Un hombre al que llamaremos Mauricio contó su experiencia teniendo una relación abierta: mientras tenía su novia tuvo 25 parejas sexuales y ella lo sabía. ¿Hasta dónde se puede llegar?
“Si tomamos la experiencia de vida, el 21 % de las personas han sido no monógamas en algún momento”, reveló Justin Lehmiller en su libro Tell Me What You Want.
Una relación no monógama consensuada es cuando ambas partes de la pareja tienen la entera libertad de explorar relaciones con otros. Puede abarcar el ‘poliamor’, el intercambio de parejas y otras maneras de relación abierta.
Todo surgió por un trauma que tuve a mis 20 años, en ese entonces era un joven desenfadado, fresco y —tengo que aceptarlo— me gustaba mucho jugar con las mujeres. No medía las consecuencias y, luego, vino el arrepentimiento.
Fueron 8 años de “eterna soledad” luego de lo que sucedió. Jamás me imaginé que una infidelidad pudiera causar tanto dolor. Cuando mi novia de ese entonces me pilló en la cama con otra mujer, rompió en llanto, pero no solo fue su llanto, se deprimió al punto de querer suicidarse.
Fue una etapa muy dura. No sabía qué hacer o cómo reaccionar. Entendía que la había ‘embarrado’ hasta causar un inmenso dolor. Uno que me ha pesado hasta el día de hoy. Logramos salvarla luego de varios intentos de suicidio. Tuve que desapegarme de ella poco a poco para dejar de causarle dolor.
Después de eso, quedé agobiado, fue una larga reflexión de muchos años. Hasta que llegó ella: sensual a su manera, sencilla, con un flequillo en su frente, alternativa en su forma de vestir, delgada, pensante, segura y siempre feliz. Ella estaba junto a mi grupo de amigos bebiendo y bailando aquel día.
Más allá de lo externo, me sentía atraído por su interior. A algunos les parecía un chico cuando hablaba o a veces por cómo se vestía. Pero nada de eso importaba porque nos entendíamos muy bien.
Cuando comenzamos a salir, pasó de gusto a admiración, porque ella manejaba un negocio donde vendía ropa vintage, el cual era auténtico, tenía buenos contactos y le iba muy bien. Eso era interesante e inusual.
Cuando las salidas se tornaron más cotidianas, me preguntó: “¿y entonces nosotros qué? Le dije: “Si quieres una relación, tienes que saber que será abierta porque quiero ser sincero tanto conmigo como contigo, y deseo estar con más mujeres”. Ella quedó sorprendida; respiró, miró al suelo, pensó y me dijo: “Bueno, está bien. Probemos”.
Desde ese día nos volvimos más unidos. Teníamos reglas, que de hecho obviamos. Nunca las discutimos. Pero consistía en no generar sentimientos con otra mujer. Usar siempre protección al tener relaciones sexuales y ser sincero.
Eso que le di a ella era lo que realmente buscaba de la relación. Además, porque una de mis pasiones es la fotografía sensual y eso atrae a las mujeres, a esas que les gusta posar sin ropa.
Luego de dos meses, ella descubrió uno de mis chats de WhatsApp por accidente y eso la desmotivó. Percibí que estaba insegura. Era difícil para ella. De un momento a otro, me dijo que no podía más y dejamos de vernos por casi un mes.
Sin embargo, habíamos pagado meses atrás un viaje a Punta Cana. No tuve otra opción más que llamarla de nuevo para saber si todo iba a estar bien durante el paseo. Ella me dijo: “sí, parce, todo bien”. Cuando nos fuimos a ese lugar paradisiaco, luego de un mes de descansar el uno del otro, era como si todo siguiera vivo.
La atracción estaba intacta y, por supuesto, nos reconciliamos. Ella me aseguró que iba a intentar controlar sus celos y su molestia en general si eso llegaba a pasar de nuevo, y así continuamos durante dos largos años.
No éramos una pareja que le gustara estar todo el tiempo juntos. De hecho, cuando nos veíamos, el sexo era la mejor parte. Nos entendíamos muy bien. Lo que menos buscaba era ser deshonesto conmigo mismo y lo que deseaba era poder tener relaciones con varias mujeres sin tener que sentirme culpable.
Fueron más de 25 mujeres las que estuvieron conmigo mientras estuve con ella. Claro está que preferíamos no hablar al respecto. Sabíamos que no éramos exclusivos. Aunque, ahora que lo pienso, mi relación no era completamente honesta, quizá tan solo un porcentaje, porque ella llegaba hasta cierto punto, pero fue un buen intento.
Cuando la relación con una tercera se volvía más intensa, era inevitable que no se diera cuenta, que no lo sintiera. Siempre era ella la de las inseguridades. Yo, en cambio, lograba controlar mis emociones.
Desde mis 20 años he venido trabajando en ese control. Pero la verdad era que no sentía nada. Solo quería tener sexo. Pensándolo bien, mi pareja no fue la ideal. Después de muchas peleas por mujeres, me dejó y está bien, no se puede coartar la forma de amar de nadie.
Una relación abierta no tiene nada de diferente. Existen los altos y lo bajos, los dramas, los momentos felices; todo lo normal. Solo tienes otros acuerdos de interacción con otras personas. Algunas acuerdan solo besos, otras sexo, pero es como estar en cualquier otra relación.
Hay que dejar lo más claro posible lo que se busca desde el principio. Cada quien tiene formas de amar y procesos distintos para hacerlo. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que el externo debe saber que lo único que se desea es un encuentro casual.
De acuerdo con la sexóloga, Carmen Larrazábal, las relaciones abiertas se tratan de dos personas que acuerdan desde un inicio poder estar con otras persona “para echarse una canita al aire, tener amigos especiales, amantes, mozos, rascamoños, noches sexuales, etc. Quienes consensúan desde la sinceridad que se van a terminar cuidando, mientras cada quien tienen su disfrute”.
Según Larrazábal, aquellos que se animan a probar tienen que estructurar su vida afectiva para darse la licencia de mirar hacia otros lados, “la idea es que no tengan que justificarse por sus acciones y, como dicen en mi tierra, al que le gusta le sabe”.
Además, agregó que para que exista esta práctica, solo se puede dar en personas muy seguras de sí mismas y desde el principio deben haber acuerdos bien claros, ya que si no hay límites se puede tornar un dolor de cabeza.
“Por ejemplo, a veces se gasta más en este tipo de relaciones y cuando se ve reflejado en la billetera, fijo hay problemas en casa. Eso no conviene en la cotidianidad de pareja. Ambos deben saber en qué se van a meter”, explicó.
También sugirió a las personas celosas no optar por esta práctica, pues se convertirían es seres amargados y enfermizos, debido a que no todos estamos preparados emocionalmente para esto.
“Si sale mal, tiende a atraer la inseguridad, se viene abajo toda la estructura personal. Lo otro es que deben saber comunicarse y respetar las reglas del juego. Hay que tener libertad de convenciones moralistas, porque si en el ejercicio se sigue en la monogamia o el machismo, no se está en nada”, señaló.
Asimismo, explicó que a veces nos dejamos llevar por las emociones. Usualmente se trata de celos. Entonces termina convirtiéndose en infidelidad. “Las estadísticas de la psicología y lo que muestra la teoría de las relaciones de pareja es que todavía las sociedad no está preparada para el poliamor”, dijo.
Además agregó, “ni mucho menos. Porque termina convirtiéndose en sinvergüencería, muerganería. Casos comunes se dan en el hombre, quien resulta teniendo más relaciones estables. Eso le causa daño a la mujer por la multiplicidad de afectos y los sentimientos”, concluyó.
-Arrepentimiento
-Dificultad en volver atrás con la decisión que acabamos de tomar
-Inseguridad
-Alta probabilidad de enamorarse del tercero
-No lograr controlar las emociones
-Desgaste emocional