8 de febrero de 2010
Catalina Otálvaro el primer descubrimiento de la Agencia SoHo
Catalina iluminó con su belleza la Agencia SoHo. Hernán Puentes captó todo su esplendor en las playas de la reserva natural El Matuy, entre Santa Marta y La Guajira, y el periodista Luis Ariete la acompañó durante un día en Medellín. Estas fotos nos dejaron sin palabras. Ahora les toca a ustedes.
Por: Fotografía: Hernán Puentes © 2011Dicen que no había una modelo “paisa” con tanta proyección desde Ana Sofía Henao. Se imaginarán lo que eso significa: muchas horas de gimnasio, fotos, masajes, más fotos, viajes y más fotos.
Catalina Otálvaro es caleña de nacimiento y paisa por adopción, nacida en 1988. Pesa 48 kilos y mide 1,68 de estatura. Tiene la piel trigueña y los ojos gris verdoso. Es talla 32 en brasier y S en calzones.
Hoy tiene un día ocupado: sesión de fotografías en su apartamento, gimnasio, spa, y por la tarde otra sesión de fotos en un restaurante. Se levanta a las cuatro de la madrugada para organizar su casa y dejarla lista para el fotógrafo.
Catalina vive sola con dos ratones. Ehhh… Rebobinar… Sí, sí, un par de ratoncitos de verdad, tipo hámster raza jerbo, de cola larga y peludos. Se llaman Mono y Pulga y viven en el balcón. De cobardía no es la historia: es la quinta pareja que tiene en su vida, aunque antes tenía un gato...
Como siempre está de viaje lo tuvo que regalar, aunque conserva la casita afelpada del minino en la que ahora duermen los ratoncitos. ¿Cómo cuadra eso? Si la fuéramos a psicoanalizar… Gata y ratona al mismo tiempo y en su propia casa… Imagínense lo que eso puede darle a un buen fotógrafo.
Odia madrugar y está un poco ansiosa. Además de la sesión en Medellín, al día siguiente se tomará las fotos para su primera portada de SoHo en un estudio en Bogotá.
Antes de empezar a organizar el apartamento, escribe en su BlackBerry: “Al que madruga... Espero que así sea por q hoy necesito mucha ayuda ,,, a trabajar juiciosita ,,”, y lo pone en su Twitter (@kataotalvaro).
Un Twitter mañanero y una respuesta con corazoncitos a cualquier trino de Ben Affleck son infaltables en su rutina de redes sociales. Tiene 427 seguidores en Twitter y 3941 amigos en Facebook.
Camina por su apartamento de un lado para otro con un top blanco de algodón y unos cacheteros de boleritos azul aguamarina, recogiendo cosas y limpiando. No tarda mucho en terminar la tarea.
El espacio no tiene más de 80 m² y luce como el apartamento de un estudiante universitario que viene de otra ciudad. Tal como es su caso. Muebles modernos y fáciles de limpiar y de mover. Un par de cuadros abstractos en la sala y en el comedor, una mesa de centro con una virgen de Guadalupe y una veladora, un revistero en el que se alcanzan a ver las portadas de varias publicaciones nacionales con varias modelos, ella incluida.
Después de poner orden, a eso de las siete de la mañana se prepara algo para desayunar. Y como todavía tiene tiempo, opta por uno de sus platos favoritos: arepa con queso. Cuando busca algo en la alacena se empina y estira las manos. Deja ver su cintura estrecha y la nalga parada; luego busca en la nevera y se agacha… Es difícil concentrase en los detalles.
Después de comer vuelve a la cama y hace pereza. Sube las piernas y se le ven los pies sucios, de caminar descalza. Una de las imágenes más sexis de la mañana.
En la habitación hay un reloj encima de la cama, en la pared de entrada hay un espejo rectangular sin marco, girado en forma de rombo, y, frente a la cama, un plasma y una pequeña repisa con fotografías familiares. No hay cuadros ni mesita de noche.
