Carla giraldo en la ducha

Carta abierta a... Carla Giraldo Me acuerdo de la primera vez que te vi, eras tan niña como yo. Teníamos de por medio una pantalla y kilómetros de distancia. Y el tiempo, ese que jamás ha pasado en vano, te trajo a mí. Era una noche abigarrada y tumultuosa, ya habían pasado años entre nosotras… Nos miramos sin vernos. Empezamos a coincidir. Cada vez más nos fuimos encerrando en un círculo de fuego. Te tomé una foto desde el techo de una casa y tenías ese gesto vulgar que esconde tu ingenuidad. Hablamos, nos reímos con ese nerviosismo de los primeros encuentros que han de ser por siempre, y te sentí en mi sangre en el momento en que por primera vez nos atrevimos a mirarnos de frente. Ahora que ya no eres un vago deseo, que te tengo enfrente y que eres esa boca en la que me pierdo cuando te doy un beso, que eres tan cierta, tan mía que pareces hecha del material con que se hacen los sueños y aun todavía con la certeza de tenerte; siento el torrente de mariposas amarillas que se escaparon de Macondo para sembrarse en mi vientre. Hemos tenido noches de excesos. No ha habido un vicio que no se haya dibujado en nuestros cuerpos. Te estoy sintiendo respirar tan cerca de mí que se me van las palabras de los dedos. Trato de retomar nuestra primera complicidad y habrá sido en una noche tan negra como esta, quizá por eso no lo recuerdo. Lo importante está en lo sutil, en el detalle. En la sensación primera, esa que se nos queda en la piel y se firma con sangre. ¡Ah! Los besos robados, las caricias indecentes, el negarnos este amor y querer buscarlo en otras gentes. Así se nos va la vida cuando no aceptamos que los sueños están hechos de carne y nos miran de frente. Carla Giraldo. De principio a fin, un nombre evanescente. Lapin Blanc