29 de marzo de 2019

Mujeres

Mara Cifuentes: Así fue mi transición

Esta espectacular mujer, que nació hombre, desempeña un papel importante en el reconocimiento de la diversidad en el país. Su belleza y la sinceridad con que cuenta su historia empoderan y le quitan el estigma a la comunidad LGTBI.

Por: Fotógrafo: Melissa Cartagena

Por: Juan de Frono

“Si quieres ser mujer, te voy a enseñar cómo”, le dijo Claudia López Mejía a su hija Mara cuando comprendió que ese no era un capricho de la joven. De esta manera, dejó a un lado todos sus temores sobre la transformación de ella y le enseñó, a los 18 años, cómo sentarse y moverse, o a usar un bikini sin temor a su cuerpo. En ese entonces, en los registros oficiales todavía aparecía Kevin, el nombre masculino con el que fue bautizada la modelo y exparticipante del reality La Agencia.

Esos gestos que su madre le enseñó son los mismos que ahora, a sus 23 años, la estudiante de diseño gráfico usa naturalmente. Después de terminar el último encuentro con SoHo, se despide y sale a la calle. En ese instante, la tarde se detiene, porque muchas personas la reconocen. La miran, la llaman, salen en su búsqueda, le dicen que es bella y fuerte, la felicitan por su participación en el programa de televisión y le piden fotos.

“Yo nací mujer”, dice ella. Lo cual tiene sentido; porque el género no lo define el sexo, sino el reconocimiento de lo que se quiere ser: hombre o mujer. De ahí que se hable de transgénero, como alguien que se identifica con el sexo contrario al que nace y no se ha hecho el cambio de genitales; o de transexual, como quien también se identifica con el sexo contrario y sí se ha sometido a un proceso de reasignación.

¿Cómo se define?

-Como un ser humano tranquilo.

¿Qué piensa de la etiqueta trans?

-Para mí es muy raro usar la palabra “trans”. Por un lado, me siento muy empoderada con lo que soy y me enorgullece acoger a las personas que están pasando por una situación como la mía, porque conozco la historia. Por otro, creo que es un término que se debería desechar, no debería existir. A mí no me gusta que me digan “trans”. Me llamo Mara.

¿En su proceso existió un instante, como iluminado, en el que supo que quería cambiar?

-No. Hay algo muy fuerte: cuando solo queremos ser, estamos muy lejos de lograrlo. Pero cuando dices: “¡Yo soy!”, ya lo estás viviendo. Siempre fui y me sentí una mujer. Nunca dije: “Quiero ser”, porque es probable que me hubiera alejado de lo que en realidad era.

Se sentía una mujer desde niña. ¿Cómo lo vivió?

-De hecho, fue muy gracioso, porque las personas me preguntaban: “Niña, ¿cómo te llamas?”. Y yo me quedaba muda. No sabía qué decir, porque sabía que mi nombre era de niño. Mi mamá se sentía mal y contestaba: “No, no es una niña, es un niño y se llama Kevin”. Me daba rabia con ella que corrigiera, porque yo no sentía que la gente estuviera equivocada. Estaba atrapada.

¿Cómo se lo explicó a sus padres?

-Primero sentí más confianza con mi papá, porque es una persona muy inteligente. Él pensaba que yo le iba a contar que era homosexual. Pero le dije: “No soy gay, soy una mujer heterosexual”. Comenzamos a hablar al respecto, y le mostré los casos de las mujeres trans que fueron mi inspiración, como Carmen Carrera y Kim Petras. Ellas mostraban su proceso en YouTube y hablaban de las hormonas. Él lo aceptó y me apoyó económicamente para hacerlo todo. Es un tratamiento muy costoso.

Muchas trans hablan de liberación. También de metamorfosis. Incluso, en La Agencia usted mencionó que su vida se parece a la de una mariposa. ¿Cómo definiría el momento de la liberación, de abrir las alas?

-Ser trans es de siempre. Si alguien se demora en aceptarlo es por la presión social, por el qué dirán, el miedo, cómo va a reaccionar la gente. Todos queremos sentirnos aceptados y ser parte de la sociedad, por eso nos mostramos y nos vestimos para llamar la atención. Es muy difícil estar oculto, pero cuando se sale a la luz, este es el momento más feliz, como un renacimiento. Es alinear tu alma con el cuerpo. No es felicidad, porque nadie es feliz todo el tiempo. Simplemente todo comienza a salir como tuvo que ser.

Sus papás ya estaban separados, ¿cómo lo tomó ella?

-Mi mamá es un referente de feminidad, fuerte, trabajadora y ama de casa. Además, es muy católica y en algún momento, por la religión, le fue muy difícil aceptarlo. Sin embargo, esa situación hizo que mis papás volvieran a ser amigos. Fue a los 11 once años y estaba empezando a vivir la pubertad. Cuando ella vio que no era un juego, sino que empecé a sufrir de depresiones porque no sabía definirme entre los niños y las niñas, comenzó a comprender. Simplemente, mi mente quería estar con las niñas, hacer cosas de niñas. Vivimos cosas muy fuertes.

