Un peculiar museo sueco, que exhibe platos como verga de toro, ratones muertos macerados en vino y frutas prohibidas por lo apestosas, demuestra que gusto y asco son algo muy subjetivo. ¿Se le mide a estas “delicias”?
SOPA DE MURCIÉLAGO DE LA MICRONESIA: verduras y especias se unen al muerciélago de las frutas, en una sopa que se exhibe como toda una exquisitez en islas como Guam y Palau. Se sirve en cuencos grandes y la forma correcta de comerla es masticar la bestezuela, chupar la carne y desechar el pelo sobrante.
Por mucho tiempo, los museos fueron templos reservados a lo más depurado del arte, las ciencias y otros asuntos. Pero ese concepto está mandado a recoger y en los últimos años han surgido recintos dedicados a temas extravagantes e inusitados, que ayer les habrían valido burlas y repudio a sus creadores. Si hay un buen ejemplo de ello es el Disgusting Food Museum, o Museo de la Comida Asquerosa, de Malmö, Suecia, que también se ha hecho presente en ciudades como Nantes, Francia y Las Vegas, Estados Unidos, a través de sus exposiciones itinerantes.
OJOS DE OVEJA DE MONGOLIA: para el dolor de cabeza y un guayabo cruel, el ojo de oveja flotando en jugo de tomate es la receta milagrosa en el país asiático desde los tiempos del legendario Genghis Khan. Es solo un ejemplo de las raras comidas de los nómadas del país, que incluyen una mantequilla pestilente que se forma en el estómago del yak, un animal doméstico.
Más de un estómago se retuerce si le presentan un plato con un murciélago u otro tipo de bicho, pero si se les pone atención a las premisas de los directores del lugar, quizá empiece a cambiar la percepción.
Andreas Ahrens y Samuel West, sus directores, recuerdan que el asco, una de las seis emociones fundamentales del ser humano, tiene una función en su proceso evolutivo: evitar enfermedades y la ingesta de alimentos tóxicos. “Mientras que la emoción es universal, las comidas que encontramos repugnantes no lo son. Lo que es delicioso para una persona, puede ser repugnante para otra”, afirman en la presentación del museo, que les propone a sus visitantes introducirse en la gastronomía y su inconmensurable variedad, además de retar su noción de lo que es comestible.
JASH DE IRÁN: El plato es original de la tradición persa, pero se ha extendido a países vecinos. Se prepara con partes de la oveja como el estómago, la cabeza y las pezuñas. Estas dos últimas se depilan y se cocinan hasta que la piel se separa de los huesos. El caldo espeso no lleva nada más, pero el comensal puede agregarle vinagre, ajo, sal y limón a su gusto.
Sin embargo, no se trata simplemente de probar qué tanto se toleran las tripas de cordero rellenas, de Escocia; la tarántula frita, de Camboya, o los testículos de toro, de Canadá. Detrás de todo ello, la pregunta es qué tan dispuestos están los habitantes del planeta a aceptar las comidas sostenibles que se vislumbran como la solución a los problemas de abastecimiento que se plantean para el futuro.
VINO DE RATONES DE CHINA: crías de ratón de no más de tres días de nacidas, con los ojos aún cerrados y sin pelos, son maceradas durante un año en vino de arroz, para obtener una bebida a la que se le atribuyen propiedades tonificantes.
Por eso, la experiencia en el museo incluye no solo observar, sino también oler y darle una probadita a ochenta de las preparaciones más detestables que se dan en los cinco continentes. Al respecto, hay que ir muy bien preparado, pues la idea no es solo relativizar la idea de lo que es sabroso, sino de lo que es bueno. Por supuesto, hay visitantes con gustos audaces, que se dejan guiar por la curiosidad ante un queso con larvas de mosca, de Cerdeña, o un embrión de pato cocinado en el cascarón, de Filipinas. Otros, no se lo toman tan deportivamente y hasta se declaran ofendidos.
CASU MARZU: significa "queso podrido" y ello se debe a que, deliberadamente, se le agregan larvas vivas de insectos como moscas. Lo curioso es que solo es peligroso consumirlo si los gusanos están muertos. Eso sí, hay que estar pilas al comerlos, porque las pequeñas criaturas pueden saltar hasta quince centímetros.
West es el curador y explica que la investigación, que ha tenido el respaldo del departamento de Antropología de la Lund University, en Suecia, ha llegado muy al fondo de lo repulsivo en la mesa, que no es exclusivo de un solo lugar. Así como exponen un arenque sueco tan apestoso que solo es exhibido en una urna de vidrio herméticamente cerrada, también tienen el durio, fruta tailandesa con un aroma tan particular, que está prohibida en hoteles y transportes públicos.