14 de agosto de 2007
Humor
Cómo entender... la mujer caleña
A finales de los años setenta, el filósofo Ramón Garzón dictó una polémica conferencia en Cali, cuyo título escandalizó a más de uno: "La mujer no existe".
Por: Sandro Romero ReySe trataba, en realidad, de una reflexión acerca de las teorías de Lacan, donde se asegura (incluso apoyado por las más recalcitrantes feministas) que "el estatus de ‘la mujer‘ como categoría absoluta y garantizadora de fantasías es falso", según afirma Jacqueline Rosé. Sin embargo, ubicados en el Cali hedonista de la década prodigiosa, donde las mujeres, la hembra caleña, era un objeto de deificación publicitaria, pues el asunto sonaba poco más que una provocación.
La historia me ha saltado de nuevo a la memoria, ahora que me ponen a pensar en "la esencia" de la mujer caleña. ¿Existe una identidad entre las féminas nacidas en la capital del Valle? Para los que necesitan de clichés, supongo que sí. Según una definición que aparece en internet, "la mujer caleña se carecteriza (sic) por su belleza fisica (sic), su forma de ser tan especial con las personas su carisma (sic) dentro de un grupo social y inevitablemente (sic) por su forma de bailar la salsa pura, de santiago de Cali" (sic sic sic). Me imagino que si todo esto es una característica de las caleñas, querrá decir entonces que las otras colombianas no lo son. No quiero dañar la fiesta de las definiciones, pero yo no encuentro mucha diferencia entre una caleña, una barranquillera, una pereirana, una bogotana.
Quiero decir, encuentro la misma diferencia que puedo encontrar entre una caleña y otra caleña, entre mi mamá y mi primera novia, por ejemplo. Ambas son caleñas y son tan distintas como Margaret Thatcher y Courtney Love. Lo que sí podría decir, sin tener una razón exacta, es que las colombianas son muy distintas a las suizas, a las uruguayas, a las finlandesas.
Pero, bueno. De eso no se trata este artículo. Se trata de intentar la forma de entender a las caleñas. Lamento informar que yo nunca las he entendido del todo. Podría decir que son descomplicadas, sumisas y exhibicionistas. Pero también las hay complicadas, indómitas y recatadas. Pueden ser dominantes y ganan las peleas, así no tengan la razón. En fin. Puedo aventurarme a decir que todas saben bailar, menos las intelectuales. Ahora bien: desde la década del noventa, hay una proliferación de orquestas de mujeres salseras, que no se da en otras latitudes (según Umberto Valverde y Rafael Quintero en su libro Abran paso, hasta 1995 había 114 intérpretes exclusivamente femeninas).
Existe el mito de que las mujeres caleñas son las más bellas del mundo y que enloquecen a los hombres. He conocido a más de un extranjero que viaja, muerto de la curiosidad, a conocer el canto de las sirenas vallunas. Por lo general, no se decepcionan. He oído, así mismo, que tienen fama de ser los mejores polvos del mundo. Creo, por supuesto, que es una exageración. Como me parece una exageración la canción interpretada por Piper Pimienta que asegura que "las caleñas son como las flores" o que "son rosal de un jardín de amor que alguien plantó" como dice también Pastor López, o las floridas metáforas de Para ti, caleña de Nelson González.
Vana poesía botánica que se baila bien. Creo que la única caleña que es como las flores es mi antigua cómplice Margarita Rosa de Francisco. Me preocupa, hoy por hoy, que el Valle del Cauca se ha convertido en Silicon Valley, por la fascinación de las caleñas por la cirugía plástica. Aunque tengo un amigo que se confiesa abiertamente siliconero.
Me parece, para seguir con los símiles musicales, que más se acerca al entendimiento de las caleñas lo que cantan Richie Ray y Bobby Cruz en su himno Amparo Arrebato: "Amparo enreda a los hombres y los sabe controlar…" Sí. Las caleñas han sabido enredar a los hombres y se han inventado un mito para poderlos controlar. Confieso que hace años no me enredo con una caleña porque, por desgracia, me he sabido controlar. Pero si alguno de los lectores quiere seguir algún consejo de caleño, lo único que le recomiendo es que les tenga miedo a mis coterráneas. Es la mejor manera de demostrarles que sí existen.
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