21 de junio de 2018

Historias

El hijo de Hugh Hefner

Heredó la responsabilidad de presidir la legendaria revista que fundó su padre. Hoy, Cooper Hefner les abre paso a las transgénero y al feminismo. ¿Será capaz de conectar Playboy con los millennials?

Por: SoHo

A sus 26 años y como heredero del mayor libertino de la segunda mitad del siglo XX, Cooper Hefner bien podría tener a siete conejitas como novias a la vez, al igual que lo hizo su padre, y pavonearse de ello ante sus más de 108.000 seguidores en Instagram. Para emular la célebre extravagancia de su progenitor, podría también tomarse fotos con un ramillete de rubias en el jacuzzi de su mansión, recorrer el mundo con ellas en su jet privado y ser el alma de la fiesta en las juergas de pijamas púrpura en el club de la marca en Londres.

Pero todas esas diversiones que tejieron la leyenda de Hugh Hefner, no le atraen al menor de sus cuatro hijos. Si su padre fue uno de los grandes practicantes del poliamor, Cooper es hombre de una sola mujer, la actriz Scarlett Byrne, su prometida, afamada por su rol de Pansy Parkinson en la serie Harry Potter. Se conocieron por Internet y Cooper no le vio problema a que posara sin ropa para Playboy el año pasado. “Fue su decisión. Quiere ser dueña de su sexualidad, así que además escribió el ensayo que acompañó las fotografías. Hablamos muy a menudo de feminismo y sobre por qué los hombres pueden aparecer topless en Men‘s Health, mientras que una mujer tiene que justificarse si lo hace en Playboy”, contó hace poco en entrevista para The Times, de Londres.

Hugh Hefner estaría de acuerdo con esta inquietud sobre el destape igualitario, pero él, que nunca lavó un plato, no seguiría a su moderado hijo en el deseo de compartir las labores de la casa cuando se case con Scarlett. En su diálogo con el diario inglés, opinó: “Las mujeres llevan la peor parte (...) Siempre van a ser criticadas, sea que quieran controlar su vida sexual, alcanzar la cima o concentrarse en sus familias”.
Derribar esos estereotipos es justo la premisa de su trabajo como presidente creativo de Playboy Enterprises, posición que asumió poco después de la muerte de su padre, en 2017. Por supuesto, admira a Hugh Hefner y su revolucionaria labor de enseñarle a la puritana sociedad estadounidense que no hay nada malo en el sexo, pero quiere modernizar el imperio que creó, cuyas ventas ascienden a unos mil millones de dólares anuales, segun datos de The Hollywood Reporter.

“He pensado mucho en cómo tomar esa herencia y construir un discurso válido para los millennials”, dice sobre generación a la que pertenece y en la que subraya el hecho de que fue la primera que descubrió el sexo por Internet: “Para nosotros todo estaba en la pantalla. Los videos que vi allí a los catorce años eran repugnantes y traumáticos y eso marcó unas expectativas insanas”. De ahí que insista en preservar Playboy, pues cree que tiene un rol en difundir una visión saludable del sexo, como lo hizo en los años sesenta y setenta.

Ello incluye adaptarse a los cambios en cuanto al género y el debate sobre la sexualidad. Por eso, una de sus innovaciones fue elegir por primera vez a una transgénero, Ines Rau, como conejita del mes, a finales de 2017. Por un lado, contó Hefner a The Times, resultó increíble la amplia aprobación de la portada, pero también cundió la intolerancia. “Hugh no lo habría permitido”, alegaron muchos, ignorantes de que él le dio una primera oportunidad a Rau en un especial titulado Playboy A-Z, en 2014. Así mismo, había acogido en el magazín a otra transgénero, Caroline Cossey, en 1981 y 1991, mas no como playmate.

Esas críticas convencieron a Cooper de la necesidad de evolucionar. “La marca ha estado enfocada en el hombre heterosexual, pero siempre ha abogado porque cada cual viva a plenitud el sexo (...) Por eso cambiamos el eslogan de la revista de ‘Entretenimiento para hombres’ a ‘Entretenimiento para todos’, con el fin de que sea algo más que el ‘club’ masculino del pasado”, anotó.

