8 de mayo de 2023

Cine

‘Balada para niños muertos’: un acercamiento al lado oculto de Andrés Caicedo

El nuevo documental de Jorge Navas nos muestra el lado B de la obra de este emblemático escritor caleño.

Por: soho.co
Años 70. En pleno Boom de la literatura latinoamericana y del realismo mágico, mientras todos los escritores buscaban migrar a Barcelona o Paris para conseguir una editorial poderosa, Andrés Caicedo, desde la provincia colombiana escribía guiones cinematográficos adaptando historias de H.P Lovecraft, el maestro del horror, para venderlos en Hollywood a Roger Corman, afamado productor de películas de serie B.
Años 70. En pleno Boom de la literatura latinoamericana y del realismo mágico, mientras todos los escritores buscaban migrar a Barcelona o Paris para conseguir una editorial poderosa, Andrés Caicedo, desde la provincia colombiana escribía guiones cinematográficos adaptando historias de H.P Lovecraft, el maestro del horror, para venderlos en Hollywood a Roger Corman, afamado productor de películas de serie B. | Foto: Cortesía Producción / Jorge Navas

Viernes 4 de marzo de 1977, un día como cualquier otro. Solo que aquel día era especial en la vida de un joven escritor caleño que, sin saberlo, sería uno de los más influyentes en el país y en Latinoamérica, Andrés Caicedo. Ese día, después de haber tenido dos intentos de suicidio previos, recibió en sus manos el primer ejemplar de la única novela que había publicado hasta el momento, ¡Que viva la música! Su emoción fue enorme, por lo mismo, dio rienda suelta a su plan. Ya con algo de obra, Andrés partió a los 25 años de una vida que, para él, siempre careció de sentido.

En una carrera contra el tiempo, Caicedo empezó su trasegar por las letras a los trece años, momento en el que hizo sus primeros cuentos e intentos de novela; ya para su juventud tenía una obra más o menos sólida que se componía de textos acabados y algunos inconclusos que terminarían siendo publicados por su hermana o algunos de sus amigos y admiradores. Andrés lo sabía, su vida era un proyecto de corto aliento y quería que al menos sus letras pudieran hablar de él con justicia y honestidad.

Caicedo fue esculpiendo un estilo disruptivo para su época, pues lejos de adherirse a la literatura costumbrista o al realismo mágico, que eran los estilos preponderantes para el momento en Colombia, creó un estilo realista y moderno, en el que primaba el lenguaje coloquial y personajes angustiados y violentos que vivían con una constante desazón. Con estos ingredientes, Caicedo se ganó la simpatía de lectores más jóvenes, que compartían su misma melancolía y se cuestionaban por lo absurda que resultaba la vida. Los romances de sus historias, por lo general fracasados, no tenían el olor de las flores y el campo al amanecer que se podía adivinar en la literatura de antaño, sino que apestaban a cigarrillo, alcohol y el sudor de multitudes que se retorcían al ritmo de la salsa.

Caicedo no solo se limitó a cambiar el tono y los escenarios de la literatura, sino que dio un vuelco a lo que se estaba escribiendo hasta el momento, incluyendo guiones que unían dos de sus grandes pasiones: el cine y la literatura. Los gustos cinematográficos de Caicedo oscilaban entre lo que parecían dos polos opuestos, el cine culto, en el que podía incluir cintas de Andréi Tarkovsky y el cine serie B, en el que apreciaba la narrativa y estética de los filmes de Roger Corman. Gran parte de sus guiones y de sus textos inéditos incluían historias de horror basadas en cuentos de Lovecraft que soñaba con adaptar al cine de bajo presupuesto. De esa forma, con el aprecio que le tenía a la literatura de terror y a ese cine de rústicos efectos, creó varios guiones que fueron la semilla para inaugurar un nuevo género cinematográfico en nuestro país: el gótico tropical.

