16 de diciembre de 2005

El día después de... un reinado

Por: Andrés Felipe Solano

Cuando se lo presentaron en medio del griterío, las órdenes de morcilla y papita criolla, las cervezas y el ruido de la hachuela con que un hombre viejo y descamisado destripaba un costillar de cerdo sobre un tronco, Mariana actuó como la reina que ahora es. Extendió su mano ante el cantante llanero que había ido hasta el mismo Magreb y ofreció el dorso para que el Juan Gabriel del joropo se lo besara.
Después se dejó guiar hacia una mesa larga y concurrida, como de boda gitana, se sentó en la mitad, al lado de su padre y el ‘Cholito‘, su ídolo, y le dio rienda suelta al apetito contenido por semanas y semanas mientras se oía en la radio California dreamin‘ de The Mamas and The Papas. Una banda sonora tan extraña para su primer almuerzo real como el camino que lleva de su pueblo, Guamal, Meta, a la concha acústica de Puerto Gaitán, el sitio donde la coronaron Reina de la Cachama.
Para un advenedizo, la carretera que conecta estas dos poblaciones es normal hasta un poco más allá de Puerto López. Luego se torna singular, no solo por ese llano monótono y ausente de montañas o colinas que enrarece un poco el espíritu o por el asfalto tan destrozado como si un escuadrón de stukas de la Luftwaffe hubiera soltado sus bombas de 500 kilos por ahí, o por los solitarios y desvencijados carrotanques que transportan gasolina, conducidos por hombres armados, llenos de polvo y sarro, conductores salidos de la primera entrega de Mad Max. De alguna manera todo eso puede ser predecible. Lo verdaderamente raro es encontrarse de buenas a primeras con un verdísimo y noruego bosque de pinos, una taiga en pleno trópico que cruje bajo el sol de medio día; luego, con 50 kilómetros de un camino desolado, de arena fina y roja, casi marciana, y más tarde, con un campero destrozado y dos tipos con la cara sangrando, pero parados, riendo y hablando por celular, y casi a la entrada del pueblo, de Puerto Gaitán, toparse con una vieja indígena con un sombrero de cowboy que la hace parecer más a una sioux de estos tiempos que a una huitoto.
Una región extraña y una música extraña para esa región. All the leaves are brown and the sky is great. California dreamin‘ suena para esa reina que quiere entrar a la Fuerza Aérea y que vive con una prima en un apartamento diminuto en la Colina Campestre, en Bogotá, muy lejos de su cuarto de La Culeca, la granja avícola de su padre. Una música extraña, I‘ve been for a walk on a winter‘s day, para aquella mujer de 19 años que pasa las tardes a cientos de kilómetros de la habitación de su infancia, tan repleta de descoloridos Hello Kitty de icopor pegados a las paredes con cinta. I‘d be safe and warm if I was in L.A. Estaría segura y abrigada si estuviera en L.A. Si por lo menos sonara la versión de José Feliciano. ¿Otro refajo, ‘Cholo‘?
La noche de la concha acústica, o sea ayer, Mariana Lorena Díaz Díaz, vestida con un traje negro tipo strapless, rematado por una franja de canutillos plata, compitió contra las señoritas Puerto López, Gauricó, Acacías, Vistahermosa, Puerto Lleras, Granada, Villavicencio, La Uribe, Puerto Gaitán, y Barinas, Venezuela. O como ella misma se anunció ante el micrófono: represento a Barinas, estado de la República Bolivariana de Venezuela. Luego aventó una copla plena de chavismo: Cuando Bolívar nació dicen que había nacido un nuevo Jesucristo. No en vano el gobernador de Barinas es Hugo de los Reyes Chávez, el padre del hombre que hoy nada en petrodólares y llama a sus colegas cachorros del imperio para que todos sintamos, por allá en el fondo, una vergonzante alegría revolucionaria.
Antes de ser coronada en la concha, Mariana asistió a una manga de coleo acompañada de Milena, ex reina y chaperona de todas las concursantes, y antes navegó por el río Manacacías en un planchón, escoltada por las lanchas El Titanic y el Llanero solitario, embarcaciones pertenecientes a las líneas fluviales del Vichada, que llevan encomiendas, mercados y cartas con tinta de Kilométrico corrida por la ruta San Miguel-Orocué-El Banco-La Hermosa-La Primavera.
En la lejanía Mariana, en ese momento Miss Guamal, con su nariz aguileña y sus piernas trozudas de tanto darle al zapateo joropero, saludó con el sol en lo alto al que por su porte gallardo quizás sea el único general de la Defensa Civil, un gordo entrado en años con el morro sudado bajo esa tela áspera naranja, y a un joven gótico, de uñas pintadas de negro, atrapado en un llano en llamas, esperando en secreto por el advenimiento definitivo de Marilyn Manson o por lo menos de un empobrecido Alice Cooper, y a una muchedumbre de indígenas sikuani, sálivas y piapoco, las tres etnias que habitan las cercanías de Puerto Gaitán (datos generales: municipio fundado en 1932, 30 grados a la sombra, a 280 kilómetros de Bogotá. El alcalde actual, el médico Jaime Apdonio Ballesteros, fue multado con siete salarios mínimos por irregularidades en la adjudicación de contratos del régimen subsidiado de salud).
El día anterior tuvo otro desfile, esta vez a orillas de la piscina de Villa Salomé, el hotel que hospedaba a las concursantes. Mariana se contoneó ante el jurado, un cuarteto de actores menores, vestida con un bikini blanco que dejaba ver las marcas de un sol tomado hace apenas unos días y los quemones de exosto de moto en las pantorillas.