Cooper Hefner nació en Los Ángeles el 4 de septiembre de 1991 en un hogar nada convencional. Mucho antes de su venida al mundo, en 1953 y con Marilyn Monroe en su portada, su padre había lanzado la revista que modeló al hombre moderno, abierto a un amplio rango de intereses y un tanto libertino. Con sus famosos desnudos femeninos y artículos de grandes firmas, como García Márquez, Playboy configuró un estilo de vida patente en la popular mansión que llevaba su nombre, donde caballeros, por lo general mayores, disfrutaban de orgías con despampanantes jovencitas.

En esa casa se crió Cooper, el segundo de los dos hijos que Hef tuvo con Kimberley Conrad, la playmate que desposó en 1989, cuando tenía 63 años y ella 26 (primero había estado casado con Millie Williams, madre de sus hijos Christie y David). La boda mereció la portada de People porque el último de los solteros empedernidos, que tanto desafió al esquema de familia tradicional, había sido “domesticado”. “Mi padre creía que no todos quieren una pareja para toda la vida, sino que hay quienes desean experimentar. Así vivió siempre, a excepción de breves periodos, uno de los cuales fue cuando estuvo casado con mi madre”, le aseguró Cooper a The Times.

De esos años, Hefner recuerda que las conejitas solían ser niñeras de él y su hermano Marston y que cuando creció, ellas lo llamaban “nerdy”, pues leía libros de historia. “No llamaría a mis padres normales, pero trataron de darnos una vida lo más normal posible. Yo no andaba desnudo por la casa, pero tampoco es que ellos estuvieran muy vestidos, ya que rechazaban el pudor excesivo propio de Estados Unidos”, aseguró, al tiempo que defendió el lado paternal de Hugh. “No era el tipo de papá pendiente de que hiciéramos las tareas del colegio pero, mientras que algunos padres exitosos hacen de su carrera su vida, él pasaba mucho tiempo con nosotros. Jugábamos dominó, ajedrez y cartas y veíamos Los Simpson”.

Sobre crecer al lado de las mujeres más deseadas del mundo, le declaro diplomáticamente a The Times: “Ellas eran adorables y nos ofrecían una percepción única acerca de las mujeres. Venían de diversos lugares y sumaban un elemento que solo se podía encontrar allí”.

Por lo demás, admite que Hef le hablaba de no propasarse con ellas, pero nunca le dijo cómo tener sexo. Lo más parecido a ello fue una charla que tuvo con su madre a los 14 años. “Ella puso una caja de condones en mi baño. Yo me sentí mortificado, le pregunté por qué y me respondió: ‘No estoy preguntando nada, solo te estoy diciendo que cuando eso pase, quiero que estés seguro’”.

Kimberley reconoce que imponía disciplina en la mansión Playboy, incluso tras su separación de Hefner, en 1998, cuando se mudó con sus hijos a una casa contigua, conectada a la otra por un puente. “Hay un lugar para todo. Si la gente quiere estar desnuda, es su elección. Pero cuando los niños estaban pequeños y Hef hacía sus fiestas, no tenían por qué ver a tres chicas teniendo sexo con un tipo”, le explicó la modelo a GQ.

Para Cooper, un recuerdo mucho más inspirador de Kimberley es el gigantesco poster de su portada más célebre en Playboy colgado en uno de los salones de la casa. El año pasado, él la convenció de recrear la sesión fotográfica de aquel 1988, basado en la filosofía que quiere implantar en la revista: homenajear a las playmates por sus diferencias de tallas, contextos y culturas. “Volví a hacer la portada de mi madre porque nunca se es una exconejita. No quiero discriminar a ninguna mujer por la edad (...) Deseo mostrar y honrar a la vieja generación”, manifiesta.

Con lo que no comulga es con suprimir los desnudos de la revista, así que cuando ello sucedió, en 2015, él protestó retirándose. “Era impensable que Playboy, la marca que ayudó a lanzar la revolución sexual en el siglo XX, se deshiciera del atributo que la hacía única”, le expuso a The Times. La idea fue un fracaso, los destapes regresaron el año pasado y lo que Cooper quiere ahora es renovarlos en su estilo.

A raíz de ello, volvió la vieja crítica de que Playboy hace de la mujer un objeto y que por eso está caduca en pleno auge del movimiento #MeToo contra el acoso. En respuesta, él asegura que quiere que la empresa sea feminista y que el #Me Too tiene que ver más con poder que con sexo, el cual no es el enemigo: “No hay nada malo en el sexo consensual; lo malo es usarlo como arma, para humillar a las mujeres o como una herramienta de negociación. Playboy nunca deshumanizará al género femenino”, concluyó.

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