Este es el relato de una joven que contó cómo fue estar en la cama con un hombre al que le gustaba tener sexo salvaje. “Hubiera muerto feliz”, lo recuerda ahora entre risas pícaras.
Era viernes en la noche cuando Diana recibió un follow de Instagram. Miró en sus notificaciones y vio que su nuevo seguidor era un hombre bello. Pierre tenía el perfil de un ‘macho’ extranjero que gozaba de un estilo de vida lleno de lujos que deslumbraría a cualquier mujer. Sumado a eso, tenía ojos verdes, piel morena, un hermoso cuerpo y las facciones de su rostro eran justo como las del estafador de Tinder.
Diana pensó que era un perfil fake, pero aún así tenía la ilusión de que fuera real, así que le devolvió el follow. Pasaron los días y Pierre comenzó a darle likes, reaccionar a sus historias y a interactuar con ella. Lo primero que hizo fue invitarla a su país, sin embargo, ella no contaba con los papeles. Luego, le dijo que fueran a Tulum con unos amigos, pero finalmente no se encontraron allá.
La siguiente vez, le dijo que estaba en Colombia y que quería que fuera a verlo. Pierre estaba hospedado en un hotel en la mejor zona de Medellín junto a unos amigos y amigas de diferentes lugares del mundo. Diana se moría por verlo, sentía ansiedad por comprobar si ‘él era de carne y hueso’.
“No lo podía creer y sin duda alguna le dije que sí. Realmente no me importó que fuera un extraño, ni que viviera en otro país, solo quería conocerlo y saber si todo era real”, cuenta emocionada.
Para hablar con Pierre, Diana siempre tenía que usar el traductor. Se comunicaban a través del chat de Instagram en Inglés. Pero ni el idioma ni nada le impedirían conocerlo.
“Yo sabía que quería desordenarse con sus amigos, ir de fiesta y cuando llegué, me impactó. Era idéntico a las fotos y nos entendimos de maravilla. Resultó tal y como me lo había imaginado”.
La noche en que Diana llegó, decidió fumar un poco de marihuana antes de ir a la habitación. Minutos después, Pierre entró al cuarto, se acostó a su lado y empezó a quitarle la ropa, a jalarla fuerte. Incluso a maltratarla.
La verdad fue que su dominancia le resultó placentera, le gustaba cómo la apretaba, le jalaba el cabello, le pegaba. Era verdaderamente cruel e intenso.
“De pronto empezó a presionarme el cuello, me ahorcaba muy fuerte y yo me sentía en otro nivel de placer. Me encantaba la forma como me agarraba, en ningún momento le dije que parara, pero llegamos a un punto en el que él me estranguló tanto que logró dejarme sin respiración”.
Pasaron varios minutos para que Diana volviera en sí. Cuando despertó, no recordaba nada, no sabía dónde estaba, ni con quién. Poco a poco fue recuperando la memoria y siguió disfrutando, sin importar que segundos atrás se había desmayado. Después de terminar uno de los episodios más excitantes que hubiera tenido, como ella lo describe, se quedó profundamente dormida.
Para Diana el recuerdo de esa noche fue algo especial y digno de contarle a sus amigas. Sin embargo, una conversación en medio de una cena con los amigos de Pierre la hizo caer en la cuenta de que algo grave había ocurrido aquella noche de pasión y lujuria. “Cuando estábamos comiendo, una de sus amigas dijo algo que me quedó sonando: le advirtió que tenía que dejar de hacer ese tipo de cosas, porque ya lo había hecho en el pasado y en algún momento iba a matar a alguien”.
Pierre era el CEO de una compañía muy grande y resultó que poseía mucho dinero, no tenía hijos o pareja, tendría aproximadamente 38 años y se dedicaba a pasear con sus amigos por los lugares más fiesteros de Latinoamérica. Su estilo de vida consistía en conquistar a varias mujeres jóvenes para estar con ellas. Así que no tenía ningún límite, para él, las reglas no existían y le gustaba estar rodeado de muchas mujeres lindas.
Para Diana haber descubierto que casi muere mientras disfrutaba del mejor sexo de su vida la hizo estremecer, “es la primera vez y, espero, la última en que pierdo el conocimiento. Después analicé la situación y viéndolo bien, considero que fue algo muy peligroso, aunque resultó placentero. Es un arma de doble filo”, dice aún confundida en un debate interno entre el inmenso placer y una peligrosa locura.
Luego de un par de días, Pierre le contó, a través del traductor, que se había preocupado mucho cuando ella se desmayó. Le dijo que estaba ‘privada’ y decidió auxiliarla. Puso sus manos en cruz y presionó varias veces su pecho para que recobrará la razón, tal cual como había visto en novelas y películas, pero ahora ella era la protagonista.
“Yo digo que me morí y él me resucitó. No encuentro otra explicación a lo que sucedió. Cuando te auxilian para que respires de nuevo, eso ya es estar muerto”, explicó Diana.
Cuando finalmente “volvió a la vida”, Pierre se alivió e inmediatamente fue corriendo a contarle a sus amigos sobre esta experiencia que por poco mata a Diana. Lo que ella cree después de lo ocurrido es que para él eso era un juego en el que nunca han importado las posibles consecuencias fatales. Sin embargo, tuvo la desfachatez de asegurarle a Diana que nunca le había pasado algo así. “Le dije que yo tampoco, que podía ser mi último momento y no me di cuenta”. Sin embargo, a pesar del impresionante riesgo por el que pasó, ella no duda por un segundo en concluir entre risas: “¡Jum! Igual hubiera muerto muy feliz”.
SoHo habló con el especialista en salud sexual, Fernando Rosero, médico de la Universidad de La Sabana, sobre qué significa llegar al punto de perder el conocimiento durante una relación sexual.
Según Rosero, se trata de una patología en sexualidad que se llama asfixiofilia, que habla de las mujeres y los hombres a los que les gusta vivir esa sensación de pérdida de oxígeno, “la gente que lo practica tiene unos orgasmos muy intensos” explicó.
No obstante, el advierte que existen estadísticas en Colombia y en el mundo que muestran cómo algunas personas llegan a morir por esta práctica. “Entendiéndolo desde la sexología, simplemente hace parte de la variabilidad de un gusto que pueden tener las personas, frente a una mayor o menor dureza en las relaciones sexuales, pero como tal no pueden ser entendido como patológico”. Cuando el médico Rosero dice ‘patológico’, se refiere a que no debe ser visto como si fuera un problema o una enfermedad.
“Las personas que realizan la asfixiofilia tienen una sexualidad que es mucho más dada a la experimentación, a juegos sexuales, que la mayoría de individuos no están dispuestos a hacer. Sin embargo, no podemos entenderlo a manera patológica. Es como si a alguien le gustara que le echaran chantilly, es un ejemplo rosa, pero hace parte de esa variabilidad”, explicó.
Además, agregó que realmente, la gente que practica la asfixiofilia no llega a la pérdida del conocimiento, porque perder la razón es una condición en la que no son consientes del placer. “Más bien se trata de llegar a ese punto de la hipoxia, en que la disminución de oxígeno te hace sentir mayor gratificación.”
Vale la pena resaltar que en el caso de Diana no se llegó a ningún acuerdo y para que este tipo de juegos funcionen y terminen en un happy end es importante que haya una previa conversación, donde la persona que va a ser sometida sepa a qué se está enfrentando y exista un código en el que se avise si se está sobrepasando la delgada línea del placer.