¿Cree que no pasa nada si se mete con alguien del trabajo, así sea solo por una noche? María Capote piensa todo lo contrario y aquí le explica por qué usted tampoco debería considerarlo.
Hace poco leí acerca del síndrome de Beauchef y me cambió la vida. Algunos le dicen “el mal del ingeniero” y se trata de una alteración psicovisual en la cual disminuye su buen gusto, sobre todo si en el entorno en el que se encuentra hay pocas mujeres y las que hay no están buenas, entonces es ahí cuando le empieza a gustar cualquier cosa porque es lo que hay.
En la oficina se intensifican los síntomas de este mal de vereda. Por más que usted no quiera, el lugar se termina convirtiendo en su segunda casa y empieza a ver como toda una Miss Universo a la única vieja que aguanta de todo el edificio, pero que ni sus amigos le harían en la peor borrachera.
Para su rutina esto podría resultar emocionante, sobre todo si su vida social va en caída y todo se ha reducido a su trabajo. La adrenalina de los encontrones de pasillo, post it con mensajes, las risas en la fotocopiadora y el peor cliché de todos, la fiesta de fin de año; la eterna borrachera que usted probablemente no recuerde, pero que sus compañeros le harán recordar todos los días de su vida.
Por eso reuní varias de las razones para que pase de largo la minifalda de su compañera, baje Tinder o espere a su casa para ver porno y tener un final feliz.
No patee la lonchera y más bien siga estos consejos: