momento tuvimos 8.7 donantes, con la pandemia bajó a 4, pero estamos en recuperación”, indica Niño Murcia que expone el caso de España como ejemplo, allá tienen 51 donantes por millón de habitantes, en Uruguay 29, Estados Unidos 26, Portugal 22 y Argentina 14.

Según datos de la Secretaría de Salud de Bogotá, en la ciudad la tasa llegó a estar en 20 donantes por millón de habitantes aunque la pandemia redujo esos números a 8.9, con una leve recuperación para 2021 con 13.7, sin duda unos números más positivos que los del resto del país.

Para evitar que en el público quede la idea de que en el país hay una mafia de tráfico de órganos y que los que la gente va a donar cuando muere queden en manos de ilegales para ser comercializados en el mercado negro, los integrantes de la red de trasplantes enviarán una carta a Netflix, con el apoyo del Instituto Nacional de Salud, para que se edite la serie y se especifique que su contenido es ficción, como ocurre en otros contenidos de la plataforma donde esa advertencia aparece al inicio o final de cada capítulo.

“Es absoluta ficción la parte del tráfico de órganos, con un agravante porque mina la confianza de la comunidad y conlleva a que más personas rechacen ser donantes”, concluye Niño Murcia que ha tenido diálogos con sus pares en el continente por la inquietud que está causando la exitosa producción. “Lo que muestra la serie es que quien la hizo no tiene ni idea qué es una lista de espera de trasplantes”, afirma con molestia una funcionaria gubernamental que promueve la carta a la plataforma.

La búsqueda por la ‘deepweb’ o las publicaciones en clasificados, por lo menos en Colombia, parecen ser más estafas que una confirmación de que aquí existan mafias dedicadas al tráfico de órganos, pero la existencia en otros lugares del mundo de dadores y receptores de partes humanas ratifican que es una amenaza y un negocio en el que podrían entrar los grupos ilegales en Colombia en busca de otras formas de financiación como ya lo hicieron con la minería ilegal o el tránsito de migrantes. Ratificar la idea de que todo lo que muestra ‘Pálpito’ es una ficción lejana no implica que a nuestro alrededor no se pueda estar negociando con un riñón, un hígado o una córnea.

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