10 de septiembre de 2018

Historias

Virgen a los 31

Mucho se ha hablado sobre el celibato por estos días, ¿pero qué pasa cuando una persona no ha tenido sexo en toda su vida por motivos que no son religiosos? Estas son las razones por las que un contador bogotano, amante del fútbol y la rumba, se mantiene tan intacto como el día en que nació.

Por: Guillermo Troncoso

Por supuesto que no he visto esa película de la que tanto hablan llamada Virgen a los 40. No es mi objetivo llegar a esa edad sin, como dicen, haber conocido mujer. Pero si por alguna razón sigo virgen para ese entonces, supongo que ya no me afectará sobremanera.

Cada cierto tiempo me llaman de Caracol Radio, del espacio de la mañana. Don César Augusto Londoño y don Gustavo Gómez son los que más molestan con el tema. Lo primero que me preguntan al aire es "¿qué hubo, ¿ya?". Y a mí me toca responderles que nada, que a mis recientemente cumplidos 31 años sigo tan virgen como el 12 de enero de 1977 en que nací. Ustedes dirán que no se puede ser tan de malas en la vida, sobre todo siendo hombre. Mi caso puede ser una rareza, pero he llegado a un punto en que me parece una situación de vida normal. A mi edad, ya se está acostumbrado.

Así es. Soy virgen. Jamás he tenido sexo. Y puedo decir que ni siquiera sé lo que es un beso apasionado.

Y no se trata de ningún tema de convicción religiosa ni de elección de vida. Simplemente no se han dado las cosas.

Soy el mayor de una familia de tres hermanos, vivo con ellos y mis padres en el barrio Capellanía, de Bogotá. Al igual que mi papá, resolví elegir la contaduría pública como profesión. Hay quienes dicen que los contadores somos personas grises o sin aristas, pero yo me siento tan alegre y extrovertido como cualquiera de mis compañeros de carrera en la Universidad Central. Mi círculo de amigos se reduce a algunos de esos colegas y a la gente con la que crecí en mi barrio. No tengo amigos o amigas de oficina porque desde hace seis años, cuando entré a la vida laboral, estoy llevando los números de varias empresas no de planta, sino como free lance. Eso me ha impedido conocer más gente de la que quisiera, aunque estoy trabajando en eso.

Desde mi adolescencia he visto cómo los demás empiezan a tener relaciones sólidas, a rumbearse o a tener sexo ocasional. Sucede que a mí no me interesa perder la virginidad porque sí. Quiero que cuando pase haya caricias, besos y abrazos sinceros, que exista el amor. Y aunque no me importa si mi pareja ya no es virgen, me encantaría que lo fuera pues todo pasaría de manera más natural.

¿Que cómo soporto la tensión sexual mientras tanto? Pues ocupándome en mis labores, desfogándome en la rumba cada 15 días (me encanta bailar) y dedicándole mucha energía al fútbol. Soy hincha furibundo de Millonarios y cada domingo asisto a ver a mi equipo del alma en localidad oriental numerada. Más allá de eso, el autocontrol es la clave. No soy consumidor de pornografía y evito la posibilidad de masturbarme. Simplemente espero. Si mis hermanos y la gran mayoría de mis amigos tienen pareja, a mí ya me llegará el momento.

Lo que ocurre ahora es que a ninguna mujer le interesa formar un hogar con miras a un futuro, que es mi pretensión. Mis padres llevan 33 años de casados y mis abuelos, 61. Eso es un verdadero ejemplo. Supongo que no estoy pidiendo nada extraordinario. No me cabe en la cabeza que uno las trate bien, sea galante, amable y cariñoso, para que luego resuelvan irse con el más malo de todos. 

Sé que soy un tipo normal, ni feo ni bonito, pero tuve serios problemas de timidez. Me costaba mucho ir a hablarle a una mujer y dejé pasar decenas de oportunidades. En la universidad hubo una que me encantaba, pero nunca lo supo. En mi barrio me enceguecí por otra. Ella se enteró mucho después, cuando ya estaba enfrascada en algo serio. Sé que nunca tendrá nada conmigo. Hubo otras a las que sí me animé a hablarles, y curiosamente con ellas siempre existió empatía para una segunda cita, pero después decidían que solo me querían como amigo... Típico. He escuchado tantas veces esa frase... Eso me generó un enorme temor al rechazo.

Me ha pasado que un par de mujeres se han interesado en mí, pero como ocurre en estas situaciones del amor, yo no estaba interesado en ellas. Mis amigos me dicen que soy demasiado exigente en el asunto del físico y que me voy a quedar el resto de vida buscando a la mujer perfecta. Mis amores platónicos son, por ejemplo, Laura Acuña y Rochy Stevenson, y también otras presentadoras como Silvia Corzo o Inés María Zabaraín.

Mis fantasías sexuales no son distintas a las de cualquier otro hombre: un trío con dos mujeres, o ver a dos de ellas tocándose y besándose, es lo mejor del mundo. Así mismo, me resulta imposible creer que haya a quienes les parezca rico hacerlo en lugares públicos o donde puedan ser fácilmente sorprendidos. A mí la adrenalina no me excita.

Hubo un tiempo en que mis amigos solían molestarme mucho, pero al igual que yo, se han acostumbrado. No hace mucho terminamos en una whiskería en la Caracas, y tanto fregaron con el tema, que hasta terminaron pagándome un polvo. Pero no pasó nada. No tengo nada en contra de estas mujeres, pero no sé qué placer le puede ver la gente a estar con alguien que se acuesta en forma mecánica con decenas de hombres.

En cuanto a novias o relaciones serias, la única que he tenido no me duró más de un mes. Muy poco tiempo para recibir al menos un beso largo y apasionado. No sé lo que es un beso con lengua. Normalmente las mujeres no creen que yo sea virgen. Incluso mis amigos me han recomendado que no les hable mucho del tema.

Desde hace un año asisto a cita con la psicóloga. Ella me ha ayudado enormemente a subir mi autoestima. Por estos días empecé a asistir al gimnasio, a ver si elimino los kilos de más. Seguramente todo esto me ayudará, por fin, a involucrarme en una relación. Pero con este tema no tengo prisa. Se nota que nunca la he tenido. Finalmente de lo que se trata es de conocer y compartir. No tengo ningún tipo de exigencia exagerada. Lo único que pido es que la que ha de llegar sea bonita, le guste la rumba y me permita abandonarla las tardes de domingo, cuando estoy con toda mi alma y mi mente puestas en el balón.

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