1 de agosto de 2022

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En lo profundo de la adicción a la heroína: un viaje del placer al dolor

Un hombre que luchó contra la heroína contó cómo logró enfrentar esta adicción. Días oscuros, sudoración, escalofríos y fuertes dolores son apenas el abrebocas de este veneno que es junto a otros opiáceos el principal causante de muertes por sobredosis en el mundo.

En lo profundo de la adicción a la heroína: un viaje entre el placer y el dolor
Drug addiction crisis | Foto: Getty Images

Una tarde calurosa de 1993, como la mayoría de las tardes en Cali, Nebo Budor, quien tenía apenas 18 años, estaba inquieto por probar cosas nuevas y en su mente retumbaba la palabra heroína. Decidió en compañía de un amigo ir a buscar a un punkero de la zona, quien tenía fama de consumir el opioide.

“Nos acercamos a este tipo para que nos consiguiera la droga y él fue y compró, pero hasta el día de hoy yo creo que se quedó con gran parte de esta sustancia. La persona que me introdujo al mundo de la heroína era alguien que ya tenía bastantes años en esto y él nos inyectó. Recuerdo que ese líquido era muy espeso y amarillo”, relata Budor.

Nebo recuerda que cuando se introdujo aquella sustancia en su cuerpo deambuló por las calles de Cali por varios minutos hasta que terminó cerca de un lujoso hotel. “Comencé a sentir mucho mareo y me quedé dormido en pleno andén. La dosis era tan espesa y tan grande que nos durmió y nos despertamos cuatro horas después a vomitar. Nos habíamos quemado la cara y cuando empezamos a vomitar, sentimos placer”, así Nebo recuerda su primera experiencia con la heroína.

A estas alturas del partido, Budor dice que no recuerda cuánto dinero le costó aquella dosis, pero tiene la certeza de que era mucho dinero.

Pese a que la experiencia no le disgustó del todo, Nebo decidió estar alejado de esta droga. Se enfocó en hacer ejercicio y en consumir otras sustancias. No especifica cuándo fue que volvió a probar la heroína, sólo sabe que después de un tiempo lo hizo y tuvo el susto de su vida.

Cuando inició su carrera de adicto, por así decirlo, lo hizo pausadamente porque precisamente sabía lo dependiente que era y por eso le tenía mucho miedo. Al principio no se consideraba ‘adicto’ porque la usaba ocasionalmente, para recrearse, como dice él. Sin embargo, todo encendió las alarmas cuando sufrió su primera sobredosis.

De la felicidad a un paro respiratorio

“Yo estuve inconsciente y me dieron choques eléctricos. Aparentemente perdí la vida, tuve una experiencia, no como la de ver el túnel, pero sí vi unas luces y esa experiencia cambió mi vida como persona. Yo no tenía la intención de suicidarme, fue un error”. Esta sobredosis ocurrió en 1996. Nebo recuerda cómo iba vestido, chaqueta de jean con tacheras y unas puntillas debajo. Iba para el ensayo de una banda que tenía con unos amigos y había comprado heroína.

Nebo Budor dice que estaba esperando a un amigo cuando escuchó a un traficante de su barrio que lo llamó. “Me ofreció whisky y yo lo rechacé. Ante la negativa me pasó una plato donde se pone la taza de café llena de cocaína y me dijo que me la llevara para compartirla con mis amigos. Yo en ese momento pensaba que era muy de malas porque justo tenía heroína y esta no se puede mezclar”.

Pese a que sabía el peligro que era mezclar la coca con la heroína, se llevó esta droga a donde sus amigos. Después de estar tan eufórico, no aguantó las ganas y probó un poco de cocaína y, como lo presentía, fue uno de sus mayores errores. “Mientras veía que mis amigos disfrutaban del momento, sentí cómo la vida se me iba. Me sentí asfixiado. Me quité la chaqueta y me aflojé las manillas que tenía. No se puede consumir la heroína con cocaína porque una es un sedante y la otra es un excitante, entonces es una bomba para el corazón”, explica Budor.

El último recuerdo que el protagonista de esta historia tiene es el rostro de un amigo suyo que le preguntó si estaba bien, luego de esto, Nebo asegura que vio que le apagaron la luz, “pero en realidad nadie apagó la luz, el que se fue apagando poco a poco fui yo”, agrega.

