¿Cuál es la verdadera razón por la que a los hombres no les resulta llamativa la estimulación anal? Investigamos un poco y esto fue lo que encontramos.
Los que han visto porno seguramente están familiarizados con la expresión, los que no les explicamos. El pegging no es otra cosa sino un cambio de roles, donde la mujer penetra analmente a un hombre empleando una prótesis. Este concepto nació en el 2001 y se originó por una encuesta del periodista estadounidense, Dan Savage, pero aunque ya tiene dos décadas y se ha popularizado, sigue siendo un tabú para muchos hombres que les temen a ser considerados homosexuales porque los penetren, así lo haga una mujer.
“Si un hombre quiere ser penetrado, lo mejor sería hacerlo con otro. Que una mujer te introduzca un objeto lo asocio más a satisfacer un cliché. Pero no lo siento funcional, no me parece nada llamativo”, explicó Kevin López, un hombre mexicano abiertamente heterosexual, de ahí su prevención.
“Definitivamente no dejaría que eso pase. Considero que es un fetiche. En mi caso, no me atrae”, le responde a SoHo Mateo Jiménez, un hombre que también aclara que le gustan las mujeres y que conoce del pegging solo por porno. “Primero, porque no me quiero ni imaginar esa sensación. Segundo, porque ese hoyo está diseñado únicamente para que salgan las cosas, no para que entren. Así que tengo cero ganas de experimentar. Prefiero meter a que me lo metan. Eso ya es otro nivel”, finaliza Mateo.
“A mí no me gusta ser el pasivo, usualmente soy el activo de la relación. Me cuesta acostumbrarme al sexo anal porque duele. Hay que practicarlo y, de igual forma, existe un ritual para limpiarse antes de que te lo introduzcan. Entonces me sale mejor ser activo y la verdad, prefiero meterlo”, explicó un hombre gay de Noruega.
“No dejaría que nadie metiera nada por mi culo porque me duele. Con solo mencionarlo me arde. No me dan ganas. Mi mente lo conecta a algo que no es normal, entonces no me siento animado a hacerlo. Los que buscan eso desean tener un nivel diferente de placer. Es subjetivo. Depende de la mente de cada quien”, señaló por otro lado un italiano que no quiere pensar en relaciones homosexuales.
La presidenta de la Red Colombiana de Atención Psicosocial en Oncología y Cuidado Paliativo en REPSOCUP, Alexandra Caballero, dio explicaciones sobre esta práctica sexual. Según ella, el dilema con el pegging tiene que ver con el orden de los roles tradicionales y heteronormativos, eso quiere decir que la penetración pene-vagina a nivel social se considera como normal, en cambio la inserción pene-ano no lo es.
“Pero si lo analizamos, el ano no tiene sexo, entonces eso cuestiona lo que percibimos como normal. Además, la cola tiene un imaginario distinto. La asociamos a la excreción y suciedad, por lo que es poco higiénico y eso lleva a pensar en un tipo diferente de sexualidad que no corresponde a lo que la sociedad lo cataloga como normal”, explica.
Algo importante que señaló es que al existir ese cambio de roles, se puede pensar que una mujer que penetra a un hombre logra una sensación masculina de poder, sin embargo, aunque muchas mujeres “se comen el cuento”, no es del todo cierto.
“Se tiene la idea generalizada de que el penetrador es el masculino o el dominante, mientras que el penetrado se observa como sumiso. En ese sentido, en el pegging, el hombre siente placer al ser penetrado y una mujer, simplemente le ayuda a obtenerlo por medio de artefactos tecnológicos, no es más”.
Si a este punto usted ya se animó a que le hagan pegging, llega el momento de pensar que esta es una actividad sexual que requiere mínimos cuidados para ser segura:
1. Se debe tener un dispositivo de uso exclusivo para la pareja.
2. Siempre se debe aplicar muy buen lubricante para evitar heridas o lesiones.
3. La regla de oro: hacerlo libremente y sin presiones para no causar daños ni a sí mismo, ni al otro.
“Estamos acostumbrados a una sexualidad binaria porque por mucho tiempo se simplificó tanto que en el imaginario colectivo sólo existían las relaciones sexuales heterosexuales, donde el hombre era el que debía dominar”, empieza respondiendo Lesly Valbuena Caicedo, analista en temas de género y diversidad sexual, magíster en política social de la Pontificia Universidad Javeriana.
En este sentido, señaló que el pegging es sólo una parte dentro de este gran espectro donde encontramos orientaciones sexuales, identidades de género, expresiones de género o el sexo biológico.
“Así, las orientaciones sexuales te indican hacia quién te sientes atraído física, emocional y espiritualmente de acuerdo a su género, por ese motivo, al ser relaciones sexuales entre hombres y mujeres, es una relación heterosexual”, aclara la analista que no es una relación homosexual.
Además, señaló que relacionar el pegging con la homosexualidad proviene del desconocimiento de las formas en las que podemos vivir nuestra sexualidad. “Desde mi posición, esta es una respuesta al miedo de quebrar las normas sociales, muestra de una masculinidad frágil”, concluyó.
“Desde mi identidad como mujer lesbiana llevo años usando arneses de penetración, dentro de esta práctica sexual he entendido que la otra persona está en una posición de vulnerabilidad y entrega casi completa, siendo esta una relación de poder”, señaló Valbuena.
Asimismo, confesó que admira que muchas mujeres puedan experimentar este tipo de prácticas fuera de las prácticas lésbicas. “Considero que tanto el pegging, como otras prácticas salidas de las normas sociales, mejoran significativamente la relación con nuestros propios cuerpos, sintoniza las relaciones de pareja y, especialmente, es un camino que nos lleva a la sexualidad plena”.
Agregó que la estimulación del punto P masculino había sido tan excluido de nuestras mentes que los hombres recibían castigos sociales por este tipo de prácticas, siendo una clara violación a los derechos sexuales.
Sin embargo, infortunadamente no hay investigaciones suficientes que reflejen la cotidianidad, “siendo esta otra barrera de la simplicidad con la que entendemos nuestra sexualidad, además de la barrera al goce autónomo de nuestros cuerpos”, concluyó.
De modo que si su novia o esposa un día le llega con un pene de plástico y le dice que lo quiere penetrar, no se asuste, no piense que eso implica que es gay o que ella quiere transformar su género, esta es simplemente otra forma de vivir la sexualidad. Solo ustedes en su intimidad decidirán si se le miden al pegging o definitivamente lo dejan pasar.