30 de octubre de 2014
Entrevistas
Un porro con Kevin Johansen
¿Qué sucede cuando media un cacho para entrevistar a un gran músico? El escritor Daniel Riera visitó a Johansen y entre humos y vacíos sostuvo esta entrevista porosa, llena de huecos y retrasos.
Por: Daniel RieraEso es lo que me hice, supongo que está bien. Tiene que estar bien, bah, por qué no. Me fui a la casa de Kevin Johansen, me fumé un “cacho” con él y le hice una entrevista. Y eso hice, por eso digo que tiene que estar bien.
—Estos tres porros son regalo de un cultivador amigo al que llamaremos Minimaxi. Dice que te admira mucho y que para él es un honor que pruebes de su cosecha. Lo primero que te voy a contar es que tenemos tres calidades distintas. El que tiene una marca roja se llama Blue Cheese, dice que se distingue por su sabor y tiene un “pegue” moderado. La que tiene una marca verde se llama Superskank y, como su nombre lo indica, pega fuerte. Y este que no tiene marca se llama White Widow: no es ni el que más pega ni el de mejor sabor, pero tiene un razonable equilibrio entre ambas cosas.
—Arranquemos con el Blue Cheese, el más sabroso y suave, porque yo soy como Obelix: caí en la marmita desde chiquitito. Viví en California en los setenta, entre mis 6 y mis 12 años, y debo haber inhalado el humo de marihuana del cielo de California…
(Encendemos. Kevin prueba…)
—Agradable bouquet, taninos frutales.
(El porro se apaga)
—Se apagó… Uhhh.
(Lo enciendo de nuevo. Fumo yo. ¡Rico!)
—Minimaxi cuestionó mi decisión de traerlos armados porque decía que se perdía un poco de frescura, pero yo soy bastante torpe para armarlos…
—Yo también. Soy bastante clumsy, como dicen los yanquis, bastante torpe…
(Fuma Kevin. Fumo yo)
—Es efectivamente rico.
(Risa leve. Silencio)
—Me decías que en California había buen faso.
—Bueno, seguramente había de la mejor. Yo era pibe, chiquito, pero recuerdo que me llegó el rumor de que había un faso diferente, de otra calidad. Recuerdo una fiesta que había organizado una amiga de mi padre y había niños dando vueltas, y noté que estaba fumando algo. Le pregunto: What is that you‘re smoking? Y ella me miró así de reojo y me dijo: It’s a special cigarette!
(Risas, toses de ambos)
Y ahí tuve la primera noticia de que había algo que se fumaba que no era tabaco.
(Más risas, más toses)
—Yo fumo una seca y ya estoy como Obelix en la marmita: ya tengo fuerza de vuelta…
(Creo recordar que ya había dicho lo de Obelix en la marmita. Toso. Kevin tose)
—Ya podemos empezar a cuestionar esa idea de que el Blue Cheese pega moderadamente, ¿no?
—Claro, sí…
(Risas)
—Los estándares del cultivador son diferentes…
—Claro, sí, son los que saben…
—Más exigentes…
—Lógico…
—¿Recordás la primera vez que fumaste? ¿Cómo fue?
—Sí, recuerdo. Estaría en tercer año de la secundaria, en 1976. Era una escuela progre, llegué ahí por la recomendación de un tío, dos o tres meses después del golpe. El director era un gringo de Denver, igual que mi viejo, casado con Mariana Biró, argentina pero hija del inventor de la birome (una especie de bolígrafo descartable, muy popular). La escuela, según mi tío, era algo así como “a vos te va a gustar porque está llena de hippies, intelectualosos y zurditas”. Mi vieja había estado 15 años en Estados Unidos: había pasado de la escuela de monjas en Colegiales en los cincuenta, a los sesenta, la revolución sexual y el despertar, las drogas, el rock n’ roll y todo lo que conllevaba esa época. Venía acá buscando un poco la argentinidad, pero también queriendo sentir esa libertad setentosa… en un momento muy difícil de la Argentina. Esa escuela fue una especie de isla. Y algún compañero algún día, en ese momento, 15 años, a la noche, dijo Quieren fumar, yo tengo. Recuerdo una de las veces, no sé si la primera, de tener esa sensación de retarding o de delay que tiene la marihuana, que uno es consciente, pero después, y me acuerdo de estar con unos bafles de un equipo de sonido, y en vez de bajar el volumen desde la perilla, hacía así con las manos (arquea las manos como si le estuviera haciendo reiki a los parlantes, o eso es lo que se me ocurre, no sé). Había inventado con mi propia tecnología el touchscreen del parlante y enseguida me empecé a cagar de risa.
