Luis Díaz. New Jersey-Estados Unidos. Septiembre 24 de 2022. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista SoHo. | Foto: Juan Carlos Sierra

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La travesía de una entrevista con ‘Lucho’ Díaz

Por: Soho.co

El guajiro extraordinario que encanta en la cancha de Anfield aceptó conceder una entrevista para el regreso de SoHo al papel, sin embargo, la persecución para poder tenerlo para ustedes fue larga y llena de aventuras, que vivió nuestra directora Mónica Jaramillo.

El mensaje llegó unos cuantos minutos antes de despegar y me avisaba que todo nuestro plan se derrumbaba. “Lucho no podrá recibirlos mañana”, leí en la pantalla de mi celular. Sentí un escalofrío y un mareo momentáneo. Era casi la medianoche del viernes 23 de septiembre de 2022, el fotógrafo Juan Carlos Sierra y yo nos preparábamos para volar de Bogotá a Nueva York donde, se supone, podríamos entrevistar y retratar al delantero colombiano Luis Díaz para la portada de esta edición especial de SoHo, que marcaba su regreso al papel. Y todo iba bien, de maravilla. Pero mi “contacto” –llamémoslo así– me daba la terrible noticia de que Luis ya no podría atendernos. No era su culpa. Simplemente, la “logística” nos jugaba una mala pasada.

Nuestro plan perfecto era el siguiente: hablaríamos con el goleador guajiro después de terminar el partido amistoso entre las selecciones de Colombia y Guatemala en Nueva Jersey, y regresaríamos al día siguiente, como campeones, con el trabajo hecho. Ahora el plan se había jodido. Mi contacto, que siempre hizo todo por ayudarnos, me explicó que el equipo nacional, después del encuentro con los guatemaltecos, se dirigiría a California y no habría tiempo de nada más. “Pero pueden hablar con él en San Francisco”, me dijo el contacto. ¡Como si fuera tan fácil! ¡Otro vuelo! Más días. No hay presupuesto editorial que aguante dos viajes sorpresivos.

Fue entonces, en medio de la incertidumbre, cuando le dije: “¿Y por qué no me das el número del móvil de Lucho para quedar en contacto con él directamente”. Al cabo de unos segundos, lo tenía. Respiré aliviada. Cerré los ojos, el avión se elevó, las probabilidades de que este viaje fuera exitoso eran ínfimas.

¿Qué haces aquí?

Aterrizamos en Nueva York el sábado 24 de septiembre, en una mañana nublada de comienzos de otoño. Lo primero que le digo a Juan Carlos es que nos dirijamos de inmediato al hotel donde se hospeda la selección. Quizá logremos captar la atención de Lucho en el lobby, antes de subirse al bus rumbo al partido de esta noche. Él asiente algo sorprendido. Así, con las maletas y el equipo de fotografía mínimo en las manos, llegamos al Hilton Short Hills, en Newark. Y ahí nos sentamos a esperar.

A las 10:30 de la mañana le escribo a Luis. Le pregunto si nos puede dar cinco minutos para contarle sobre esta edición especial de SoHo. Él revisa el mensaje. Sé que tratara de ayudarnos. Por lo pronto, paciencia. En el pasillo vemos a algunos ejecutivos del fútbol nacional. Uno me saluda: “Hola, Mónica, ¿qué hacés aquí”. Yo le respondo que vamos a cubrir el partido de esta noche. “Uy, volaron tan lejos por un amistoso, ¡ese sí es mucho interés en la selección!”. Sonrío lo mejor que puedo. Y clavo la mirada en la pantalla del celular.

Misión imposible

Es mediodía y nuestra situación no tiene grandes mejorías. Nos hemos cruzado un par de mensajes más. En el último le decía que nos diera al menos dos minutos. Luis siempre respondía con paciencia y ánimo de ayudar, después de 30 o 40 minutos.

