El candidato líder en las encuestas se quedó sin voz, pero esa no fue excusa para descubrir qué tan vanidoso es, si hace algo para no quedarse calvo, qué le gusta cocinar, cuándo ha llorado y qué tanta ropa cara tiene. Un perfil desde la mirada de Sofía, su hija que vota por primera vez.
La maldición no se repitió: la última posibilidad que tenían quienes quieren matar a Gustavo Petro era en la Plaza de Bolívar de Bogotá, durante el cierre de campaña antes de primera vuelta, pero el robustecido esquema de seguridad y el inverosímil uso de un escudo como atril para dar su discurso ante más de 40 mil personas, lograron disuadir. Petro no reeditó la historia de Gaitán, Galán, Pizarro, Jaramillo y Pardo Leal, candidatos asesinados en la carrera presidencial, por lo que ahora solo le quedan las urnas como último paso para conquistar el poder.
El candidato termina su extensa intervención, debería estar agotado, prácticamente ya no tiene voz y está con pocas ganas de seguir de pie por mucho tiempo, pero aún así el cansancio no está en su cuerpo, logra recargarlo la energía de las decenas de miles de asistentes a su acto que previamente había sido una fiesta de merengue y música alternativa. Caminar del costado sur de la Plaza hasta el carro que lo transportará es otro acto de supervivencia esquivando seguidores, periodistas y su propio equipo de seguridad. Después de lograrlo se encuentra con Sofía, su hija de 21 años, quien nota que está particularmente emocionado, pero como Petro es introvertido y callado, no expresa nada de lo que acaba de vivir.
“Él es un hombre que casi no llora, lo he visto hacerlo una o dos veces. En el funeral de mi abuelito -su suegro- y en el de Guillermo Asprilla, con quien trabajó en la Alcaldía. Ahí se le quebró la voz”, confiesa Sofía, que por un momento pensó que iba a llorar mientras estaba hablándoles a sus seguidores. Esa noche ambos fueron a comer algo y a descansar en un apartamento improvisado en Chapinero que sirve de vivienda por estos días de campaña para no hacer extensos recorridos hasta su casa en Chía.
Un encuentro en el carro en Bogotá o en el avión en cualquier ciudad del país donde tienen agendas diferentes, son los pocos momentos que pueden compartir juntos padre e hija por cuenta del final de la campaña. Ella recuerda que el último día que estuvo junta toda la familia almorzando en casa fue el día de la madre. “Poco nos cruzamos, apenas si nos vemos porque estos días han sido muy intensos, pero ese día estuvimos en la casa de Chía, almorzamos, escuchamos música y descansamos mucho”.
Ese día les cocinó Rosmira, quien les ayuda con las labores de la casa ‘abandonada’ por estas fechas, pero a Gustavo le gusta meterse a veces a hacer de comer y aunque según su hija tiene varias recetas, se casó con una: “Le gusta hacer pastas a la amatricina, pero hace mucho tiempo que no le pruebo otro plato que no sea ese”, llama la atención, porque el ropaje de candidato le quitó el de chef casero.
Es innegable que además el papel de papá quede opacado por cuenta de las reuniones, viajes, debates y entrevistas en los que tiene que estar Gustavo Petro para seguir martillando en el país su idea para ser presidente. A pesar de eso, la relación con sus hijos, que no son pocos -Andrés, Andrea, los dos Nicolás, incluido el de su esposa Verónica, Sofía y Antonella- sigue siendo especial, aunque tenga “muchas cosas en la cabeza”, como reconoce Sofía.
“El otro día se tomó el café, se lo recogieron y me preguntó después ‘ya me tomé el café?’. Además, como no estamos viviendo en la casa, otra vez me dijo ‘¿dónde es que duermo yo, dónde es que está mi cuarto?’. Para lo cotidiano es perdido, incluidas las fechas”, un problema no menor para quienes se molestan por no recordar un cumpleaños o un aniversario, pero ella lo excusa, por lo menos ahora en campaña: “Tiene otras cosas en mente, por ejemplo en los debates, ahí muestra una memoria impresionante”. Por esos episodios recientes con su papá, Sofía no duda en calificarlo con tres adjetivos rápidos: “Él es auténtico, transparente y despistado. Muy despistado”.
Con Sofía, que hasta antes de la campaña estaba viviendo en Francia, habla por lo menos una vez a la semana, ella estaba lejos del país porque había decidido estudiar su carrera de Ciencias Políticas allá, su intención era poder ser una persona “normal”, caminar por cualquier calle o estar en una clase sin tener el rótulo de ser la hija de Petro. “En Colombia camino acompañada de dos personas atrás, no puedo ni ir al baño sola, ese es el cambio mayor, la cotidianidad. Cuando estoy acá soy menos libre de salir”, cuenta con poca resignación.
La seguridad, los escoltas y también la zozobra son realidades para la familia Petro Alcocer y, en el caso de los hijos, existen desde que nacieron. La alusión a un atentado para matar a Gustavo Petro en algún momento no solo es paranoia, aunque quienes lo odian o le temen -o sienten al mismo tiempo ambas cosas por él- afirmen que el plan para asesinarlo que denunció hace algunas semanas es tan falso como el cáncer que informó que tenía en 2020.
