Pocos lugares tan hermosos como Amacayacu, en el Amazonas, y solo una mujer como Valentina Acosta podría complementar a la perfección la imponencia de la selva. ¿Alguna duda?
El Amazonas —a más de una hora en lancha de Leticia— le quedó pequeño a Valentina Acosta. Fue una sesión llena de misticismo: ella estaba extasiada con la majestuosidad del escenario pero, a la vez, la selva no dejaba de sorprenderse ante la belleza de la visitante.
El concierto de la naturaleza por momentos se opacó con esta mujer que admira a Juliette Binoche y a Julianne Moore, y que también se ha dejado tentar por la filosofía hindú de los textos de Osho. Valentina se gozó como nunca esta sesión, la segunda que hace para SoHo después de ser nuestra portada en la edición 65. Caminó en la Isla de los Micos, cargó un oso perezoso que sin culpa la arañó con sus pezuñas, posó al lado de una ceiba que la hizo entender que ante el poder de la naturaleza somos muy pequeños.
Cantalicia, la boa que pertenece al legendario Kápax también se dejó seducir por los encantos de Valentina y cuando su dueño trató de quitársela, el animal celosamente lo mordió, nunca había ocurrido eso. Lo salvaje se volvió todavía más salvaje ante Valentina. Ella disfruta de su soledad, ha viajado por el mundo y se ha preparado para ser una mejor actriz. Amacayacu es un lugar mágico, ideal para el ecoturismo, con más de 150 especies de mamíferos, y 500 de aves (también es famoso por sus delfines rosados), pero lo fue aún más con la presencia de Valentina Acosta, una diosa en medio de la selva.