17 de junio de 2011

Guía/ Zoología

El Lobo

Lo que más quisiera todo lobo es devenir un coyote blanco inmaculado como las especies de la Florida; no siempre se logra.

Por: Roberto Palacio
Ilustración Diego Peñuela

Poco se ha ponderado el hecho de que el lobo no es una especie, sino un grupo compuesto por individuos que, infelices con su pelaje, desean más que Pinocho pertenecer a una especie de orden superior. Es claro que en este intento por saltar de rama en rama en el árbol de la vida sufren grotescas desfiguraciones y deben someterse a dolorosas automodificaciones. En el caso del Luppus bogotaniensis, especie extendida y común, lo más normal es quererse arreglar los mismísimos dientes que lo identifican como canino. Se someten felices los dichos Luppus a complejas cirugías odontológicas practicadas por sus congéneres que se han vuelto la élite alfa de la sociedad de los lobos; aún la sabana de Bogotá es asolada por un feroz licántropo reconocido en los anales de la ciencia como Marlon Becerra, cachorro maldito de la periodoncia, garbanzo natural y amante de la brisa del mar, un lupino polémico que le ha arrebatado al mundo lo que este le negó en presencia, un seductor solitario que corre greñudo al lado de la manada, nunca con ella.

El lobo luce orgulloso cualquier clase de bling en collares, pulseras de sujeción, sobre todo si es del color del oro. Sabe que el collar hace al canino, así este destelle de manera especialmente grotesca sobre su pelaje avejigado y a veces imberbe, y se le escurra de la delgada muñeca. Lo que más quisiera todo lobo es devenir un coyote blanco inmaculado como las especies de la Florida; no siempre se logra. Pero enmienda con creces sus colores miscegenados ‘colocándose’ —nunca ‘poniéndose’— ropajes con el color de la piel que quisiera portar, aullando con fruición para ser admirado. Es incapaz de nobleza alguna, por eso se le reconoce como esnob “sine nobilitate” y por eso mismo nunca posee nada viejo excepto una postrera foto de su ‘mami’. Vapuleará a su servidumbre mientras lambe descaradamente a sus invitados, porque como bien lo señaló el investigador Teariri, todo lobo es lagarto aunque no todo lagarto sea lobo.

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