La vida del actor menor, esa es otra historia. Disfrutar la fama muy de refilón, buscar promociones en gimnasios de barrio, gastarse la plata en tarros de gel para que el pelo se vea idéntico a la novela de mediodía donde sale; pagar a cuotas un diseño de sonrisa, cuadrarse la quincena asistiendo como presentador a cuanta feria y fiesta lo invitan y a costa de meterle kilómetros y kilómetros a ese Corsa vinotinto que pisó con el primer sueldo; creerse un Adonis porque nació con el ojo verde en medio de esta tierra mestiza; con una botella de aguardiente Néctar adentro tratar de meterles mano en las verbenas a las fans que antes le extendieron con timidez una hoja de cuaderno de línea ferrocarril; dormir en hostales de cama dura y a veces despertar bañado en sudor por culpa de una pesadilla en la que vuelve a ser Jefferson, el de siempre, el hijo de la señora Blanca, la dueña del minisúper de la esquina, el muchacho con nombre de presidente gringo que cobraba los penaltis en el barrio.
Ante cuatro tipos de aquella curiosa raza se presentó Mariana Lorena, hija de José y Soraya, pensando siempre en los consejos que le dio Fabián, un estilista de Villavicencio, esa versión remota y pobre de Germán Palomino que la preparó para reinar sobre todas las otras aspirantes a llevar la corona en honor de la cachama, un pez gordo, carnudo, con una sola gran espina dorsal que parece el hueso de una chuleta, desprovisto de la alcurnia de la mojarra o el pargo rojo por el hecho de nadar en agua dulce.
A Mariana la tiene sin cuidado que los asistentes reunidos ayer en la concha acústica en realidad hayan ido a ver el concurso de la cachama más grande. A pesar de que un borrachín no se cansó de votar a gritos por la señorita Granada, cachamota divina, vociferaba, la contienda fue ganada por el espécimen que trajo Luis Avellaneda, un animal cuasi prehistórico que, según la medición de tres jueces, alcanzó los 67,5 centímetros de largo y pesó 9.900 gramos, y por el que el pescador recibió un premio de dos millones de pesos. Quinientos mil más que la reina.
Todo eso ya pasó. La señorita Acacías ya se desmayó a causa de un presíncope (de los puros nervios no comió nada durante el día); Condorito, el bobo del pueblo, ya dejó de mandarle notas de amor a Milena y la señorita Barinas hace rato se fue en bus hasta la República Bolivariana de Venezuela, porque al otro día, o sea hoy, tenía que estudiar. Ni siquiera interesa que Yuri Carolina Liberato, 20 años, señorita Arauca, también elegida esa misma noche en Tame como representante al reinado del Bambuco, hubiera sido asesinada por su novio a las tres de la mañana en un descampado. Su novio. Carlos Fernando Esguerra. Un maníaco que la ahorcó y después la apedreó al no poder soportar los celos que le produjo su elección.
Lo que ahora importa es que Mariana está en una sudadera de lycra azul con el pelo húmedo, y tiene en frente una montaña de costillas sin carne y restos de yuca al vapor con ají, una gaseosa con un pitillo de papel desmayado, la promesa del ‘Cholo‘ de componerle una canción tan apoteósica como Quitarresuellos No. 2, la que lo hizo grande entre los llaneros y lo motivó a estudiar técnica vocal en el Westminster Choir College en Princenton, Nueva Jersey. Y bueno, una corona de cristal en la guantera del Montero Mitsubishi de su padre.
La reina, entregada a su pueblo, decide irse en el bus que prestó el colegio José María Rendón para transportar la comitiva. Duerme un rato y a cinco kilómetros de Guamal pide que paren de nuevo en un estadero para cambiarse. Se pone un traje típico, de fondo amarillo y flores fucsia, y cambia los tenis por unas cotizas. Su hermana le ayuda con las tiras del brasier y su madre le pone la corona, que brilla como nunca a la luz de las tres de la tarde. Un primo avisa por celular a la alcaldía que ya están llegando. A un kilómetro, Mariana se sube a un Daihatsu rojo con el escudo del cuerpo de bomberos del municipio. Le abre camino un Renault 6 verde con megáfono en el techo. A quinientos metros se oyen voladores de tres totes y el conductor del 6, eufórico, se desmadra en el perifoneo, Mariana Lorena, gracias por la hazaña, Mariana Lorena, eres fruto bendito nacido en Guamal, la calle principal está repleta, ta-ta-ta, y ella lanza besos a los billaristas que han salido a verla, se forma una caravana que va hasta la plaza de mercado donde se lleva a cabo la feria ganadera, ta-ta-ta, Mariana se deja caer por los barrios más lejanos, los pitos de los carros levantan a los enguayabados que salen despeinados y con una botella Soda Clausen en la mano a ver qué putas es lo que pasa, cuál es la joda, es la reina, ta-ta-ta, la nueva soberana de la cachama que mira al cielo y se ve entre las nubes en el reinado nacional, haciendo labor social en Getsemaní, dando declaraciones a presentadoras que antes fueron primeras princesas, se ve sentada en las playas de Bocagrande comiendo melón y piña el día después de ser coronada Reina de Colombia en Cartagena, Cartagena Distrito Turístico, Cartagena dreamin‘, I‘ve safe and warm if I was in D.T.

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