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19 de octubre de 2009

Lamiendo mis pies

Por: Andrea

Me alegro mucho que les haya gustado la canción que les dediqué. Me gusta que les guste porque, como les he dicho, en el fondo, yo soy una mujer normal que también me emociono con esas cosas. No soy de piedra ni estoy ajena a disfrutar de una buena canción, ni de sentirme triste o alegre. He visto todos sus comentarios. Ayer, domingo, sola en mi apartamento, me puse a mirarlos uno por uno. Me tomo todo el tiempo pues ya saben que los domingos son los días de mayor soledad para mí. Por eso leer los comentarios es una compañía, he visto las canciones que me dedican y los videos también. Me siento acompañada y es muy importante para mí pues en mi vida real no lo estoy tanto. Unas llamadas esporádicas de amigos de la universidad o de mi familia, pero nada más. Tengo una muy buena amiga que también trabaja en esto (ya les he hablado de ella), pero vive muy ocupada cumpliendo servicios también y trabajando en esa whiskería donde trabaja. Alguien me pregunta insistentemente que si lo he hecho con alguien que yo conozca y que no sepa que yo soy prepago. Hace poco estuve a punto de hacerlo con un amigo de la universidad. Nos quedamos un grupito en un “chuzo” cerca de la universidad y nos pusimos a tomar cerveza. Yo no tomé mucho pero la estaba pasando bien y este tipo tiene algo, es muy inteligente, le gusta leer pero sin ser fantoche, y es muy tranquilo. Me gusta porque no es el típico hombre que muestra las ganas todo el tiempo sino que se ve como reservado sin que sea tímido y siempre se ha portado bien conmigo. En el chuzo se podía rumbear y terminamos bailando y entre bobada y bobada, nos fuimos pegando cada vez más, y coqueteando muy sutilmente hasta que nos terminamos dando un beso ahí delante de los demás. Claro, en el grupito ya estaban encarretados unos con otras y algunos solos, pero bastante ebrios. Nos dimos varios besos y me sentí muy diferente pues me estaba naciendo, ya no estaba trabajando, lo besé porque quise y fue delicioso, hablamos de otras cosas, y me trató como lo que soy: una amiga suya de la universidad. Ya les he dicho que mucho hombres (no todos) creen que por pagar me pueden tratar mal o groseramente. Eso me ayudó esa tarde, sentirme tranquila, fue muy rico. La fiestica fue avanzando y cada vez los besos fueron más apasionados y me dijo que nos fuéramos a otra parte, pero él vive con la mamá y yo no quería llevarlo a mi apartamento. Le dije que otro día y, quién sabe, puede que pase otro día. La verdad, me atrae, no sé si sea igual a los demás, pero después de esa tarde se ha portado muy bien, me llama muy seguido aunque yo debo parecerle muy odiosa pues le saco el cuerpo mucho por mi trabajo aunque a él le doy mil razones distintas obviamente. Es muy curioso y contradictorio: él no tiene un peso (piensen todos en sus épocas de universitarios y si todavía están en la universidad) y me insiste mucho en invitarme a salir; y yo ando con tipos que pagarían muchísimo por estar conmigo. Aún así, voy a salir con él. Por qué no. Ustedes mismos me lo dicen, no todo es la plata. Y así quiero tratar de pensar.

Me preguntan que cuando hablo aquí de mis polvos que cómo hago para que los clientes no sepan que son ellos. Así lo he asumido. El que se sienta aludido sabrá que estuvo conmigo, con la pregago que escribe el blog de SOHO. Si narro X o Y situación nunca nombro al cliente, si el cliente lo lee y piensa que es él, él verá cómo lo maneja. Nadie tiene por qué saber que es él. Me han preguntado muchas veces que si soy Andrea, la del blog de SOHO, yo siempre lo niego. La dueña de la página donde trabajo me cuenta que a muchas niñas les preguntan lo mismo, que si ellas son Andrea. Ellas lo niegan, además, porque es cierto: ellas no son Andrea. Pero sí me ha pasado, de hecho sé que he tenido clientes que leen el blog, solo que yo no voy a decir que sí, que soy yo. Quiero mantener mi anonimato lo que más se pueda. No quiero exponerme a insultos, a persecuciones o a lo que sea. Así que si alguno de ustedes llega a estar con una prepago y ella dice que es Andrea, no le crean. Yo soy Andrea y no voy a decírselo a nadie personalmente en un servicio. Me preguntan que si ya me comí a Daniel Samper, el director de la revista. La verdad no lo conozco y no sé cuándo lo conozca personalmente. A la revista solo he ido una vez y hablé con otra persona que es a quien le mando los textos por e-mail. En la revista sé que también me quieren conocer y pues será pronto por esto de las fotos. A propósito, las mías serán sin photoshop, no me gusta el retoque digital. Como vieron, ya no fue en la edición de octubre. Será en noviembre o diciembre, pero las tendrán, de eso pueden estar seguros.