La situación era esta, solo podríamos llegar hasta él si contábamos con la aprobación del jefe de seguridad del equipo, así que fuimos a buscarlo. No hubo suerte. Y cuando todas las puertas parecían cerradas y el viaje a San Francisco –con el gasto y el retraso que eso incluía– parecía la única opción, nos informaron que seguro lo encontraríamos en el segundo piso del hotel, donde se alojaba la selección. Pero “nadie, nadie”, me dijeron, podía subir hasta allí. Sentí una gran frustración. Había que dejarlo ir, no era el día, cosas que pasan en este oficio. Lástima. ¡Estábamos tan cerca!

A las 2:00 de la tarde sucedió el inesperado “milagro”; y dejémoslo así, fue un milagro. Pocos minutos después tocamos a la puerta de una habitación y él la abrió con una amistosa cara de sorpresa. Era Luis Díaz, que me pareció alto, altísimo, más de lo que imaginaba. “¿Cómo lo lograste?”, preguntó. Durante un par de segundos espere que nos cerrara la puerta en las narices. Así, supongo, lo habría hecho cualquier otro futbolista de élite como él. Pero Luis es diferente, tan solo sonrío con sorpresa y nos invitó a pasar. Por fin nos veíamos. Yo estaba temblando. Apenas podía hablar. Traté de explicarle rápido nuestra misión. Sabíamos que era imposible hacer una entrevista, pero le pedimos unos minutos para retratarlo y tener la foto de portada. “¿Y qué revista es?”, me dijo él yendo hacia el baño. Yo lo seguí, le di las explicaciones mientras se arreglaba el pelo frente al espejo y Juan Carlos cuadraba una luz para las fotos. A nosotros nos costaba mantener la calma, pero Lucho seguía tan tranquilo y sonriente. Miré rápido la habitación. La cama estaba destendida pero ordenada. Había unas canilleras con unas figuritas de futbolistas al lado del televisor. Juan le daba algunas instrucciones a Luis, quien estaba en ropa de entrenamiento. Abrí las ventanas y durante cinco minutos, ni uno más, ni uno menos, la cámara obturó sin descanso. Teníamos la foto de la portada. Pero ya debíamos irnos sin ser descubiertos. Quedé con Luis en que haríamos la entrevista después, quizás una videollamada. Al salir por esa puerta yo sentía que sonaba la música de Misión imposible.

Horas más tarde lo vimos jugar contra Guatemala en el Red Bull Arena, Colombia ganaría 4-1; él no anotó. Regresamos a Bogotá con el primer contacto realizado. En ese momento no sabía que nos volveríamos a ver, de manera presencial, en nuestro país, para realizar una entrevista en toda regla.

A sus 25 años Lucho tiene grandes títulos: ha sido campeón en Colombia, con el Junior; en Portugal, con el Porto; en Inglaterra, con el Liverpool –aunque aún no ha ganado la Premier League–, equipo con el que además jugó la pasada final de la Champions League (la perdieron contra el Real Madrid). Es una estrella global, pero sigue siendo el hombre sencillo que no olvida sus orígenes. Por eso, junto con su primo Josher Brito Díaz, crearon en Barrancas la Fundación Luis Díaz Sembrando Esperanza. Una escuela de formación deportiva para darles oportunidades a los nuevos talentos de la región. Hoy tienen inscritos 800 niños. Así es el goleador, que no pierde la sencillez ni el contacto con su pueblo.

La entrevista posible

Barranquilla. 31 de octubre de 2022. Los papeles han cambiado. Ahora es él quien toca a la puerta. Subió por el ascensor de servicio, recorrió el pasillo y llegó la habitación de un conocido hotel de la ciudad donde, más de un mes después, lo espero con el equipo de la revista para, por fin, poder conversar tranquilamente. “¿De qué quieres que hablemos?”, me había preguntado antes en los mensajes que intercambiamos por el celular durante todas estas semanas. “De su vida, de lo que siente, de su cotidianidad; me interesa más eso que la cantidad de goles que ha marcado o las cifras que replican en los portales especializados de fútbol”, le contesté. Y aquí estamos. Luis se acomoda en su silla, viste unos jeans, una camiseta blanca con el logo de Monastery Couture y una gorra del mismo color. En su muñeca: un Rolex. De nuevo, habla relajado, tranquilo, cercano. A veces me pregunto si él realmente se ha dado cuenta de lo que ha logrado y de quién es.

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