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Cómo es manejar un tanque de guerra

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Manejar un tanque de guerra en tiempos de paz produce una sensación única en la vida. Es adrenalina pura.

Manejar un tanque de guerra en tiempos de paz produce una sensación única en la vida. Es adrenalina pura. Algo que divierte y hace vibrar el cuerpo y el alma. Más si es un Merkava 4, uno de los tanques más sofisticados del mundo. Su historia comenzó en los años 70, cuando Israel decidió crearlo después de que varios países del mundo, entre ellos Gran Bretaña, se negaron a venderle vehículos de guerra.

Meses antes de entrar como soldado al ejército de Israel, soñaba con ser un piloto en la Fuerza Aérea Israelí, considerada por muchos como la mejor del mundo. Pero cuando conocí los altos niveles de exigencia, opté por la segunda alternativa: convertirme en un conductor de tanque. Cuando lo tuve por primera vez frente a mí, me impresionó su imponencia, pero no alcancé a imaginar lo que sería conducir sus 70 toneladas y 1.500 caballos de fuerza. Desde ese momento, los demás soldados que hacían parte de la tripulación y yo pasamos varias semanas estudiando y tratando de familiarizarnos con sus complejos sistemas.

Este tanque está equipado con tecnología avanzada y sistemas de computación que anuncian la llegada de misiles, organizan recorridos, protegen a la tropa e interpretan los datos que hay en el entorno. Cuenta con dispositivos que le permiten minimizar el impacto de los ataques recibidos por el enemigo, tiene armas que pueden alcanzar objetivos a 2.700 metros de distancia y cuenta con herramientas que le permiten incrementar el poder de su artillería. Puede desarmarse con facilidad en caso de reparaciones y está diseñado para reponerse rápidamente de un ataque.

Aunque estaba emocionado y me sentía poderoso conduciendo esa fuerte máquina, en la primera semana como conductor de este inmenso vehículo, tuve algunos problemas. A veces no escuchaba cuando mi comandante me pedía parar o disminuir la velocidad, pues el tanque estaba perdiendo su nivel y parecía inclinarse. Lo peor de todo ocurrió cuando estaba retrocediendo. Casi me llevo a otro soldado que no se había montado al tanque. No lo vi y la sola idea de aplastarlo con la máquina me atormentó varios días y me llenó de miedo. Pero yo trataba de olvidar el incidente y de mostrarme seguro, pues en el ejército israelí y, más en los momentos de guerra, expresar el miedo no es bien visto, mucho menos si el que siente el miedo es el comandante o el que conduce la máquina.

Después de conocerlo bien, la tripulación se prepara para desenvolverse como compañía y trabajar en equipo. En un tanque de estos, generalmente, viaja un comandante, el conductor, un encargado del suministro de materiales, uno o dos responsables de disparar la maquinaria de artillería y tres expertos en evacuaciones y atención médica, en caso de que haya un ataque del enemigo y haya sobrevivientes.

El día que me tocó manejar el tanque por primera vez, tenía las manos frías y el corazón me latía, pero los días más difíciles vinieron después, cuando nos enfrentamos a militantes de Hamas que nos disparaban o cuando el comandante me daba la orden de avanzar hacia adelante, rumbo a Gaza. Estos tanques operan en zonas convulsionadas y son la principal arma en las batallas terrestres que adelanta el ejército de Israel. Cuando estábamos en combate o en una misión especial, podíamos pasar una semana entera dentro del tanque. Solo salíamos para orinar, rezar en las mañanas o dormir en carpas cuando se podía. No teníamos cómo bañarnos y teníamos los cuerpos llenos de polvo y del aceite que tiene la máquina. Podían pasar días enteros sin poder contestar el teléfono celular cuando llamaba la novia o la mamá.

Una vez, cuando empezaron los combates fuertes, entendí que las horas de tranquilidad se acaban cuando el comandante da la orden de avanzar hacia adelante y cambiamos las vías solitarias y empolvadas por esos terrenos que suelen recorrer las personas. Como conductor de un tanque de guerra en una de las zonas más convulsionadas del mundo, puedo decir que no es fácil sentir que tengo la vida de mis compañeros en mis manos, más, cuando no se sabe de dónde vendrá el próximo ataque. Aunque estos tanques cuentan con tecnología de avanzada, una vez dentro de uno de ellos, existe la posibilidad de ser impactado por un misil que acabe con los tripulantes. O puede ocurrir que el conductor se equivoque al mirar el terreno y termine arrasando a un compañero o a una persona que no vio y estaba en el camino.

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