—… (Laguna)
—Como no soy fumador asiduo, muchas veces me acelera. Me pongo a tocar la guitarra hasta las 7:00 de la mañana…
—¿Y salen cosas?
—Salen cosas, por supuesto, pero sale también una situación de uaaaa, de acelere que desconozco, porque por lo general soy más parsimonioso cuando no fumo que cuando fumo. ¿Viste que hay oficinistas que fuman con pipa de agua a las 6:00 de la tarde? Un excuñado mío era de eso: workaholic, laburaba, tudo legal y después bajaba con la pipa de agua… yo soy al revés, ya vengo relajado.
(Laguna. Quedo ante él como un periodista respetuoso, de esos que no interrumpen porque sí al entrevistado, de esos que lo dejan explayarse a gusto)
—Recuerdo algo que había en algunos amigos, que era lo que menos me atraía del faso: el morbo de lo prohibido. Había gente que se enganchaba por el lado de que no se podía. Uno descubre por qué no se puede y le parece absurdo que esté prohibido. Y recuerdo que había uno que lo cachábamos porque fumaba una seca y decía Uuuuyyy, estoy reloco…
—Sobreactuaba…
—Claro, absolutamente. Sobreactuaba mucho… decía: Uuuuy, estoy relooco… (Esto ya lo dijo, ¿no?). Era objeto de burla entre nosotros y después nos divertíamos bastante con él.
(Silencio)
—En general, los que promovían el faso entre nosotros terminaron siendo grandes potheads. Eran especialistas desde chicos: tenían una atracción fatal con la hoja.
(Toses)
—En ese sentido creo que hay algo noble: si la gente que propaga es entusiasta all the way y continúa, es porque hay algo noble.
(New, la perrita Yorkshire de Kevin, nos mira embobada)
—Y esta, mirá cómo está… Me parece que le pegó un poco.
—Y, sí…
(Silencio de Kevin)
—Me parece que tu música en general es amigable con la marihuana, que tiene una cadencia asociable, digamos…
—Sí, claro, tengo como una atracción con… este… eh… yo ya estoy requeterrecontraquemado.
(Risas. Silencio. Kevin retoma la iniciativa)
—Si querés podemos ir probando el otro, vamos catando…
—Dale —digo—, pero ahí me quedo.
(Es necesario que bajemos un poco, por lo menos yo lo siento necesario, pero mentiría si dijera que fue por eso que no prendí el Superskank: no lo prendí porque no lo prendí, porque me olvidé o algo así. Kevin continúa hablando. Me doy cuenta ahora, en la desgrabación. Cuando estábamos en su casa, me parecía que no hablaba lo suficiente. Ahora veo que el que no hablaba era yo)
—Creo que el tema de que sea una yerba, una planta, un yuyo, la nueva soja, tiene algo que evidentemente es natural y pega de ese modo. Es muy personalizado el efecto que tiene. Lo tomás como venís, te pega diferente siempre porque uno no está siempre igual. A mí me altera, pero tu estado siempre está alterándose por diferentes motivos… No veo que sea punible, que merezca prohibirse.
