La mayoría de las mujeres no se sienten cómodas en su cuerpo ni con su sexualidad.
Se podría pensar que en este siglo prevalece una mentalidad sexualmente “liberada’, sin embargo, la vergüenza sigue instalada en nuestros genes y en la forma en que nos relacionamos con el cuerpo.
Lamentablemente, vivimos en una cultura sexual negativa y tipificada, debido a diversas razones:
Esto hace que sea muy difícil vivir nuestra sexualidad libremente y sin una mirada morbosa. Si conoces a alguien por primera vez, y quieres saber cuales son sus gustos, indagamos sobre esa persona por medio de hacerle preguntas. En cambio, si está a punto de hacer el amor con alguien, así sea su esposa o pareja de muchos años, o incluso si se trata de un nuevo amante, no se suele hablar de lo que nos gusta sexualmente. No le preguntamos a nuestra pareja: ¿cómo se siente acerca de hacer el amor?, ¿qué es negativo para ella?, ¿cuáles son las cosas que la excitan?o ¿cuáles son las cosas de las que no le gusta hablar? ¡Simplemente no hablamos de eso!
No nos sentimos cómodos hablando abiertamente de nuestras preferencias sexuales o sentimos vergüenza sin siquiera saber por qué. Esta vergüenza sexual tiene un origen remoto, y comenzó cuando éramos niños. Cuando el niño tiene tres o cuatro años de edad, comienza a jugar con su cuerpo, y lo que recibe es una respuesta negativa. El mundo responde reflejando vergüenza a su alrededor.
Esa vergüenza hace que el cuerpo se apague. Nos olvidamos de eso porque éramos muy pequeños, pero luego, 20 años después, sentimos vergüenza cuando tocamos nuestros cuerpos; tenemos una sensación de “salir de eso rápidamente”. Mejor esconderse o guardarlo en secreto. No sentimos la apertura para compartir eso con nuestra pareja o con los amigos, o simplemente no encontramos la receptividad para hablar abiertamente al respecto.
Esa sensación de vergüenza comienza a apagar el cuerpo e impide aprovechar todo nuestro potencial sexual. Existen al menos 57 estudios que encuentran vínculos importantes entre la satisfacción sexual de las mujeres y la imagen corporal, es decir, la forma en que se perciben a ellas mismas. Cuando las mujeres tienen un conflicto con su imagen corporal, no pueden relajarse por completo y dejarse llevar en el sexo. En este estudio encontraron que las mujeres que no se sienten bien con su apariencia física y sus cuerpos, tienen sexo menos placentero, les resulta más difícil llegar al orgasmo, a veces tienen dolor durante el coito y se exponen a un tipo de sexo más riesgoso y que podría tener mayores consecuencias.
Es de esperarse que cuando alguien no se siente como si fuera sexy o atractiva, es más difícil relajarse cuando se hace el amor, dejarse llevar y abrazar por completo la experiencia.
Algunas señales de que su pareja podría tener vergüenza sexual son:
Hay tres pasos para la sanación de este tipo de bloqueo. El primer paso es la conciencia de que existe vergüenza y que el cuerpo se apaga. El segundo paso requiere un cambio en la mentalidad y una apertura al cambio. Y el tercer paso es tomar una acción diferente al respecto.
Un buen ejemplo es el de mi cliente Lina, quien sentía vergüenza de darse auto-placer y por eso siempre lo evitaba. Esto a su vez, impedía que se conociera y que supiera qué pedirle a su esposo durante el sexo. Su estrategia era evitar darse placer así misma, pero al tomar consciencia de que este era un asunto importante para su empoderamiento sexual, decidió cambiar su mentalidad. En lugar de evitarlo, le dio la bienvenida a la autoexploración, así que tomó una acción específica que fue planear en su agenda, dedicar un momento a la semana para explorar su cuerpo.
A veces es difícil entender qué creencias limitantes llevamos, pero es más fácil identificarlas a medida que la persona explora su viaje sexual.
Aquellas mujeres que sientan que tienen algún tipo de vergüenza y que no pueden expresar su sexualidad libremente, pueden derribar esas creencias limitantes. Lo primero que deben hacer es identificar dichas creencias y reemplazarlas por otras que la empoderen. Ejemplo: “me avergüenzo de mi sexualidad”, podría ser reemplazada por otra creencia fortalecedora: “yo celebro mi sexualidad”.
Otra creencia limitante es “siento que mi valor sexual depende de mi apariencia”, y la creencia potenciadora es: “mi valor sexual no depende de mi apariencia; mi valor sexual es intrínseco a lo que soy”. Cambiar estas creencias, significa cambiar la actitud hacia la sexualidad, derivando en relaciones más satisfactorias. Para aquellas mujeres que hayan estado expuestas a experiencias sexuales intensas como agresión sexual, traumas o una educación religiosa muy rígida, lo recomendable es buscar ayuda profesional. En este tipo de casos, el sexo puede sentirse como algo inseguro y se requiere acompañamiento para sanar este tipo de traumas.
Lo más importante es que usted, al leer este artículo, es más consciente de esta situación que aflige secretamente a la mayoría de las mujeres. Su acompañamiento es fundamental para que su mujer pueda abrirse y sentirse contenida. Comparta este artículo con ella y abran un espacio de vulnerabilidad. ¡Cuando ella sana, sanan los dos!
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