28 de agosto de 2017

Historias

Yo tengo oído absoluto

¿Se imagina saber con total precisión qué nota musical sale de un instrumento, del pito de un carro, del más mínimo ruido de la calle? Esta rara virtud se llama oído absoluto y solo una de cada 100.000 personas la tiene. ¿Cómo es vivir con ella?

Por: Nahuel Pennisi (músico y cantante argentino) Fotos Getty
| Foto: Fotos Getty.

Tenía 6 años cuando me enteré de que tengo un “oído absoluto”. ¿Qué significa eso de oído absoluto? Para que me entiendan, se refiere a la capacidad de identificar una nota musical sin la ayuda de ninguna referencia externa. Es una virtud poco frecuente que, según cifras, solo una de cada 100.000 personas tiene. Y yo soy una de esas. (Yo tengo fobia a tocar y a ser tocado)

Déjenme contarle quién soy, de dónde vengo. Me llamo Nahuel Pennisi y nací en Buenos Aires, Argentina, hace 27 años. Mis padres, que son músicos, me dieron desde muy chico un bajo y una guitarra. Aprendí a tocarlos sin que nadie me enseñara, porque soy ciego de nacimiento, así que mi manera de hacerlo es bastante particular: apoyo la guitarra contra los muslos, la pongo bocarriba y voy apoyando los dedos sobre de las cuerdas; pueden verlo en YouTube.

Comencé mi carrera como músico en la calle: un día, tomé el metro con mi abuela y nos bajamos en una calle peatonal que se llama Lomas de Zamora. Ahí buscamos un lugar y yo empecé a cantar a cambio de monedas. Luego, me pasé al centro de Buenos Aires y me fue bien, a la gente le gustaba. En realidad, me fue tan bien que, con el tiempo, la cantante de folclore Teresa Parodi, muy reconocida en mi país, me recomendó para grabar mi primer disco, Primavera, con el que gané un premio Gardel y me nominaron al Grammy Latino en la categoría de Mejor álbum folclórico. Y canté en Las Vegas… ¡fue increíble!

Pero volvamos al tema del oído absoluto. Una vez, de chico, me llevaron a donde una profesora de música; cuando ella empezó a tocar, yo le fui diciendo cuál era cada nota: “Ese es un la. Ese otro un mi”, le soltaba yo, y ella, asombrada, me preguntaba que cómo lo sabía. Mi papá me había enseñado el nombre de las notas, pero yo le dije que en realidad era algo intuitivo, que me salía así.

Después empecé a tocar en serio y papá me presentó Ojalá, la canción de Silvio Rodríguez. Yo quedé encantado. Entonces me dije que tenía que tocar eso, y así fue: saqué la canción solo escuchándola. (¿Se está quedando ciego?)

Con el tiempo, me empecé a dar cuenta de que tener el oído absoluto es una ventaja, una herramienta interesante para conocer la música, los acordes y los paisajes sonoros. Sin embargo, para mí no es lo fundamental. Por ejemplo, no tendría ningún sentido poseerlo si careces de creatividad. Yo prefiero mantener siempre la intuición y, sobre todo, las ganas de componer y de crear.

En cualquier caso, esto te permite aprender muchísimo. En mi último disco, que se llama Feliz, me sirvió para detectar los armónicos que generan la batería o las frecuencias que estaban sonando mal. Además, siempre sé con facilidad en qué tono está una canción.

Aunque también tiene desventajas, no crean. La principal es que escucho demasiadas cosas, entonces resulta muy difícil ser objetivo. Siempre estoy tan pendiente de todo que cuando percibo el más mínimo ruido, me molesta el doble; por eso, ahí lo importante es aprender a medirte y a entender que hay que escuchar lo lindo. Pero, claro, cuando toco en vivo con una banda, oigo los errores de todos. Y a veces escucho las bocinas de los carros y digo: “Mirá, un la, un re”. Es que, al no tener vista, mi manera de ver es a través del oído, en mi caso del oído absoluto. (Yo preparo el plato más caro del mundo)

Sin embargo, no creo que cosas como el premio o la nominación al Grammy se deban a esa condición. Todo lo que me está pasando tiene que ver con mi sensibilidad y mi desarrollo como músico. Lo que pasa es que si a uno le gusta lo que hace, ya tiene una ventaja grande… y a mí me encanta lo que hago.

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