Con todo ese material de archivo y un montón de anécdotas por contar, Jorge Navas emprendió el proyecto de realizar un documental que hablara de ese lado desconocido y oscuro de Andrés Caicedo. Fue así que con una cámara vieja y en un viaje solitario se fue a seguir los pasos del escritor y a reconstruirlo por medio de las palabras de amigos como Luis Ospina y de su hermana Rosario Caicedo. Balada para niños muertos es un recorrido por la historia que no se ha contado de Caicedo, esa que habla de vampiros, de muerte y de un sueño fracasado.

Para aprovechar el estreno de este documental, en SoHo estuvimos conversando con Jorge Navas, quien destacó la importancia de mantener vivo el recuerdo y las conversaciones sobre este escritor por su gran influencia en la cultura; también nos contó sobre el rodaje del documental, nos explicó qué es el gótico tropical y nos habló del terror que envolvía la vida de Andrés Caicedo.

Entrevista con Jorge Navas, director y guionista de Balada para niños muertos

SoHo: ¿Por qué seguir hablando de Andrés Caicedo?

Jorge Navas: Yo te la devuelvo, porque es una pregunta que hacen constantemente, que por qué no dejan morir al muerto, que por qué no lo dejan tranquilo… y yo digo, por qué no dicen “¿por qué no dejan de hablar de Gabriel García Márquez, por qué no dejan de hablar de Rimbaud, por qué no dejan de hablar de Scott Fitzgerald?”, ¿cierto? Entonces me parece que cuando un escritor es importante y la obra se vuelve como universal es imposible dejar de hablar de él. Cuando hay una obra tan estructurada que 46 años después de que salió su primera novela que es ¡Que viva la música! se sigue hablando de esa persona es porque ahí hay algo fuerte, poderoso y estructurado, entonces digamos que de Andrés Caicedo se ha hablado bastante y lo que tiene este documental es que es como un lado B, como un lado que no era tan conocido de Andrés Caicedo y que tiene que ver como con su oscuridad más profunda, más en relación con la literatura gótica, la literatura de terror, el cine de terror y a la vez el terror y el horror que habitaba en él para producir estas obras tan fuertes y llegar a convertirse en algo tan importante en el cine y en algo que terminó llamándose el gótico tropical.

A mí me parece raro que se diga eso, no sé cuál es el subtexto que hay ahí, si es envidia o subestimar o qué es lo que hay detrás de eso.

S.: Acabas de mencionar un concepto muy llamativo y que también aparece en el documental que es el gótico tropical, ¿a qué hace referencia?

J.N.: El gótico tropical es el nombre que se le ha dado en los últimos años a este concepto en el que Andrés Caicedo en los 70 fue uno de los creadores de ese concepto, que es coger como la literatura gótica inglesa, los personajes de esa literatura gótica inglesa de donde viene Dracula, de donde viene Frankenstein, de donde vienen los hombres lobo, los fantasmas, y era una literatura que hablaba de la oscuridad humana, la oscuridad del alma humana, de la locura y de la muerte, y de los fantasmas que genera la muerte y todo ese mundo por allá subterráneo, pero que eran en paisajes nevados, por allá, nórdicos, en un paisaje completamente opuesto al del trópico, pero que digamos autores latinoamericanos lo traen al tercer mundo, lo traen a la provincia y ponen esas mitologías en medio del sudor , del calor, de la salsa, de una cultura tercermundista y en medio de la violencia tercermundista también y eso hace como canibalizar esos conceptos y volverlos acá otra cosa, también politizandolos un poco (...) un paramilitar en este momento podría ser representado como un vampiro o como un ser oscuro que necesita sangre y necesita derramar sangre, no necesariamente alguien que con los colmillos va a chuparle la sangre a una doncella, sino que esas mismas figuras se empiezan a utilizar, pero ya como en un contexto más político, pero donde el terror y los códigos del terror están ahí de por medio.

S.:¿Qué es lo que más te interesa de la vida de Caicedo?

