24 de abril de 2015
Experimento
Cata a ciegas de almohadas
El escritor Antonio García Ángel duerme poco y necesita una muy buena almohada para pegar el ojo. Por eso, SoHo le compró siete, de precios y materiales muy diferentes, y se las fue pasando, una por una y sin decirle cuál era cuál, para que las probara y nos diera su veredicto. Con ustedes, el resultado de este experimento soñado.
Por: Antonio García Ángel
Almohada El Tapicero (media estrella)
Dormí —traté de dormir, para ser más exactos— con la almohada número 1 durante tres noches. Es liviana pero durísima. Imagino que está rellena con espuma de poliuretano sobrante de algún proceso industrial, o algún polímero tóxico, una especie de icopor requemado y lleno de turupes, duro, con la consistencia de un chorizo mal embutido. Jackeline, la empleada que viene una vez por semana, me dijo “yo no he dormido en ninguna de esas almohadas que le trajeron, pero así agarrándolas me pareció que esa tiene adentro un chunchullo gigante, de esos que quedan tostados”. El material del forro es también infame: una especie de tela acrílica con visos brillantes, que bien puede servir para tapizar los muebles o hacer cubrelechos de moteles baratos.
En tan solo tres días, la almohada ha sufrido una deformación significativa. Pese a lo dura, parece ser maleable como la plastilina. La parte donde ha estado apoyada mi cabeza —las veces que he podido apoyarla y soportarlo— tiene una evidente hondonada. Pese a ello me ha resultado imposible doblar esta almohada en dos. Creo que, si tuviera la fuerza para hacerlo, se rompería como un pan.
Más defectos: es demasiado angosta para cualquier funda, queda bailando dentro, se sale; y para colmo de males es demasiado alta: me duele el cuello al usarla, pues la cabeza queda en ángulo de 90° con el cuerpo al recostarme en ella. Quizá así sean las almohadas que dan en las cárceles… no, en las cárceles no, porque podrían usarse como objetos contundentes.
Tomo notas en un cuaderno, con la cabeza apoyada en esta almohada, espero que sea la última vez que la use en lo que me resta de vida.
Almohada Natural Soya Americana (cuatro estrellas)
A diferencia de la anterior, se trata de una almohada honesta: se puede abrir un cierre en la funda —una especie de dacrón sedoso, suave al tacto— y sacar un bloque de espuma color verde manzana,
Si nos permitimos teorizar sobre almohadas con total impunidad, e inventarnos conceptos para evaluarlas, podemos afirmar que esta tiene mayor estabilidad formal, pues por lo visto jamás pierde sus contornos. Es, además, la más geométrica: la espuma tiene un troquelado que haría pensar en una chocolatina. La surca una especie de canal central, transversal, que parece estar diseñado para que la cabeza quede acunada ahí, con el cuello apoyado. Por debajo —esta almohada tiene un encima y un debajo— es plana.
Es cómoda. Aunque dormí muy bien en ella, dudaba si me gustó más de la cuenta porque venía de usar la primera almohada, ominosa y terrible. Esa deberían prohibirla, como la pólvora y las armas de fuego.
A medida que fui utilizando las demás almohadas, confirmé la buena impresión que me dejó la 2: sus méritos son propios, no solo producto del contraste con la 1.
Almohada Esencia del Sueño (tres estrellas y media)
Material: espuma viscoelástica, 100 % poliuretano
Dónde se consigue: tiendas Pepe Ganga
Precio: $84.900
Esta almohada es plana, más ancha que las anteriores; su funda, también con cierre, es suave, algodonosa. Mientras la anterior cedía más fácil al peso de la cabeza, esta tarda más en hundirse o curvarse. Es, digamos, más maciza.
Creo que presenta problemas si uno la dobla en dos para leer, ver tele o trabajar en el computador: trata maniáticamente de desdoblarse, eso hace que uno aligere un poco la presión sobre ella y quede incómodo.
Hay algo que me disgusta de esta almohada: a veces la siento dura. Soy de los que les gusta hundirse en la almohada, sentirla inundar la concavidad del cuello. No me gustan las almohadas que son como el mar Muerto, en las que uno jamás se sumerge.
Almohada Fresh Gel Suite Night (una estrella)
La almohada que probé a continuación es de la misma fábrica que la anterior. Ambas tienen la misma funda suave y algodonosa, con la diferencia de que esta es más pesada, más densa. Tiene lo que parece ser un recuadro azul oscuro en uno de sus lados. ¿Para qué servirá? Especulo que puede ser una especie de perpetuo lado frío, algún material gelatinoso de esas características. Debe de ser lo que la hace tan pesada: si te dan un almohadazo con esta, te causan más estragos que si te pegan con la 1.
Tras algunas noches seguí tomando apuntes sobre esta almohada y me parece muy alta. Si uno duerme de lado, la cabeza le queda torcida y no tarda en dolerle el cuello. Para rematar, es aún más dura que la anterior, que ya me desagradaba un poco por eso. Tiene la consistencia de los cojines de sofá: si se la sostiene de un extremo, en el aire, de forma horizontal, ¡la ley de la gravedad no la dobla!
