11 de septiembre de 2015

Testimonio

Yo me tatué la cara de Íngrid Betancourt

Juan Carlos Lecompte ahora se está borrando del brazo el tatuaje de su exesposa, el acto más fuerte que hizo por ella, pero no el único. Este es su testimonio de amor y arrepentimiento.

Por: Juan Carlos Lecompte

Las cosas que haces por amor son inspiradoras, contagiosas, gratificantes. Te hacen sentir bien, realizado. Pero creo que es mejor evitar este tipo de acciones, porque siempre sale uno a deber. Y lo digo basado en mi experiencia y en varios casos que conozco de personas cercanas. Esas cosas solo funcionan en las películas y son inspiradoras para los espectadores. En lo posible es mejor hacer las cosas por dinero, necesidad o algún otro motivo. Eso es lo que les recomiendo a mis amigos y lo que trato de hacer, pero, desafortunadamente, me queda muy difícil llevarlo a la práctica, porque el amor es lo que me mueve. En estos momentos, por ejemplo, mientras escribo estas líneas estoy de viaje en una irresponsable misión por amor.

Las cosas que he hecho por amor me han dado tranquilidad, han aquietado mi conciencia. En el momento en que las hice, estaba convencido de que valían la pena. Luego me arrepentí de haberlas hecho. Cuando a la persona que amas, la que duerme contigo todas las noches, te la arrebatan de una una manera brusca, la secuestran, como le pasó a Íngrid, entonces sí que tienes que hacer todo lo que esté a tu alcance por amor. Es como si te arrancaran un pedazo. No hay resignación posible. Estás dispuesto a todo para recuperar a tu pareja. Es como estar en una carrera a muerte.

Pasado el trajín electoral, estábamos en plena campaña presidencial cuando los guerrilleros se la llevaron, y empecé a preocuparme de que la imagen de Íngrid se fuera desdibujando en el tiempo. La idea de que la invisibilizaran no me dejaba en paz. En lo personal, también me dolía su ausencia y por eso, en medio de esa confusión, tomé una extraña decisión: tatuarme su rostro en el brazo izquierdo. Fueron casi cinco horas de martirio, con pequeños descansos cada 30 minutos, pero el resultado fue perfecto: una imagen nítida e hiperrealista.

Estando en Cartagena, en casa de mi madre, ella me preguntó: “¿Te has puesto a pensar qué puede pasar si Íngrid no aparece y te enamoras de otra mujer? ¡A la nueva no le va a gustar que tengas su cara ahí, para toda la vida!”. El comentario me molestó porque lo que había hecho me parecía, en esos momentos de enamoramiento y desesperación, la mejor de las ideas. La verdad es que subestimé entonces el octavo sentido, que las madres tienen superdesarrollado. Diez años después, a petición de mi novia, me encuentro quitándome el tatuaje. Si hacérmelo fue doloroso, no se imaginan lo atroz que ha sido quitármelo, no puedo describirlo. Lo hacen con un láser y todo el tiempo huele a carne asada, pero lo que se quema es la piel.

Este es otro acto de amor, a menor escala, pero de amor al fin y al cabo. Por ninguna otra razón me hubiera sometido a semejante tortura durante varias sesiones. A mí me hubiera bastado con agregarle un parche en el ojo al tatuaje para transformarlo en un pirata, o una barba, o cualquier otro detalle como de disfraz para que hubiera quedado parecido a un personaje tipo Leonel Álvarez.

Tatuarme a Íngrid en el brazo fue lo más fuerte que hice por amor a ella, pero no fue lo único: cargar un dummy con su figura por todo el mundo para que la gente no la olvidara y no se desvaneciera su imagen, eso también fue amor, o desesperación. Otra cosa que hice por ella fue sentarme a esperarla, durante varios días, en un lugar donde supuestamente iban a liberarla: la desembocadura del río Putumayo en el Amazonas, en medio de una mosquitera malsana. Allá agarré paludismo. Y cuando ya estaba que tiraba la toalla, mamado de hacer cosas por amor, saliendo a deberle a todo el mundo, se dio el milagro de su rescate. Y suceden cosas que te sorprenden y entonces te das cuenta de que no estabas equivocado, sino con la equivocada. Así que pasas la página, dejas todo atrás y continúas el camino, siempre con acciones de amor, confiado en que esta vez no saldrás a deber.


Contenido Relacionado

Testimonio

Carta a mi hija transexual por Nacho Vidal

Es uno de los actores porno más cotizados del planeta y, sin embargo, pocos conocen una de las facetas más importantes d...

Testimonio

¿Un gay nace o se hace?

Es la pregunta que todo el mundo se ha hecho, la que ocupa horas de conversaciones entre amigos, la que tiene a más de u...

Testimonio

Yo escribí la biografía de Popeye

Maritza Wills escribió la biografía del famoso sicario de Pablo Escobar. En este texto confiesa cómo lo conoció, qué le ...

Testimonio

El día que comí con Donald Trump

Una colombiana tuvo la oportunidad de cenar con Donald Trump poco antes de que se convirtiera en el nuevo presidente de ...

Testimonio

Así es una noche en el hotel más extremo del mundo

¿Se imagina dormir al borde de un abismo a 450 metros del piso? Pues eso es lo que ofrece un hotel ubicado cerca de Cusc...

Testimonio

El goleador colombiano en la liga más desconocida del mundo

Estadios enteros corean su nombre, pero pocos en el país han oído de él. Esta es la historia del colombiano goleador de ...

Testimonio

Yo diseñé los “uniformes empelotos” de ciclismo

¿Se acuerda de la polémica por el uniforme del equipo colombiano en el que las ciclistas parecían sin ropa? La responsab...

Testimonio

Así es la vida en el país menos turístico del mundo

¿Por qué viaja alguien a un país de apenas 21 kilómetros cuadrados, con la población más obesa del mundo y solo dos hote...