J.N.: Pues, primero, saber que era un niño que empezó a escribir a los 12, 13 años, que ya estaba intentando escribir una novela a los 13 años, eso me parece maravilloso. La disciplina que tenía para haber muerto a los 25 años y haber dejado una obra tan estructurada y tan poderosa y tan variada (...) que ahora seguimos hablando de esa obra y que gran parte es desconocida, él era conocido como el loquito, el despelucado, el drogo, pero si hubiera sido tan loquito como lo pintaban, no hubiera hecho todo lo que hizo. Me parece que es una persona muy concentrada, muy enfocada, obviamente tenía muchos desequilibrios, pero me parece que logró luchar muy bien con sus demonios y hallar un punto de equilibrio, donde dejó esta obra tan poderosa (...) Hizo crítica de cine, hizo la primera revista de cine de acá, los primeros cineclubes de Colombia, mucha gestión cultural, literatura, teatro, guiones para cine (...) crítica de cine para periódicos, entonces era como un chico que a los 25 años era asombroso como todo lo que pudo hacer.

S.: ¿Qué obra y guion de Caicedo te gustaría adaptar al cine?

J.N.: Hay una obra de él que se publicó ya póstuma también y que no terminó y que tiene unos finales alternativos que se llama Noche sin fortuna y es la novela (...) como más lovecraftiana, que Lovecraft era como este maestro de la literatura del horror norteamericano y él lo admiraba mucho e hizo guiones, y adaptaciones de guiones sobre Lovecraft, y esa novela que es en Cali es de una mujer que anda en un carro y conquista jóvenes y se los come como una caníbal y los devora, pero también se enamora de ellos y ellos se enamoran de ella y ellos sueñan con que ella los devore, me parece que es una historia fantástica (...) me parece muy interesante, muy difícil de adaptar, pero digamos que en la fantasía eso sería como un texto que me interesaría intentar representar.

(...) De los guiones se conoce muy poco, apenas ahorita Planeta va a publicar el libro de guiones de Andrés Caicedo que es obra desconocida, de la que seguramente se va a seguir hablando; en la película se habla bastante de esos guiones que no son tan conocidos (...) Hay una que se llama La estirpe sin sombra que tiene una cosa muy autobiográfica de Andrés que lo interesante es que hablaba de otro autor, hablaba del terror, pero al mismo tiempo estaba hablando como de su vida personal y de cosas como que habían pasado en su familia y las conectaba directa o indirectamente ahí y ese guion me parece muy interesante, hay que retrabajarlo, cuando él los escribió los escribió más como literatura que como guiones, porque en ese momento él no tenía claro (...) cuál era el formato en el que se hacía un guion, cuál era el formato universal o al menos el que trabajaban en Estados Unidos y en Hollywood, esa fue una de las razones por las que tampoco le recibieron sus guiones, porque alguien alcanzó a leer algo y dijo : “no, esto no es guion, esto está muy raro y estaba mal traducido”, entonces tenía muchas cosas ingenuas.

S.:¿Qué opinas sobre la comprensión de la muerte que tenía Andrés Caicedo?

J.N.: Para mí siempre ha sido muy impresionante, siento que él al haberse suicidado se volvió un mito, pero también como que neutralizó mucho su obra, porque la gente dice “ah! es que ese es un drogo que se suicidó, entonces no vale la pena, dejenlo morir, no vale la pena seguir hablando de ese man”, pero me parece que toda su vida giró alrededor de la muerte, él ya sabía desde los trece años (...) que él no iba a vivir más de 25 años. Es impresionante como esa cosa de destino, ya tenía él programado que iba a pasar y estar corriendo tras ese destino para antes de esos 25 dejar obra; él era como muy consciente de que se iba a morir y dejar obra y unos pocos buenos amigos (...) entonces para mí siempre es fascinante cómo aparece la muerte en sus cuentos, en sus novelas, en sus guiones, esa angustia interior, y yo creo que gran parte de la identificación que tiene uno cuando joven adolescente cuando lo lee y ahora todavía, es también como que el horror de uno interior se conecta como con ese horror, esa angustia interior que siempre está se conecta con eso. Esa sombra de nosotros se conecta con la sombra de él, y ahí es donde algo estalla y que él se mantenga vivo como un gran exponente de las profundidades, de la oscuridad, de lo que es la muerte y lo que es la angustia interior.

