Si tuviera que escoger, creo que preferiría un eyaculador precoz al que puedo abrazar y decirle "no, mi corazón, no importa", que una máquina sexual sin sentimientos.
A la larga es mejor un polvo ordinario con cariño que el desempeño eficiente de un profesional desapegado. Lo descubrí hace poco en una ‘cangrejiada‘ con un exnovio tiempo después de terminar. La relación se había acabado en parte porque nuestra vida sexual, que había sido muy buena al comienzo, ya no estaba funcionando muy bien. Primero él comenzó a eyacular muy pronto y yo quedaba con ganas de más mientras él dormía.
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Creo que esto se debió a que con el tiempo y el compromiso él empezó a darme por sentada y ya no se esforzaba en conservarme. Esto, a su vez, hizo que yo me desinteresara por completo del sexo, prefería no excitarme con tal de no quedar iniciada. Y en efecto, al final no me daban ganas y prefería arruncharme y que me consintiera, pero para él era muy triste y algo humillante tener que llegar a masturbarse después de pasar la noche conmigo.
Yo a veces cedía a las malas pero como no tenía ganas lubricaba muy mal, me dolía y solo pensaba en tratar de hacerlo venir pronto (más pronto) para que se acabara la tortura. La situación estalló un día en que me emborraché y le dije (con bastante injusticia, ahora lo admito) que él era un pésimo polvo, que yo nunca me había venido, y que sí, que aunque en el momento se lo había negado, sí me refería a él cuando había escrito sobre ‘Flash‘, el amante más rápido del universo. Al poco tiempo decidimos separarnos. Yo lo encontraba con otras mujeres, a las que no se atrevía a presentar como novias.
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Fue ahí donde vino el desliz. Después de derramar muchas lágrimas y de hacernos muchos reclamos, empezamos a sentir que la falta que nos hacíamos ya no era tan grande, y decidimos que estábamos listos para ser amigos. Pero el asunto es que a veces los instintos animales son más poderosos que las relaciones sociales que construimos sobre ellos.
Yo ya no veía a mis futuros hijitos en sus ojos, pero ¡cómo le quedaban de bien los pantalones grises que su última ex novia le había ayudado a conseguir!, y cómo me seguían gustando sus manos, y sus hombros y su mirada de niño malo. Seguía siendo un churro, y eso que en la revista Carrusel llaman ‘química‘ seguía operando.
Después de mucho mirarme me preguntó que si me habían crecido las tetas y yo le empecé a mostrar las nuevas curvas de una vida dedicada al deporte. Para hacer la historia corta, terminamos copulando frenéticamente, pero esta vez las cosas resultaron muy distintas.
Yo sí que tenía ganas y lubriqué a la perfección y él había aprendido unos cuantos trucos nuevos, seguramente se le habían ocurrido cuando se vio en la necesidad de impresionar a alguna mujer cuya compañía no tenía tan asegurada. También supe que durante ese tiempo había leído todos mis artículos, con toda seguridad tratando de descubrir si yo tenía otro amante, y que ahora estaba poniendo en práctica todo lo que me gustaba. Pero sobre todo respiró, se concentró y no se vino hasta que yo no tuve un orgasmo de película.
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Me dormí satisfecha pero al día siguiente la cama estaba vacía y yo también tenía un vacío en el estómago. Entonces recordé la época de noviazgo que precedió a la crisis sexual. Cómo era de buena, aunque desde ese entonces él ya era un poquito precoz y brusco, y yo un poco quisquillosa, de verdad nos queríamos, ensayábamos diferentes posiciones que nos hacían morir de la risa cuando no funcionaban y les inventábamos nombres a los diferentes tipos de besos.
Fue entonces cuando caí en la cuenta de que la noche anterior no nos habíamos besado ni una sola vez. Si tuviera que escoger, creo que preferiría un eyaculador precoz al que puedo abrazar y decirle "no, mi corazón, no importa" que una máquina sexual sin sentimientos.