Al lado izquierdo de la cama, en el piso, hay una lámpara y cuatro libros: Brida, de Paulo Coelho; El Poder, de Rhonda Byrne; Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, de John Gray, y El lenguaje del amor, de Melody Beattie.
Nada de complicaciones. Catalina es sencilla y tranquila. Tierna y sensual. Trabajadora e independiente. Nunca renunciaría a su libertad, a hacer lo que quiere y le gusta. Dice que es demasiado aventurera para apegarse a un lugar o a una familia.
Las fotos comienzan a las diez de la mañana. Su mánager se encarga del fotógrafo, que va a empezar con ella haciendo pereza. La cama está destendida y tiene sábanas rojas, las cortinas están corridas. El asistente prepara las luces y el fotógrafo su lente mientras ella escribe en su BlackBerry.
Luego hay más fotos en el baño, aplicándose crema hidratante en las piernas; en la cocina, revisando los cajones, y en el comedor, armando uno de sus rompecabezas preferidos, de 3000 piezas.
Después de las fotos en su apartamento conduce en su Mazda 2 hacia el gimnasio, donde se encuentra con su entrenador personal. Hoy tiene que hacer tronco inferior. Mucha pierna, nalga y algo de kick boxing. El entrenador, como si también fuera un buen armador de rompecabezas, decide qué piezas del cuerpo de Catalina entrena cada día.
Luego almuerza con el mánager, el entrenador y el fotógrafo en un restaurante al lado del gimnasio. Todos piden lo mismo: carne a la plancha y arepa con guacamole. Solo con la venia de su mánager pudo disfrutar del guacamole. Cuando está sola, de postre, se come un pingüino de Bimbo. Es su vicio. Hoy, por las fotos, no pudo ser, pero pronto tendrá síndrome de abstinencia.
Después del almuerzo va a un spa para que la moldeen y tonifiquen. Suena artesanal, como si fuera de arcilla, pero es algo mucho más sofisticado. Le hacen masajes circulares sectorizados con “microcorrientes polarizadas mediante un equipo solitone de fotodinámica”. Una semana los muslos, la otra el abdomen y así por partes. ?Esta vez empezaron en la parte posterior del muslo subiendo por la cola, donde es más probable que aparezca la temible celulitis... Al terminar, a la masajista le pareció que tenía una nalga más grande que la otra, pero fue algo a lo que no le dieron mayor discusión. Si para que alguien sea realmente bello necesita una pequeña imperfección, entonces Catalina está completa.
La jornada termina con una sesión de fotos en un restaurante a donde acostumbra ir con sus amigas a comer sushi, su otro plato favorito. Los comensales de los lados no pueden evitar mirar. Catalina tiene un vestido blanco muy corto que resalta su color trigueño y en ciertos momentos la luz hace brillar el vello rubio de sus piernas. Paga la cuenta y se va a casa temprano, pues al otro día tiene que madrugar para ir a Bogotá. La espera su gran día.
Al llegar a casa se quita las botas y el vestido y se echa en la alfombra de la sala. Cierra sus ojos verdes de gata. En el balcón están sus amigos los ratones, indiferentes. Las cosas le están saliendo bien. Pronto verá su figura en la tapa de la revista y el esfuerzo de su trabajo será recompensado. Está cansada y alegre. Satisfecha y desprevenida, porque disfruta lo que hace.
Se prepara un café. Lo necesita. Se ducha y se queda con los cacheteros y un top blanco. Se prepara una manzana con sal y limón. Echa una mirada al rompecabezas que está armando. Toma una ficha y duda sobre dónde ponerla. Al final la deja donde estaba y se va a arreglar la maleta para el viaje.
Muy temprano, a la mañana siguiente, pone su primer trino: “Ya canté el himno nacional con la w, me falta desayunar y juiciosita a trabajar,,, saludes a todos los madrugadores ,,, ”.