Ahí comenzó a agonizar. No podía hablar, no se podía mover. Nebo lo describe como un sufrimiento atroz, se sentía ahogado hasta morir. Cuenta que cuando se le quitó el dolor físico, comenzó a ver un color negro y ahí ya no había dolor. “Me sentí feliz de no sentir dolor, pero cuando comencé a tener conciencia me di cuenta de que era que yo quien había muerto por casi una hora. Yo veía que no había nada, que estaba parado sobre la nada, no había nadie a mi alrededor. Todavía tenía conciencia, era como ser parte del color negro, fue una experiencia aterradora. Sentí mucha tristeza y un dolor terrible, porque sabía que había perdido la vida y yo no quería morir”.

Relata que en ese momento sintió un sufrimiento espiritual muy fuerte. Vio luces rojas y azules. Empezó a ver a lo lejos una ambulancia, a varias personas y también a amigos. De igual manera, vio a su padre que estaban reclamándole a sus amigos por lo que le había ocurrido a Nebo.

“Lo vi llorar y sentí mucha tristeza. Cuando miré al lado, había una camilla y encima de ella estaba yo. Ahí me desperté y comencé a sentir un dolor intenso, entonces me metí la mano en la boca y sentí que algo me salió desde el estómago, era un tubo, un tubo gigante, es ese momento un paramédico me pidió que no me lo sacara y lo volvió a meter. Fue tanto el dolor que sentí que en ese momento preferí estar muerto. Al otro día me convertí en el primer caso de sobredosis de heroína en Cali”, cuenta Nebo Budor.

A Nebo lo llevaron al psiquiatra y al cardiólogo. Cuenta que el dolor físico era horrible. Luego de este trágico hecho, este hombre asegura que la relación con su mamá cambió del cielo a la tierra. “Mejoró mucho, antes teníamos una relación problemática”. Además de este hecho, asegura que luego de salir del hospital fue la primera vez que sintió el sol, lo sintió entrar por sus poros. “Fue una cosa maravillosa sentir cómo el viento venía y me acariciaba. Sentir el placer de vivir. Me sentía feliz de estar vivo”, agrega.

La recaída

Pese a que se mantuvo alejado de esta peligrosa droga, luego de tres años volvió a recaer, todo porque un amigo suyo, al que no veía hace muchos años, se iba de “mula” para Estados Unidos. Antes de irse al aeropuerto, este hombre le llevó un dedo quirúrgico lleno de heroína, él no sabía que Nebo había sufrido de aquella sobredosis.

“Yo me quedé con ese dedo y decía el diablo si es muy cochino, cómo me van a dejar este dedo lleno de heroína. Era una piedra café parecía un pedazo de mármol, brillante. Empecé a rayarla, pero la dejaba ahí guardada porque yo estaba en otra cosa, estaba haciendo ejercicio, tenía mi negocio, estaba en la universidad. Pero un día no aguanté y me inyecté un poco”.

Esa fue la primera vez que Nebo tuvo una abstinencia fuerte. “Me tocó dejarla porque la seguí usando y se me infectó un brazo. Me sentía muy adicto, estaba muy flaco. Entonces decidí dejarla, pero fue muy duro, la dejé en 10 días y por varios años no la volví a tocar.”.

Abstinencia

Nebo Budor describe la abstinencia como algo horrible. Cuando se deja de consumir no se duerme por muchos días es algo muy fuerte. “La última vez que corté con la heroína casi no la puedo dejar. Fue muy difícil porque me sentí sometido y ahí sí me dio mucho miedo. En ese momento yo no encontraba ni siquiera mis venas y empecé a inyectarme en los dedos de los pies, con agujas más pequeñas”.

Para Nebo recordar sus días duros de adicto le da escalofrío, pues está muy ligado con sentirse bien. “Si vos usas eso, te sientes bien, te sientes saludable, estás tranquilo, puedes comer bien. Pero si no te inyectas esa mier... te da fiebre, comienzas a temblar, te da diarrea, mal genio, depresión, no puedes comer. Apenas te inyectas el líquido, ufff vuelve la paz a tu cuerpo, entonces ahí eres esclavo total. Esos dos segundos de bienestar te tienen de por vida en un yugo”.

