12 de diciembre de 2006
Ebrio
Sandra,
Hace un frío de mierda en esta ciudad. Tomo bourbon, que me acompaña. Calienta un poquito. Quema la garganta, el pecho. Me embrutece. El mundo cae sobre mí como una tonelada de plomo. Y no tiene por qué ser así. Simplemente te quiero pedir perdón.
Fui malo con vos. Necio. Me sentí grande usándote. Tratándote como una boba. Jugué con vos. Pendejo…
No sé por qué pensamos que la masculinidad tiene algo que ver con la dominación. Con las ganas de tener. Es el error de todos. Nos educan mal. Crecemos pervertidos y equivocados. Hacemos mucho daño. Nos dañamos nosotros mismos siendo así.
No fuiste mía. Jamás. Eso fue lo que creí. Como tener una mascota. Nadie es de nadie. Debimos —debíamos— ser el uno del otro. Ahora creo que así es como debe ser. Vos y yo, todos iguales. Para estar contentos.
Querías que sintiera. Supuestamente nunca quise sentir nada por vos. Tan duro, tan rudo.
Pues bien, ahora me siento triste. Siento mucho, de verdad. Me siento culpable y mal. Actúo como un tonto. Ebrio, torpe. Fumo mucho. Digo bobadas y ando con gente desconocida. Les hablo de maricadas que no le importan a nadie. Digo poemas de Jim Morrison. Hace muchos años pensaba que ese man era importante. Ahora sé que era un poeta más o menos bueno, un cantante con buena suerte, pero un pobre diablo en la vida. Sus compañeros de la banda eran músicos buenos. Él lo dañaba todo.
Pero eso no tiene nada que ver. Lo que importa es que pienso en vos.
He estado oyendo una música terrible. La que ponen en la calle es espantosa. Como un mantra —repite y repite y repite—. Como el merengue, que es lo peor de lo peor. Música electrónica que no sabe a nada. Ahora tiene mil nombres. Chillout, lounge, house, techno. A la gente le gusta. Una niña que conocí hoy me dice que es cheverísima esa música.
Pues todo fue la cagada entre vos y yo. Pienso que debe haber alguna manera de arreglar lo que uno ha dañado. Pero a veces no se puede. La gente se va, y no deja que uno le diga las cosas a tiempo. Vos estás en Alemania, yo aquí congelado. Me siento triste pensando en mis errores. Quedan esas cosas. Salen un día, y lo joden a uno.
Aquí en mi casa sí pongo algo mejor. Quería oír blues. Esa música triste me acuerda de vos. Howling Wolf, Robert Johnson, Albert King. Vos y yo solos, oyendo blues y tomando tragos oscuros. Eso es lo que más recuerdo. Era lo que hacíamos.
Después me dijiste que nunca fui sobrio a tu casa. Es verdad. Salía con otra gente, y solo al final de la rumba me iba para tu casa. Nunca te invité ni a la esquina. Siempre a encerrarme allá, como escondido.
Ahora me parece bueno oír música buena. También pongo a Lou Reed y otra gente que canta mejor. Esas sí eran personas raras, los que andaban con Andy Warhol. Lou Reed vivía con un travesti y metía heroína. Vuelve loca a la gente esa droga. Si uno mete una sola vez se puede volver adicto de por vida. Les da sida y roban cosas para comprar eso. Si no meten les duelen los huesos y les da fiebre; le dicen "el mico".
Esos la pasan mal. Viven en el infierno. Y yo pensando que era oscuro. Porque tenía una amante escondida, y nos poníamos tristes tomando whisky y oyendo a John Lee Hooker. Una oscuridad bacanísima. Comparados con Lou Reed y con Jim Morrison lo que somos es unos santos. Me acuerdo de cómo la pasábamos, y es bueno. Antes era algo que escondía. Ni te saludaba en la calle, como una desconocida.
Aunque sé que nada de esto te importa, perdoname, en serio. Creo que te debes haber olvidado de mí por completo.
Bueno, chao.
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