30 de noviembre de 2012
actualidad
LICENCIA PARA SER CURSI: MI ENTRADA DE DESPEDIDA
Todo tiene su final, pero cada final es un nuevo comienzo...
Por: Isabel SalazarIsabel Salazar
twitter: @isabelsalazarj
“Uno acepta el amor que cree que se merece”· Las ventajas de ser invisible
Hacía mucho frio. Creo que el termómetro marcaba 2 o 3 grados. Venteaba fuerte, un soplo helado que se metía por los poros de la chaqueta, el saco, la blusa y los blue jeans, traspasando incluso la ropa térmica. Al fondo la vista de Manhattan imponente, el sol cayendo sobre los rascacielos y nosotros en el medio de un puente felices, plenos. No importaba nada, mucho menos el clima.
Pero ¿cómo llegamos ahí? Cada mañana de nuestras vacaciones, hacíamos un cronograma del día. Yo quería ir al Museo Metropolitano de Arte, él a comer a Katz`s Delicatessen, ( la famosa cafetería de la escena del falso orgasmo de Meg Ryan en When Harry Met Sally) donde venden los mejores sandwiches de pastrami de Nueva York. Entonces sacó su iphone y me mostró algo que no me hacía ningún sentido: Según su mapa virtual, Katz`s quedaba en Soho y muy cerca el puente de Brooklyn, el cual había que atravesar en metro para llegar al MET. “Pero el museo queda en Manhattan” le dije. - “Nooo”- respondió- “Mira el mapa. Queda en la entrada de Brooklyn”. “Ahí está pintado”, pensé. Difícil convencerlo de lo contrario. Si un aparato le indicaba un camino, no valdría de mucho que yo le insistiera en que eso estaba mal, que yo ya había ido en mi adolescencia y recordaba que quedaba cerca al Central Park. Finalmente estaba tan maravillada con la ciudad y con caminar cada uno de sus rincones, que me dio pereza discutir y acepté que escogiera la ruta sabiendo que era la equivocada.
En el camino, mientras recorríamos Low Manhattan, vimos a lo lejos el puente colgante y entonces recordé Sex And The City, la película. Miranda y Steve se han separado por que él le fue infiel y se lo confiesa. Ella era de Manhattan y se había ido a vivir a Brooklyn por él. Un símbolo claro: Cambiaba la sofisticación y lo glamuroso por una vida en familia, más tranquila, más real. Es por esto que cuando se entera de la traición, siente que ha dejado todo por este hombre que le ha pagado mal y decide abandonarlo. A lo largo de la película Miranda va reconociendo que también fue culpable. Lo descuidó en todos los sentidos, dejó de ser su amante y su amiga para convertirse en la mamá de Hady, cansada de combinar su vida laboral con el arduo trabajo de la casa ha olvidado su faceta de esposa. Extrañándose pero con mucho dolor y resentimiento, se dan un plazo de meses para encontrarse un día específico, a una hora en punto, en la mitad del puente de Brooklyn. Ella desde Manhattan, él desde Brooklyn. Cada uno debe decidir si quiere asistir a la cita y continuar así su vida juntos.
-“Que buena historia” me dice Juan Abel y no deja de causarme un poco de extrañeza que se conmueva por un fragmento de una película de chicas. –“¿Y al final que pasa?” me pregunta, “¿Se encuentran?”- “¡Claro que sí! –Respondí- y es hermoso. Uno de los mejores momentos de la película!”. –“¡Pues deberíamos cruzarlo caminando! Hace frio, está lejos y se ve enorme, pero pocas veces se puede estar en la locación de una película que te gusta tanto”.
Fue así como llegamos al medio del puente. Entre hipsters caminantes, graffitis divertidos, un par de fotos del camino y nuestra traga maluca descubrimos que este era otro puente colgante, el de Williamsburg, construido en 1896 cruza el Río Este y conecta el Lower East de Manhattan con Long Island. Un tramo de 2227 metros y 41 de altura justo en el medio, dónde nos encontrábamos. Mi novio me dice que aprovechemos la vista. El atardecer ha empezado a ganarse el cielo que se llena de naranjas y rosados, nubes con formas revoltosas danzan sigilosas. Nos recostamos en una baranda, él me abraza dándonos un poco de calor humano. Entonces, entre palabras y preguntas trascendentales sobre amor, saca su celular, tiene una aplicación que simula una pantalla de led y un letrero que dice: CASATE CONMIGO.