Las lágrimas le cortan la voz. Se disculpa y agrega que es muy emocional. Esos años, en efecto, fueron difíciles. Así los recuerda su madre, quien habla con un acento muy paisa, y con una claridad que solo puede dar la experiencia: “A los ocho meses, ella caminaba en mis tacones y jugaba con mis muñecas. La veía feliz. Pero a los 10 años me di cuenta de que había algo raro, cuando comenzó a dejarse crecer las uñas y el pelo. Yo no me imaginaba la transición”, dice Claudia. “Mi hijo quería ser una mujer completa, con reasignación de sexo y todo. Me sentí muy triste y vino una etapa de mucho sufrimiento para las dos. Consulté a muchos psicólogos y todos me dijeron lo mismo: ‘Su hija es una mujer‘. Y un neuropsiquiatra me advirtió: ‘Si no la apoya, la va a llevar al suicidio‘".

Esta vez fue ella quien se puso en los zapatos de Mara y decidió acompañarla en el proceso de hormonización. “Me tocó borrar mi casete tradicionalista y católico para entenderla desde el amor de madre”. A partir de este momento, la adolescente dejó el colegio, viajó a Bogotá con su padre, consultaron muchos médicos y se inició el tratamiento que fluyó de manera natural. “Dejé de estudiar para encontrarme”.

¿Cuándo regresó a su vida normal?

-Regresé de Bogotá con seis meses de tratamiento. Volví al colegio y mis senos comenzaron a desarrollarse, pero me vendaba y no decía nada. Los compañeros me decían: “Vos tenés cara de mujer, vos sos una niña”. Cuando llegué a décimo les dije a todos: “¡Soy mujer!”, y nadie se escandalizó, porque ya lo sabían.

¿Cómo nace el nombre?

Comencé primero el tratamiento y después fui Mara. Eso ocurrió a los 15 años. Y el nombre nació porque me encanta la fantasía, las hadas y los duendes. Soy muy artística y los artistas expresan el mundo como lo ven. Soy mi más grande obra. Veo mi proceso como algo mágico, de ahí que a veces conteste que no soy una trans y sí una sirena. Y Mara nace del mar, es el mar femenino.

En las redes sociales recibe ataques, y muchos de ellos de mujeres que cuestionan que no podrá tener hijos, por ejemplo...

-Siento menos aceptación de parte de ellas. Algunas se sienten ofendidas y dicen que no soy mujer porque no tengo el periodo y no puedo tener hijos. Lo mismo que pasó con la participación de la española Ángela Ponce en Miss Universo. Las palabras tienen poder y pueden destruir vidas. La gente no se da cuenta de todo el daño que hace. En mi caso, soy muy tolerante con el odio, cuando lo recibo intento comprender al otro. En un proceso como el mío hay que tener mucho carácter, ser muy fuerte y saber que las personas apenas están aprendiendo y nos están conociendo.

¿Cambiaría algo de su cuerpo?

-Nada. De hecho, si me dijeran ahora que podría volver a nacer no cambiaría tampoco lo de ser trans.

Lo dice una mujer que ha sido consciente de su cuerpo, que en algún momento de su vida no coincidió con lo que imaginaba de sí misma. Alguien que se ha hecho dos cirugías -?corrección de nariz e implantes mamarios- y a la que constantemente le preguntan qué tiene entre las piernas. La misma que, asesorada por su madre, ha comprendido que ser mujer no lo define una vagina. “Durante este proceso ella quiso hacerse una reasignación de sexo, pero desistió de esa idea, porque terminó entendiendo, después de mis consejos, que sería como mutilarse”, dice Claudia.

Estas posiciones claras se adivinan en las respuestas de Mara, pausadas, respetuosas y sinceras. Y es que la compañía y asesoría de su madre le ha permitido liberarse, comprenderse y aceptarse. Esa seguridad se la ofreció cuando era una adolescente, para que usara un vestido de baño sin complejos, diciéndole: “Sé feliz, como cuando eras niña. Báñate como una persona normal. Tienes un cuerpo sano. Disfruta cada momento”. Y ahora se vio reflejada, cuando Mara, en una prueba, se desnudó frente a sus compañeros del reality, sin temor a que la juzgaran. “Ahí sentí que ella dio un brinco muy grande”, dice la madre.

Además, la confrontó para que aceptara su condición de transgénero. “Vulgarmente le pregunté: ‘¿Tienes que andar sin calzones para que vean que eres una mujer?’”, explica. “Siempre vas a ser una mujer, pero transgénero, porque eso no lo podemos tapar. Y debes ser clara con los hombres que se te quieran acercar, no te dé pena decirlo: ‘Soy una mujer de condición transgénero’”, concluye.

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