22 de septiembre de 2016
Historias
¡No al hombre muy churro!
La periodista Alejandra Omaña cuenta por qué siempre que ve un hombre demasiado churro prefiere decir no.
Por: Alejandra OmañaDigamos que sale de paseo un fin de semana como una chica práctica: lleva un pantalón corto, dos camisetas, un vestido de baño, unas gafas de sol, un bloqueador, quizá polvos y brillo. En su casa dejó la base, el corrector, el rímel. Solo cuando lo necesita, nota que se le quedó el desodorante. Y decide vivir así, pedir prestado lo que necesite o comprarlo en la tienda más cercana. (¡No al hombre demasiado inteligente!)
Él va de paseo con usted. Lleva una crema para el pelo, otra para la cara y una más para el cuerpo; una peinilla que nadie nota si usa, champú brillo intenso con aloe vera y biotina para lisos perfectos; un perfume o dos, bronceador y gel refrescante. El tipo se depiló, se cortó el pelo y se arregló la barba. Y solo se tomó un jugo verde de desayuno, para evitar verse inflado en la piscina.
Antes de salir de su casa, usted era una chica segura, que prefirió llevar un libro que maquillaje. Se sentía fuerte y divertida. Hasta que vio la maleta de él y se convirtió en una hippie.
Esto suele pasar cuando sale con un chico muy guapo, excesivamente guapo, que por lo general es también muy vanidoso. Claro: se tiene que cuidar para seguir siendo bonito, para seguir sintiéndose bonito. Mientras, usted se avergüenza por demorarse menos que él en alistarse. (Mi primer video porno por Alejandra Omaña)
Uno lleva unos zapatos bajitos en la cartera para cuando se canse de los tacones, pero sospecha que él los usaría con más elegancia, los llevaría con estilo hasta llegar a casa por la noche; punta, tacón, punta, tacón. Y se aguanta conversaciones pendejas porque recuerda el culazo que tiene… mejor que el de uno; un culazo que combina divino con la carita de placer que pone cuando está encima de usted. ¿Y por qué esa carita? Porque a él le gusta ser admirado y verla morderse los labios cuando hace posiciones tan normales —a un ritmo sin ritmo— que no le permitirían verse feo. (¡No al hombre que se cree superpolvo!)
Pero un día usted se cansa. Hasta la langosta aburre si se come todos los días. Se cansa de tener que conquistarlo y de estar alerta de las demás viejas, porque le llueven tantas que no le importaría perderla. Probablemente es tan normal en la cama porque sabe que si usted se aburre, hay otras.
Acéptelo: es más placentero que la conquisten y que le demuestren que no la quieren perder a estar cuidando a un tipo porque es irresistiblemente guapo. Es mejor cambiar un culazo respingado por una conversación imparable sobre la vida con un hombre que, mientras usted y otras los ignoraban, tuvo tiempo para hacerse interesante.Salí con un par de bonitos hace mucho tiempo. Fue suficiente. Ahora solo me fijo en el tamaño de su cerebro y en el grosor de su corazón. Qué rico. (Contra el feminismo por Alejandra Omaña)