“Mi mamá me ha contado que estando embarazada de mí, tuvieron que salir corriendo varias veces del país porque los estaban esperando para matarlos en la casa, ese era un escenario real”, explica Sofía que ve que el riesgo era mucho mayor en esa época cuando su papá era solo un congresista. “Yo estaba en la panza de mi mamá, pero sí sé que había mucha más tensión en ese momento, más miedo”.
Por estos días, Sofía Petro terminó de leer ‘El olvido que seremos’ de Héctor Abad Faciolince, quien es paradójicamente uno de los más críticos y de los que más desconfían de la llegada de su papá al poder. Pero ella compara la historia familiar de los Abad con la de los suyos por la incredulidad que existía en ese entonces de que fueran a asesinar a Héctor Abad Gómez.
“En un pedacito del libro, cuando ya lo estaban amenazando, sus hijos le dicen que tenga cuidado, pero en realidad ninguno creía que se atrevieran a matarlo, que fueran capaces de hacerlo. Ese paso de las amenazas a la realidad, para cualquier familiar es impensable”, explica. “Los hijos de Héctor Abad decían ‘mi papá es una persona muy buena, quién lo va a querer matar, eso no nos va a pasar a nosotros’, pues las personas que tenemos familiares amenazados no creemos que algo vaya a pasar realmente, si eres una gran figura, es demasiado fuerte que te maten. Aunque, claro, el miedo está en el subconsciente”.
A pesar de esa cruda realidad que ronda la cabeza de todos, nadie le dice a Petro que cambie de profesión, oficio o vocación. Para qué, si igual no va a hacer caso. “Que yo me acuerde nadie la he dicho que no haga política, en estos momentos ya no hay vuelta atrás, yo no le voy a decir nada en este punto, aunque en los comienzos de su vida política sí me imagino que alguien le pidió que parara”.
Además, con qué cara los hijos le van a decir que no haga política, si ellos lo están haciendo; Nicolás como diputado y Sofía, mientras estudia, está metida en otras agendas que van más allá de lo electoral, por eso sus discusiones con Gustavo Petro son recurrentes. “Tenemos las mismas posturas en muchas cosas pero hay sutilidades en las que no estamos de acuerdo. Podemos pasarnos horas hablando porque ambos somos de los que nos gusta tener la razón siempre y ahí nos quedamos”. Una de esas ‘sutilidades’ es el feminismo, que ella confiesa es un tema en el que le insiste al papá-candidato.
“Claro que mi papá tiene comportamientos machistas, como todos. Está muy arraigado a la manera como crecimos, a la sociedad colombiana que es muy machista. Me sorprendo porque son comportamientos que encuentro incluso en mí”, explica ella. “A veces él es machista en interrumpir, es un tema que pasa en muchos sectores de la vida, que los hombres tienen a hablar cuando las mujeres lo están haciendo y a explicarle cómo son las cosas, eso se llama mansplaining. Eso a mí me fastidia mucho, te quieren explicar cosas como si tú no las supieras. A las mujeres se les interrumpe mucho cuando hablan en las oficinas, en el colegio, en muchos espacios de la vida cotidiana. Él no es la excepción, pero está aprendiendo”, dice con cierto tono de asesora.
Más allá de sus propuestas, a Petro lo critican por su personalidad: algunos aseguran que no es confiable una persona que se resista a quedarse sin pelo y otros le cuestionan una supuesta contradicción al vestir con marcas costosas, como lo hizo la periodista Salud Hernández-Mora quien cifró en más de dos millones de pesos el precio del cinturón que usa. “Yo creo que se va a quedar calvo algún día, aunque la verdad no quiere quedarse sin pelo”, responde Sofía con risas. “Él sí se aplicó algo para el pelo en algún momento, algo se hizo porque le empezó a salir más”.
La hija del candidato presidencial afirma además que su papá es algo vanidoso, pero controvierte lo de su ropa: “No tiene tantas cosas caras. Él, en serio, tiene zapatos muy viejos, no es de comprar mucha ropa. Lo que tiene son unos mocasines arrugados, sin marca, y los Ferragamo esos que se hicieron famosos, él se pone lo que le regalan y no diferencia mucho las marcas”. Sobre eso, uno de sus escuderos, el senador Gustavo Bolívar, explicó en su momento que los zapatos que pueden valer más de 4 millones de pesos, fueron regalos de seguidores del petrismo.
Con pelo o sin pelo, con zapatos finos o descalzo, lo realmente importante y novedoso en Colombia es que un exguerrillero está a punto de llegar a la Casa de Nariño, Gustavo Petro está por terminar un recorrido de largo aliento que del han sido testigos sus hijos, una vida hecha campaña y viceversa, por eso es mucho lo que está en juego para ellos. Sofía confiesa que no ha participado en marchas en Colombia -salvo las relacionadas con la legalización del aborto y contra las corridas de toros- sin embargo, si su papá tiene dudas de algún fraude después de las elecciones, podría salir a la calle.
“Debe haber un proceso en calma, si se tiene la sospecha hay que corroborarlo, existen muchos mecanismos para hacerlo”, dice inicialmente, pero deja abierta cualquier posibilidad: “Si después de demostrar el fraude no se quiere hacer nada, ahí yo creo que el tema se complica. Esperemos que no lo haya y que no lleguemos a una situación tensionante que este país no aguantaría más”.
Es casi seguro que del apellido Petro seguiremos escuchando mucho, ya sea para acompañarlo de la palabra ‘presidente’ durante los próximos años o por la herencia que recibirán sus hijos que se perfilan como delfines.