—¿Tuviste algún problema con la ley por causa de la marihuana? (Recuerdo una especie de euforia interior. No porque la pregunta fuera especialmente buena —no está mal, pero tampoco es nada del otro mundo—, sino porque había sido capaz de formular una pregunta en un momento difícil. Bueno, no digo difícil de dificultad, digo difícil para articular algo así como preguntas)
—Me ha pasado de viajar y olvidarme que me habían regalado, pero no ocurrió nada serio…
—… (He notado que hasta ahora usé puntos suspensivos, la palabra “silencio” y la palabra “laguna” para designar una misma actitud)
—… (Ahora el que se detiene es Kevin. Es como una guerra de nervios. Si él no sigue, tampoco yo. Cuando estoy por desilusionarme porque fui capaz de articular una pregunta y apenas me contestó esa levedad, “Me ha pasado de viajar y olvidarme de que me habían regalado, pero no ocurrió nada serio”, Kevin continúa. Es una suerte que a él le pegue más o menos locuaz)
—Después, más que nada cuentos de amigos y de gente… Había un colega que no se había animado. Cruzaba el océano de Brasil a España por un mes y quería tener su flor y solía encanutársela en papel de aluminio, y los amigos le dijeron No, no lo hagas porque es riesgoso, y él quería, iba a viajar por un mes y quería tener su flor y su cosecha, pero al final no lo hizo. Y viajó al lado de una señora muy mayor en el avión, y entraron en confianza, y le contó que fumaba, y le dijo que iba a traer su cosecha pero no la había traído, y la señora le dijo Yo tengo. ¿En serio?, le preguntó mi colega. Sí, sí, yo traigo, no te preocupes que después te doy.
Llegaron a Barajas, la señora fue al baño, le dijo Ahora vengo y salió con una caja de supositorios, y le dio la caja de supositorios con el faso adentro. ¡Estaba mucho más aggiornada que el músico!
—Jajajaja jajajajaja…
—Estás refumado, ¿no?
—Sí, pero estoy bien. ¿Probamos el otro, el skank?
—Dale.
(Le paso a Kevin el Superskank para que lo empiece él, un poco porque quiero ser amable, otro poco porque quiero ganar tiempo. Enciendo. Kevin fuma. De acuerdo con la descripción de Minimaxi, este pega mucho más que el anterior)
—Eu vou ficar pegado —dice Kevin.
—¿Es cierto que una vez tuviste un problema con el Cartel de Sinaloa?
—No un problema, una solución (risas, tal vez un poco exageradas). Estábamos en un festival en el norte de México: Chihuahua y Ciudad Juárez. La segunda noche era en Ciudad Juárez, muy cerca de El Paso, Texas. A las 2:30 de la mañana me llamó a la habitación del hotel un señor muy correcto, me dijo Buenas noches, señor, queríamos saber qué está haciendo aquí, usted sabe que somos del Cartel de Sinaloa y hay una disputa aquí, simplemente queremos informarnos… No sé qué habré titubeado, pero básicamente me asusté bastante. Ellos querían saber quién era. Le expliqué que venía por el festival, que éramos músicos argentinos, que teníamos las mejores intenciones. Cerré la ventana que daba a un tercer piso, a la piscina del hotel, y me fui gateando hacia la cama por miedo a que hubiera un francotirador en el jardín. No pasó más que eso, pero desperté a mi mánager, lo asusté, le pregunté Te llamaron a vos, etcétera. Pero terminó todo bien.
—…
—…
—¿Fuman los The Nada, los de tu banda?
—Fuman más que yo, para poder soportarme a mí…
(Risas)
—Además si se ríe el tecladista arriba del escenario no pasa nada. El problema es si se ríe el cantante…
—Tal cual… Sí, los The Nada fuman, alguno más que otro, pero en general son bastante potheads. El rastafari de la banda, nuestro percusionista, en un momento dejó porque estaba fumando mucho.
—En torno a… las bandas…, esteee… me perdí… (finalmente hago una pregunta, pero no era la pregunta que quería hacer, no importa, tampoco importa en este caso particular lo que me contesta Kevin).
—¿Observaste que el 90 % de las canciones de amor pueden ser interpretadas como canciones de faso?
—Es verdad, pero están muy relacionados el amor y el faso. Como músico y bailarina, actor-modelo, jugador de fútbol…
—Modelo…
(Risas)
—Actor-modelo…
(Risas y más risas. Risas acaso exageradas, pero risas)
—¿Participaste de actividades por la legalización?
—Sí, en varias ocasiones.
—¿Y no te molestaría contarme alguna de esas actividades si sos tan amable? (Eso es lo que pienso, pero no se lo pregunto).
—Hay que despenalizar todo de una buena vez. Así desafiaríamos, creo, a los que nos quieren vender la merca (cocaína) y todas esas mierdas. Sería una buena forma de bajar un poquito la histeria. Y la muerte, y un montón de cosas más, sobre todo de la merca para arriba.