Para el que firma “El destino”, no quiero ser grosera, pero entiende que no puede exponer mi identidad. Si quieres proponerme un negocio, no sé cómo puedes hacerlo, yo espero, tal vez, tener un correo para responder personalmente las dudas de cada uno. Por el momento, prefiero hacerlo públicamente. Para los que me dicen que mi blog es una buena columna de sexo, les agradezco. La verdad no sé quién es Alexa, me da pereza leerla, y pues si voy a leer algo, prefiero que sea de otro tema. Me dicen que debería seguir escribiendo. Lo he pensado mucho. Escribir me gusta mucho y me ha ayudado a entenderme a mí misma, a expresar lo que siento y no sé si mi vida siga siendo interesante en caso de que me aleje del negocio. Lo que sí sé es que vivo en una permanentemente dualidad. Soy una prepago famosa, pero también una mujer normal. Cuando me veo bailando en una pista de baile al lado de otras parejas ajenas a mi mundo, sé que soy normal también, que estoy igual que esas mujeres que sueñan y, por qué no, aman. Estoy estudiando y creo que tengo el nivel para asumir un buen trabajo diferente a este. Admito que a veces me dan ganas dejarlo todo, otras veces me dan ganas de seguir unos meses. Hay días en que son críticos porque me da la depre, pero otros días no son tan malos.

El jueves pasado, por ejemplo, tuve un cliente que me hizo el amor como más me gusta. Creo que es de los polvos que más se acercaron a la perfección de lo que puede ser un buen polvo para mí. Después de un par de copas de vino en su apartamento, me dijo que me desvistiera totalmente y que me acostara en la cama. El tipo no se había quitado la ropa. Eso hice, y me acosté boca arriba. El cogió mis pies con su manos y comenzó frotarlos lentamente, como masajeando la planta de los pies, y luego dedo por dedo. Después, me comenzó a chupar los dedos de los pies, pasaba su lengua, con toda la calma. No sé, mujeres, ustedes me dirán, pero eso es de los máximos placeres. Luego se metió casi que todo un pie en la boca o, por lo menos, trataba. Mis pies no son muy grandes, son muy bonitos eso sí. Se metía los cinco dedos en la boca y lamía con su lengua. Yo ya estaba bastante húmeda, mojada, me parecía mentira que me fuera a venir sin que me hubiera hecho nada más. Pero él siguió tomándose su tiempo y me pasó su lengua por mis piernas, desde los tobillos hasta las caderas, iba chupando poco a poco, a veces posaba su rostro sobre mi vagina pero apenas soplaba sobre ella y se alejaba de nuevo. Después sus besos fueron subiendo hasta mis tetas, ahí se concentró un buen rato, lamiendo lentamente y mordiendo los pezones con suavidad. Solo ahí, tocó con delicadeza mi vagina, puso un dedo y frotó suavemente. No dejo que me chupen muy seguido, pero esta vez lo permití. Se puso a lamerme la cuca, con sus dos labios apretó mi clítoris, y con la lengua subía y bajaba rápidamente. Sobra decir que ya me había venido dos veces. Me vine con su chupada y se lo dejé saber.

Luego se quitó la ropa, se puso el condón y se puso encima mío. No se puso a metérmelo rápido sino que hacía movimientos cortos, como si los tuviera entrenados. No tenía afán y por eso entraba y salía varias veces haciéndome sentir ansiedad y ganas de venirme de nuevo. Arriba mío, pasó sus dos manos por debajo y cogió las dos nalgas, abriéndolas al máximo, delicioso. El tipo la tenía durísima y yo estaba muy excitada. Luego él se sentó boca arriba y yo me hice encima. El tipo siguió con sus manos en mi culo y yo estaba tan mojada que sus dedos se empaparon también. Ahí, mientras yo lo cabalgaba, me metió un dedo en el culo. Entró fácil pues su dedo estaba mojado y fue tocándome hasta que quedé lubricada. Fue el clímax, me vine de nuevo, estaba mareada pues no sé qué me pasaba pero estaba más sensible de lo normal. Pero él quería más, me puso en cuatro y me lo metió. Me pegaba palmadas en el culo y me decía que así no se aguantaba, que en esa posición siempre se venía rápido y me dijo que se estaba enloqueciendo viéndome así. Y, claro, se vino gritando como un loco y, de paso, haciéndome venir a mí de nuevo. Es impresionante, el clítoris me queda exageradamente sensible, no puedo ni tocarme porque es como cuando a una le hacen cosquillas y no puede aguantarse. Como una tortura china. Si todos los clientes tiraran así, seguiría en esto toda la vida. Pero no es así.