En el momento en que la probé, ranqueó de penúltima, apenas por encima del chunchullo maligno. Ninguna de las que probé luego pudo hacerla subir en la clasificación.
Almohada Primavera (cinco estrellas)
La almohada 5 viene con ropa de cama: trae una funda blanca con un embone naranja. La tela es de primera. Desde que empecé a tomar notas recostado en ella, hasta que tuve que jubilarla con mucho pesar, todas las impresiones fueron buenas.
Otra cosa que me gustó de esta almohada es su tamaño. Si utilizáramos el papel para impresión como patrón comparativo, diríamos que las dos anteriores son tamaño oficio mientras que la 5 es carta. No se necesitan almohadas tan grandes a menos que uno sea muy cabezón, como Charlie Brown y muchos extraterrestres del cine. Y si uno llega a compartir almohada con alguien basta esta, porque alcanza para estar cerquita, mirándose los ojos, y de vez en cuando besarse. Hice la prueba empírica.
La consistencia es ideal: se hunde, pero no se desparrama. Además, funciona bien doblada en dos para leer o ver televisión.
Almohada Soñar (dos estrellas)
Dónde se consigue: Almacenes Éxito
Escribo recostado en la almohada número 6. Estoy en el Atlántic Lux Hotel de Cartagena, son las 10:00 de la noche. Al fondo suena el tráfico de la avenida San Martín. Alguien cierra una puerta en el corredor. Mañana me recogen a las 5:30 a.m. para llevarme a Mompox por un encargo periodístico simultáneo a esta cata de almohadas. Para no meterle ejemplares extraños a mi investigación, traje la almohada 6 desde Bogotá. Jamás había viajado con una almohada en mi maleta.
Cuando llegué a la habitación decidí quitarle la funda a una de las almohadas, para ponérsela a la 6, y oh sorpresa: la almohada del hotel tenía unas manchas preocupantes.
¿En cuántas así, de hoteles o aun de moteles, he puesto mi inocente cachete? Quitar la funda a una almohada de hotel puede ser como entrar en la cocina del restaurante chino que te hace domicilios.
Bueno, entremos en materia: la almohada 6 está recubierta con tela quirúrgica, de esa con la que se hacen los tapabocas desechables y los limpiones ídem, una pseudotela que venden a 1000 pesos el metro. Da la impresión de que su relleno es una lana sintética que alberga mucho vacío, pues el peso de la cabeza basta para desinflarla. Es demasiado blanda, esponjosa y, diríamos, sin carácter. Prácticamente da igual que esté plana o doblada: se comprime demasiado… Al menos no es incómoda, pero es una almohada intrascendente. Tampoco sirve para ponérsela entre las piernas ni para abrazarla en soledad depresiva. Es un poco etérea, incorpórea… Durante un tiempo me gustaron las almohadas con poco relleno, apenas más anchas que un cubrelecho mullido. Creo que incluso al yo de esa extraña etapa le parecería insustancial esta almohada.
Después de dormir la primera noche en Mompox con la número 6, añadí más impresiones. Deberían venderla como cojín pequeño. Si la 3 y la 4 eran oficio, y la 5 era carta, esta es una hojita de libreta. A veces me gusta poner la cabeza debajo de la almohada, enterrarme como un avestruz. La 6 no me permitió hacerlo. Primero, por lo pequeña, y segundo, por lo liviana. El viento del abanico se la llevaba como si fuera una bola de heno en el desierto.
En la vía Mompox-Cartagena los carros pasan en un planchón que tarda una hora en hacer el recorrido. De la misma forma vinimos. Pero esa mañana el planchón no partía porque no tenía lleno el cupo de carros, buses y camiones. Debimos esperar dos horas. En ese momento agradecí haber traído la almohada 6 porque la saqué de mi morral, recosté al máximo el asiento y dormí dos horas con la cabeza más cómoda.
Lo mismo hice luego del sancocho de gallina que me comí en San Jacinto. Quizá la almohada 6 sea, más que para tenerla en la cama, un accesorio para viajeros, pues es pequeña, se desinfla mucho y ocupa poco espacio en la maleta. Permite siestas en aviones y automotores.
De otro lado, el relleno de la almohada se empezó a apelotonar, a llenar de grumos. No me imagino cómo estaría en un mes.
Almohada Hotel Linen (cuatro estrellas y media)
Dónde se consigue: tiendas Distrihogar
Al igual que la 5, la 7 está rellena de plumas. Su funda es de buena tela, resistente aunque suave. Está bien, es cómoda, me gusta, aunque la siento un poco desinflada. Le falta consistencia, le falta algo de personalidad. Es como esa gente que cuando uno le pregunta “¿adónde vamos a comer?” responde invariablemente “adonde tú quieras, a mí me da lo mismo”.
La almohada 7, empero, funciona para meter la cabeza debajo y también ponerla encima. Se hunde y se dobla. Pero sigue siendo mejor la 5… Finalmente la 7 se lleva la medalla de plata. Las noches que dormí con la séptima almohada ratificaron sin ninguna duda su segundo puesto.