22 de diciembre de 2022
Opinión
‘Merlina’ y el mercado de las personalidades desechables
Laura Díaz decidió compartir con SoHo todo lo que piensa de la nueva Merlina, que por estos días ha despertado amores y odios entre los espectadores. La euforia de esta serie ha hecho que nuestra escritora invitada no quiera ver las aventuras de esta chica oscura con cabello trenzado y en un mordaz relato nos explica sus razones
Por: SoHo“I’ll dance, dance, dance with my hands, hands, hands, above my head, head, head” suena en cada video de TikTok, Instagram y Facebook en las últimas semanas. El sonsonete ha quedado en mi cabeza como música de fondo de mis pensamientos y solo puedo decir para mis adentros, ¿qué rayos hace esa maldita melodía allí? Pues bien, después de varios días de consumir publicaciones cual autómata, los trendings de TikTok surtieron efecto. No he visto Merlina —tampoco creo que lo haga—, prefiero quedarme con el recuerdo del personaje de la película de los 90, en donde Christina Ricci interpretaba a una niña extraña, oscura e inexpresiva que quería deshacerse de su hermano y profanar tumbas. Para la época, la familia era solo una interpretación cómica que exacerbaba algunas características de excentricismo y oscuridad, pero nadie trataba de compararse con los personajes y tampoco los tomaban como modelos.
Algunos clips en las redes me han dado un panorama general de lo que se trata la serie (otro drama adolescente, pero con un personaje que parece sacado de un concierto de Lacrimosa): la vida de una adolescente con un look y una personalidad extraños en una secundaria, la defensa de la bondad y la amistad, y una trama con una estética parecida a la de cualquiera de las partes de Crepúsculo, son apenas la superficie de esta exitosa producción. Cualquiera creerá que odio la serie sin haberla visto y que no tengo justificación para ello, pero se equivoca, mi problema con esta serie no es ella en sí misma, sino la gente que la ve y que ahora todo lo quiere hacer trend o lo toma como una máscara con la que pueden ser aceptados por un montón de desconocidos en las redes.
El problema no es propiamente el consumo y la creación de contenido audiovisual, sino que la gente quiera hacer una moda de todo, tratando de verse raros y destacarse del montón. Los influencers, pretendientes de influencer y los niños de esta era no solo empatizan con el personaje, sino que quieren hacer una versión rebajada e impostada de lo que ven para hacerse populares. Lo digo porque no es una novedad de Internet, los gestos y las formas de personajes femeninos de anime se volvieron comunes con el auge de la cultura coreana y japonesa, haciendo que las redes se llenaran de videos de niñas y mujeres imitando algunos gestos tiernos —incluso algo sexualizados— con los que Bella Poarch se hizo famosa.
Ahora, para cambiar el paradigma femenino de las redes, las jóvenes han emulado el rostro inexpresivo de Merlina, sus outfits y su maquillaje, y ya no son tiernas, ahora son solo misteriosas y frías. ¿Qué carajo les pasa? ¿Cómo pueden cambiar de personalidad con la frecuencia que llega a los primeros 10 puestos de popularidad una nueva serie? El deseo de encajar se volvió un tema enfermizo, y eso de tomar gestos y rasgos del carácter de personajes ficticios ha ido muy lejos. Ahora el consumismo no solo se ve en compradores compulsivos, sino en las personas que modifican su personalidad, su discurso y sus gestos de acuerdo con lo que esté dando más likes en las redes. Para mí, la cuestión ha trascendido y se ha vuelto insostenible, no sé si es un problema de esta generación, pero ver mil clones de Merlina en las redes, incluso en las calles, me ofusca.
Además de eso, el deseo de vender toda esa estética y esa nueva personalidad de las masas de muchachitas que encontraron una nueva excusa para cambiar y que terminará tan pronto como la serie llegue a su fin, las ha hecho popularizar una canción que ni siquiera hace parte de la serie, pero que sí tiene el efecto de ser más pegajosa y darle un tono pop al baile de la protagonista, un hit de la popular y polémica Lady Gaga. No tengo nada en contra de ella, pero el hecho de que viralicen el baile con una canción que no es acorde al personaje y con el que no fue creada la escena original, me parece una falta de respeto. Pueden acusarme de purista, pero lo digo porque el trabajo cinematográfico es arduo y hay que pensar en cada detalle, por lo que casi puedo asegurar que Tim Burton pensó en esa canción por una razón en específico, quizá por el tono punk de la banda que la interpreta. Sea cual sea la razón, me asquea pensar en que, por el afán de vender cualquier cosa y poner en la cumbre cualquier estética nueva que surja, pasen por encima del trabajo de todo un equipo y mercantilicen todo el contenido, quitándole su gracia y llegando a convertirlo en algo simple y desabrido.
En resumen, no odio a Merlina en específico, sino al mercado que hizo de ella un objeto de entretención trivial que hace que las niñas se crean diferentes cuando siguen persiguiendo lo mismo que todos en esta época, la aceptación y aprobación de un grupo de desconocidos. Solo queda una pregunta en el aire: ¿quién será el nuevo personaje que reemplace a Merlina cuando la serie termine y el trend de su extraño baile se olvide? Ojalá el mercado de las redes y las personalidades desechables no acaben con las nuevas generaciones y no terminen de arrebatarnos la poca esperanza que nos queda en el futuro a los que estamos presenciando esa carrera por la aprobación.