Nebo confiesa que varias veces intentó dejarla, pese a las duras experiencias no lo lograba. Una de las veces que recuerda fue cuando se subió en su carro sin Soat y manejó hasta una olla. “Estaba tan alterado, que un hombre en un carro se me acercó y yo sin medir palabra me bajé y comencé a atacarlo. Luego me di cuenta de que lo que estaba haciendo era peligroso y arranqué a toda, agarré una curva y me estrellé. Creo que fue karma inmediato, pero eso no impidió que fuera a conseguir la heroína”.

Cuando llegó por la droga no le importó y de inmediato intentó inyectársela, dentro de su carro, varias veces, pero la tembladera y el malestar no lo dejaban. “Estaba muy mal, literalmente, tenía escalofrío, fiebre y boté dos jeringadas de heroína. Estaba hecho una miseria y me dije ¿no te da asco de ti mismo?, estás hecho una miseria y me puse a llorar. Tenía mucha ira y tristeza de verme tan esclavizado por esa mierda”. Ese día Budor decidió dejar este veneno, de eso fue ya hace más de 10 años.

Sin duda, él cree que para dejar la heroína hay que acudir a un especialista, pues es muy difícil y físicamente afecta la salud, “uno se puede morir fácilmente. No dormir te puede llegar a matar. Uno siente como que una aguja entra al mismo tiempo a cada poro de tu cuerpo y te duele, sientes corrientazos. Además emocionalmente estás hecho trizas”.

¿Qué hace que la heroína sea adictiva?

Esta droga pertenece al grupo de los opiáceos y tiene un efecto en el sistema de recompensa a nivel cerebral muy fuerte. “La intensidad de este efecto está relacionada con la sensación de placer que genera una adicción y un abuso muy fuerte. En un principio, favorece todo este sistema de recompensa a nivel cerebral, estimulando toda la producción de químicos que generan placer. Es tan placentero este estimulo que se dice que una de cuatro personas se puede volver dependiente. Por eso, ese primer uso se debe pensar mucho, porque la tasa de dependencia es muy alto”, afirma la médica toxicóloga clínica Julieth Sánchez Doncell.

Estímulos placenteros como el sexo, comer o las caricias comienzan a competir con la heroína que es mucho más fuerte. “Uno diría que una sola ampolla no es tan costoso. Pero si tu miras a futuro la cantidad que necesita un paciente en todo el día se vuelve un tema inmanejable desde la parte económica. Esto lleva a que las personas pierdan sus hogares y hasta su trabajo por culpa de la adicción”, explica Sánchez.

Especialistas en el tema, como la doctora consultada por SoHo, señalan que el riesgo de recaída siempre va a existir, es una enfermedad similar a la de ser hipertenso o diabético. Sin embargo, hay gente que lo ha logrado dejar, pero el porcentaje es muy bajo. “La abstinencia es muy dolorosa. Hay un momento donde los pacientes buscan ayuda porque no hay la solvencia económica para volver a consumir la heroína para poder quitar estos dolores. La diarrea es muy difícil. Los pacientes llegan pidiendo ayuda de una manera desesperada. Se debe hacer un programa de desintoxicación y estabilizar al paciente y hacer terapias de reemplazo, dependiendo el caso”.

En otros casos se necesita entrar a un centro de atención de drogodependencia para no recaer. Una vez se adquiere esta enfermedad, la recaída es algo que está latente. “Hay que tener cuerdas de seguridad para poder continuar caminando sin este riesgo. Hacerlo en un proceso solo, es difícil. Implica sufrimiento y no veo la necesidad de sufrir, si existe un equipo terapéutico que puede ayudar y acompañar para que no sea tan difícil el proceso de dejarla”, concluye la toxicóloga clínica.

Alejado de la heroína

Nebo Budor ahora vive en Estados Unidos, tiene una hermosa familia, un sello discográfico que promueve bandas de metal de todo el mundo pero sobre todo colombianas, War March Records y mira con orgullo cómo pudo alejarse de este veneno. No ha sido fácil. Sin embargo, tiene la mente fuerte y, como él dice, no va a permitir que esta droga lo domine. Además, asegura que el apoyo de la familia es fundamental, pues si hay rechazo se condena a muerte a esa persona.

A pesar de la pesadilla, Nebo no cambiaría lo que vivió si pudiera devolver el tiempo, él asegura que “lo hubiera hecho de nuevo, porque le gustó conocer el placer que esta droga le produce”.

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