—¿Creés que la penalización de todas las drogas estimula que consumamos cosas mucho peores que la marihuana?
—Creo que puede ser. Todo el mundo sabe…. La gente conoce más de lo que los gobiernos quieren…
—¿Qué te parece la legalización de la venta que ocurrió en Uruguay?
—Quizá se puede decir que era más fácil porque es un país chico, etcétera. Pero también podemos hablar de una cultura, ¿verdad? A mí me dio un poco de risa la atención mediática que se le dio. Lo festejé y me pareció muy bien, pero quiero que venga a Brasil, que venga a la Argentina, es una de las cosas positivas que hizo el gobierno de Mujica.
(Toma a New, la coloca sobre su regazo, fuma un poco del Superskank, se acerca el fotógrafo. Parece que este es un break fotográfico. Algo no lo convence del todo. Sonríe. Ríe un poco)
—Che, doy reputo con el perro así, ¿no?
(Risas. Risas. Más risas. Observaciones sobre gais famosos de la Argentina que tienen apellidos parecidos entre sí, observaciones sobre las cuales los lectores colombianos se quedarían afuera por no conocer a los protagonistas, pero que a nosotros nos hacen reír mucho, que a esta altura es un poco lo que sucede con todas las observaciones sobre cualquier cosa)
—¿Alguna vez te fumaste un porro con tu madre?
—Con mi mamá llegué a fumar, sí. Tendría, uy, 50, 45, por ahí menos.
—¿Y vos?
—Capaz que 20, 20 y pico. Creo que el novio de mi hermana preguntó si podía y le dijeron sí, ningún problema, y ella misma se fumó unas secas… Ella vivió en California en los sesenta y los setenta (esto ya lo dijo antes, ¿verdad?), así que el tema siempre fue una cosa optativa dentro de la cultura familiar.
(Silencio)
—La madre de mi mujer empezó a cosechar para la familia. Quién no tiene una tía en la familia que sabe cultivar plantas, bueno… ¡Mi suegra cultiva marihuana! ¡Hizo una marihuana muy halagada!
—Bueno, hay suegras que son halagadas por los fideos que preparan los domingos, a la tuya la halagan por su marihuana…
(Risas. Muchas risas, tal vez un poco desmedidas. Me parece que el chiste no era tan gracioso. De pronto, Kevin mira para todos lados. Pregunta si el gato no se escapó. No sabía que hubiera un gato en esta casa. Kevin sí. Claro, es su casa. Parece que el gato está castrado y no debería salir. Kevin sale a buscarlo al jardín. ¿Cuánto tarda en volver? ¿Resolvió el problema del gato, al fin? Parece que sí. Pero al gato no lo veo. No lo veré jamás, pero sí, si dijo que tiene un gato, seguramente ha de tener un gato)
—Contame cinco canciones tuyas y cinco de otros artistas ideales para escuchar “puesto”.
—A ver… Mías podrían ser Road Movie, podría ser Amor finito, podría ser En mi cabeza… Tantas, ¿no? Party Girl, No tiene nombre, hay muchas…
—¿Y de otros?
—Waterloo, de Abba; Todo a pulmón, de Lerner; Tirá para arriba, de Zas…
(Risas. Risas)
(Silencio)
(Risas)
—“Qué tendrá el petiso”…
(Más risas…)
—Kaya, la de Sumo…
—¿Y sos de… este… fumar no diría para coger sino para preparar la cuestión?
(Risas)
—Si ella lo precisa, puede ser… Te reís mucho, el lado del humor del faso. Es un estado positivo, creativo, interactivo, podés empatizar con el otro, este… da bien, da bien… Seguramente hay mayor conexión… A mí nunca me ha caído mal, creo que muy rara vez, quizá por la forma que tengo de fumarlo, que no es de un modo ansioso, digamos… Te reís más, sobre todo si estás con gente, se ríen de vos, te reís de vos…
(Muchas risas)
—Yo creo que ya estoy…
—Sí, pero no fumamos este…
—Es cierto.
—Ahora yo te tengo que incentivar a vos… vos me traés toda esta porquería…
(Kevin enciende el White Widow. Toma la guitarra, toca un tema de Billy Idol cuyo estribillo dice “Nice day for a white wedding”, canta “nice day for a white widow”. Risas. Más risas. Fin).