Perder el apetito sexual no hace a los hombres menos masculinos ni unos bichos raros. Simplemente hay que hablar a “calzón quitao” para volver a subir la temperatura.
La falta de sexo se presenta en un 15 por ciento de los matrimonios y esta desalentadora revelación deja al descubierto todo menos la piel: significa que las parejas no han tenido intimidad en los últimos doce o seis meses, o que han hecho el amor menos de diez veces al año.
Una de las mayores inquietudes, tanto de hombres como de mujeres, es si existe una cifra mágica en cuanto a la frecuencia de las relaciones sexuales. La respuesta es muy sencilla: no hay ninguna regla, norma o camisa de fuerza al respecto. La cantidad ideal de encuentros es aquella que les provoque y satisfaga a los dos. Hay parejas que lo hacen todos los días y otras solo tres veces al mes. Si eso les da la sensación de estar plenos, conectados y saludables, entonces no hay nada más de qué hablar… Mejor pasar a la acción. No obstante, los expertos reconocen que la pregunta es válida dentro de esta sociedad en la que el sexo se volvió omnipresente y se usa para vender jabones, perfumes, viajes, ropa y hasta materiales de construcción.
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Numerosos artículos de revistas o páginas web aconsejan que darse gusto en la cama optimiza el efecto de las hormonas y los neurotransmisores. Pero el trabajo de estas sustancias no necesariamente hace más gratificante un romance, y hasta ahora no hay estudios al respecto. Lo cierto es que si una pareja no tiene sexo de común acuerdo y se siente bien así, no hay problema ni motivo para sentirse anormales. Lo malo es cuando uno de los dos sí quiere, y se frustra, porque a su contraparte sencillamente no le interesa.
La libido actúa en oleadas de mayor o menor intensidad en cada cual. El sexo es tan complejo que, por ejemplo, hasta algunas parejas siguen con sus retozos de alcoba en medio de su divorcio. Sin embargo, esos impulsos no siempre coinciden y habrá situaciones en que uno de los dos esté más frío que el otro. El embarazo o la etapa posparto son momentos complejos en la vida de una mujer, desde lo psicológico y lo físico, de modo que a muchas no se les hace fácil y lo único que les da calor es la cercanía de su bebé. Por tradición, ellas tienden a sentirse culpables por sus bajos niveles de libido, pues asumen que los hombres siempre quieren.
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Pero no hay tal. Ellos no son esas máquinas sexuales incansables que el machismo y la sociedad de consumo han acuñado, lo mismo que ellas no son irremediablemente negadas para estos placeres, según otro falso concepto. La libido masculina también se puede afectar por numerosas causas, como la depresión, el consumo de ciertos medicamentos, el estrés, problemas de salud, traumas o la influencia no siempre positiva de la pornografía. Hay quienes prefieren abstenerse porque les produce algún tipo de dolor o no se sienten satisfechos.
Uno de los factores que más desata la pérdida de este apetito en los hombres es la disfunción eréctil, que puede manifestarse después de los 40 años. Otros tienen bajos niveles de testosterona, la hormona que los enciende. También cabe la posibilidad de que tenga una relación heterosexual cuando en realidad es gay y no ha tenido el valor de salir del clóset.
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El consejo de los especialistas es investigar los motivos y no conformarse con decir “no quiero” o “no tengo ganas”. Pero ese es justamente uno de los grandes problemas en el campo masculino: para ellos es muy difícil verbalizarlo, más aún con sus compañeras sentimentales. Por el contrario, las mujeres son más dadas a comentar con sus amigas la falta de sexo en su relación. No se sienten las únicas que lo están experimentando en todo el planeta y son capaces de analizar con cabeza fría las opciones y soluciones. Confiar en otra persona las alivia psicológicamente.
No se necesitan grandes estudios para saber que un hombre jamás se atreverá a confesar que no le interesa el sexo, entre otras cosas porque el viejo estereotipo de que eso les resta virilidad o masculinidad los inhibe. En este caso, ellas pueden ayudar a sus maridos poniendo el tema sobre la mesa... o sobre la cama.
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Para que resulte benéfico, es mejor tener presente que la sexualidad y las relaciones no son nada sencillas y es inútil buscar respuestas fáciles. Así mismo, es contraproducente dejarse llevar por los prejuicios o juzgar a una persona por sus bajos niveles de excitación, muchas veces puede ayudar que las mujeres tomen la iniciativa. Pero si nada de esto funciona, lo recomendable es acudir a terapistas y consejeros de pareja. Lo único que debe descartarse es esperar durante meses o años que las cosas se arreglen por sí solas. La pasividad convierte el dormitorio en un campo de batalla y agrava el conflicto, pues la acumulación de resentimiento se transforma en odio demoledor.
Por otro lado, no faltan quienes piensan que el remedio para una vida sin sexo es enamorarse otra vez. En efecto, se han hecho resonancias magnéticas en personas que viven una nueva ilusión y se ve claramente cómo ello activa el centro de gratificación del cerebro, al igual que lo hacen los opioides. El amor actúa como una droga sobre la libido y aunque queda claro que una vida sin sexo no es una deshonra, ahora hay solución para casi todo.
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