S.: ¿Tú qué opinas sobre la muerte?

J.N.: Yo soy una persona que creo en que uno no se muere, como que la energía sigue, reencarna, se va hacia otros lugares, pero como que hay unas esencias que vienen de muy lejos y que van para más allá, entonces en ese sentido pienso que la muerte es una transición, es como un paso, como un escalón más en un proceso. Le tengo miedo de todas maneras, pero mi filosofía es como que es una puerta que se abre para ir a otro lugar y siguen habiendo puertas de ahí en adelante y hacia atrás.

S.: ¿Cuál crees que ha sido el aporte de este autor al cine colombiano?

J.N.: Es muchísimo, ¿no? Él fue como la gran semilla y el gran inspirador del grupo de Cali, donde está pues él como base, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Ramiro Arbeláez y de ahí tuvieron como unos discípulos más pequeños que después fueron profesores de toda una generación de la cual vengo yo también de la Universidad del Valle, en Cali. Hicieron, no fue el primer cineclub, pero sí fue el cineclub como más reconocido, más importante y el que fue como referencia para todos los demás cineclubes en todo este país. Hicieron una revista que se llama Ojo al cine que fue muy importante para la crítica y en Latinoamérica es bastante reconocida. Hicieron esto que después se llamó Caliwood, que es un poco ese grupo de amigos que se juntaban y escribían cosas juntos. Eran amigos, pero rumbeaban, hacía cine y hacían cine de género, ahí esta cosa como gótico tropical, que se volvió la base de la cinematografía colombiana en un momento donde no se estaba haciendo casi cine o el cine que se hacía era como muy, muy marginal, como que ellos lograron concentrar y a partir de esa concentración generar como una raíz que se ha venido repitiendo. Como que en Cali desde los 70 hay maestros que le enseñan a otros y a otros y ahora en el 2023 tú puedes trazar una línea como de generaciones que han venido creciendo con eso. Cosa que no es tan clara en ciudades como Medellín, Barranquilla o en el mismo Bogotá, donde ha sido más dispersa esa energía, donde está, existe, pero es de otra manera y es un poco más disperso. Entonces, en ese sentido, me parece que ese grupo ha sido piedra angular para el cine colombiano.

S.: ¿Qué fue lo más difícil del rodaje del documental?

J.N.: Yo creo que grabarlo no fue complicado en el sentido que fue divertido, más o menos sencillo (...) la pasé muy bien realmente, yo trabajo mucho en la industria y siempre estoy rodeado como de equipos de 70, 80, 100 personas, entonces como que quería hacer algo muy mío, muy solo, entonces me fui con mi camarita vieja (...) Lo más difícil fue como la edición, el montaje, como encontrar la forma para ese discurso y ahí trabajamos mucho con Sebastián Hernández que es el editor y coguionista porque todo fue apareciendo como una escultura en la medida que fuimos montando, ensayando con foto, con archivos, con entrevista, con sonido, con música, con la voz en off en primer plano de él, entonces como que lograr meter a ese personaje en 80 minutos era lo más difícil y lograr encontrar esa oscuridad y quedar satisfecho con eso y decir sí, esto es lo que yo siento con respecto a eso fue como lo más complicado, nos demoramos meses, nos echamos unos meses ahí editando.

Este documental revive la figura de Andrés Caicedo en la cultura y la vuelve a poner en el radar de los colombianos con datos desconocidos y guiones misteriosos que despiertan el interés de los espectadores. Si usted está interesado en conocer sobre este escritor o ya lo había leído y quiere recordar esas letras que lo acompañaron y con las que, quizá, se había identificado, acérquese a la Cinemateca Distrital durante todo el mes de mayo para disfrutar de esta interesante producción.

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