Corría el año 1974 y yo corría con él, muerto de frío, por los costados del Parque del Buen Retiro, en Madrid De vez en cuando cambiaba el circuito y caminaba por la Castellana hacia el norte de la ciudad, mirando y admirando las bellezas de la ciudad que se terminaba un poco después de la Plaza Castilla. Cuando pasaba frente al estadio Santiago Bernabéu sentía ya una vibración, un estremecimiento que me hacía emocionar. No imaginaba la razón, no comprendía el significado. Sentía una recatada envidia por las personas que merodeaban el majestuoso estadio y pensaba en lo maravilloso que sería conocerlo por dentro. Lejos estaban las visitas guiadas, el museo, las cámaras digitales y la semanal costumbre de mirar los partidos por televisión. En esa época de giras y bohemia madrileña, conocí, en realidad tuve la felicidad de conocer y hacerme amigo de dos de los más grandes artistas de este bendito país. Dos señores humoristas: José Luis Coll y Miguel Gila. Me honraron con su amistad, me abrieron las puertas de sus casas (y de sus cavas) y me hicieron partícipe de sus vidas, familias, aficiones… Conocí las tertulias, los café concert y me hice asiduo concurrente de los mismos lugares. Claro, era una manera más de compartir nuestros gustos comunes. Los domingos, luego de comer en casa de Coll, esperábamos la llegada de Gila desde Barcelona, para asistir juntos al fútbol y disfrutar del Real Madrid. Ellos dos eran fanáticos seguidores y me contagiaron su afición. Conocí gracias a ellos el estadio por dentro y agregué a mi conocido fanatismo por el Independiente de Avellaneda, mis queridos Diablos Rojos, el amor por la camiseta del Real, la pasión merengue. A tal punto que he sido invitado a conocer a los jugadores, a asistir a entrenamientos, a visitar la Ciudad Deportiva.
Me llevaron al Palco de Honor y me llenaron de satisfacciones. Me han honrado con el título de Socio Honorario. A quien lo dude no tengo inconvenientes en mostrarle el diploma y la credencial que lo atestiguan. Con el tiempo, queridos amigos como Alberto Cortés, Miguel Ríos, Quique Wolff, Víctor Manuel, Jorge Valdano y Álex Grijelmo incentivaron aún más mi cariño por el Club… y por sus esposas, claro. Admiro al Real y trato de seguir sus campañas por televisión o en persona cuando estoy en Madrid. Y así como quiero a mi Independiente y tengo mi pica con nuestros adversarios directos, los seguidores de Racing, también me sucede lo mismo con los del Barça. Mis más cálidas discusiones con Serrat son acerca de ese tema. A pesar de que mucha gente pueda pensar que discutimos sobre teatro, música o canciones, nuestro habitual, nuestro único tema de disputa es el fútbol. Especialmente para Joan que no sabe mucho más de nada. Con decirles que es hincha de Boca… Pero con quien más interés me provoca discutir, intercambiar ideas y llegar a las manos, como corresponde a dos hombrecitos, es con Samper. A pesar de haber conocido las delicias del Independiente Santa Fe, de saber que mi Independiente es el equipo que más copas internacionales ha ganado en el mundo entero, ha renegado de su amor por la camiseta colombiana a cambio de una turbia pasión culé. Y eso que vive en Madrid y muy cerca del estadio… Inútiles han sido las conversaciones, los métodos persuasivos, la inteligente dialéctica y hasta el soborno. Es irreductible. Su pasión por el equipo catalán es melosa, constante, repugnante. Y ha contagiado a los inocentes integrantes de su numerosa familia con arteros regalos de camisetas, corruptas invitaciones a ver partidos a sus hijos, nietos y novias (de él). Su fanatismo casi religioso ha hecho que llegara tarde o directamente no asistiera a todo tipo de reuniones, trabajo, obligaciones personales y familiares. Ha dejado plantada en muchas oportunidades a su sufrida esposa, pobre. Que, estoy seguro, debe ser hincha del Real, aunque más no sea por llevarle la contra. Y no hay nada peor que encontrarlos juntos, a Serrat y a él, para comprender que son una pareja, un modelo desagradable de relación de pareja, claro. Los une todo tipo de bajas pasiones, en especial la barcelonista.
Debo decir, con hidalguía, que de vez en cuando envidio la suerte que tienen. La felicidad de ver jugar a los dirigidos por el Pep, de admirar la maravilla de juego que despliegan y de contar entre sus filas con el número uno (argentino, claro). Pero también recuerdo que César Luis Menotti siempre dice que para tener un gran equipo hace falta un crack por línea. El Real de 2011 lo tiene, sin dudas. Un portero de lujo, Iker Casillas, quizá el mejor de España. Una defensa con Sergio Ramos y Xabi Alonso. Adelante, Marcelo, Benzema, Özil, jugadores desequilibrantes y fuertes. Dos grandes del fútbol argentino, como Ángel Di María y el Pipita Higuaín. Y adelante un destroyer, un superpanzer, una aplanadora, que encima juega bien a la pelota: Cristiano Ronaldo. Creo que Menotti tiene razón... Por eso el Real es un gran equipo. Espero de corazón que Mourinho los deje jugar como saben.
Les deseo lo mejor, a Samper y a Serrat. Pero no se descuiden, queridos amigos. Los seguimos desde cerca, con sanas y competitivas intenciones de superarlos en el juego, de pasarlos en el puntaje y de reventarlos, como se merecen.
Con un abrazo madridista.