Ahí estaba yo, a mis 30 años, la mujer que sigue sintiéndose –y muchas veces comportándose- como una niña viviendo su propia película romántica. Sí, ese no era el puente de la película: Era mejor, era mi puente, o mejor, NUESTRO puente y decidíamos en ese momento amarnos, cuidarnos, acompañarnos hasta el final de nuestras vidas. Para muchos el matrimonio está en vía de extinción, algunos no creen ya en eso, otros se casan pero se separan fácilmente, en tiempos del divorcio express una boda parece algo desechable. Pero ahí estábamos los dos sintiéndonos de piedra, con nuestros pasados y nuestros miedos, pensando en un futuro mejor y prometiéndonos llegar juntos hasta viejitos, si es que la vida nos lo permite.
Sacó entonces de su bolsillo el anillo más hermoso del mundo. Un zafiro rosado en un montaje vintage, diferente a todos, único, de todo mi gusto. (Mientras escribo estas palabras miro su belleza y sólo puedo sonreír). Lo puso en mi dedo anular y nos dimos un beso sentido, nos dijimos TE AMO, nos dio risa nerviosa, se me escapó una lágrima tímida, lo pusimos en tuiter para decretarlo al universo y nos comprometimos. Entonces lo supe: Sí existen los cuentos de hadas, yo era la princesa rescatada y ahí estaba mi amigo, ni novio, mi salvador haciendo falsos mapas virtuales para sorprenderme; dispuestos los dos a vivir felices por siempre. Nadie dice que será fácil. Sabemos que habrá momentos de crisis, pero estamos dispuestos a sortearlos y aceptarnos con todo y nuestros defectos.
Quizás nunca sepan cuánto cambió mi vida haber escrito este blog. Lo empecé con el corazón roto y las ilusiones perdidas. Le puse “Se Busca Novio” pero en realidad lo que quería era encontrar el amor; amor por la vida, amor por mi trabajo, amor sentimental, pero sobre todo, amor por mí. Necesitaba volver a quererme y sentirme segura. Escribirlo fue mi terapia. Algunos me criticaron por ventilar mi vida privada, otros se sintieron incómodos de aparecer en estas letras y hay un par que no me hablan, fue el precio que pagué. Pero también, tuve la dicha de conocer a muchos hombres y mujeres con historias parecidas a la mía. En diferentes oportunidades se me acercaron a hablarme de sus penas amorosas y de cómo leerme les había servido para sentirse mejor, para encontrar un consuelo. Esa conexión no tiene precio.
Me alegra profundamente que nos hayamos ayudado los unos a los otros. Y me alegra, sobre todo, que estas entradas los hayan encontrado. Que por esa alquimia de la vida yo haya elegido contar mi tusa, que Daniel Samper generosamente me haya permitido hacerlo en la página web de Soho y que ustedes estén del otro lado, leyéndolo: Una mujer me dijo un día que en uno de sus peores momentos puso la palabra despecho en google y encontró este blog. Dice que lloró mucho pero dejó de sentirse sola. En mi primera entrada dije que cómo humanos nos une que todos hemos sufrido por amor. Hoy, en mi despedida, lo reitero: El que no haya llorado por una desilusión amorosa o le falta humanizarse, o tal vez le falta amar.
Esta es entonces mi última entrada. Llegué destrozada y me voy enamorada y feliz. La vida hoy me sonríe. Me despido cambiada, agradecida con la vida y con la experiencia que me ha quedado de los golpes y de mis equivocaciones. Resulta curioso ver como hoy, lo que antes me parecía una tragedia, se ha convertido en comedia. Me río de lo que tanto me hizo llorar. Ya no le tengo miedo a creer en el príncipe azul, ahora entiendo que uno acepta el amor que cree se merece. Un buen día entendí que me merecía el mejor: el que me cuidara, respetara, quisiera. Uno que fuera fiel, leal, sólo para mí. Uno que no le tuviera miedo al compromiso, ni a tener una familia. Un amor que discute, que no hace todo lo que yo le digo porque tiene su criterio, que me inspira a ser una mejor profesional, una mejor persona. Entonces llegó Juan Abel. Espero que ustedes también encuentren con quien caminar sus propios puentes.
Gracias por leerme y ojalá nos encontremos en próximos proyectos. Pienso seguir escribiendo, ya les contaré cómo, cuándo, dónde y sobre qué.
Isabel Salazar