Planeó durante un año el asesinato del abusador de su hija.
Hace algunos años, se vivió la historia de la madre que no se esperó a que condenaran al violador y asesino de su hija y decidió matarlo.
De las diferentes noticias que se conocen a diario en Internet, hay algunas que generan preocupación, otras tantas risa por lo curioso del caso, pero también están las que dejan a muchos sin palabras por los escabrosos detalles.
Es así que en redes se hizo tendencia la historia de una mujer que, consternada por haber perdido a su pequeña hija, decidió acabar con la vida del sujeto que abusó y mató a la pequeña.
Este caso sucedió en Sarstedt, Alemania, donde Marianne, una mujer que nació en 1950 vivió una vida compleja y difícil de entender.
Esta mujer fue víctima de diferentes abusos durante su adolescencia, llegando a ser agredida sexualmente por varios hombres.
A sus 16 años quedó embarazada de su primer noviazgo, aunque sus padres, dos estrictas personas, la obligaron a entregar a su bebé a un centro de adopción, aun cuando ella quería tener a su pequeño.
Tal era la estricta actitud de sus padres que en su segundo embarazo, cuando ya tenía 23 años, quisieron obligarla nuevamente a entregar a su hija a un lugar de adopción, pero en esta ocasión Marianne se enfrentó a ellos y les manifestó querer quedarse con su niña.
Desde entonces, según cuentan, su vida giró en torno a su hija, Anna, brindándole el bienestar y la felicidad que ella nunca tuvo, aunque, esta felicidad terminaría pronto.
Fue durante el 5 de mayo de 1980 que la historia tendría un aterrador giro, la pequeña Anna fue abusada por uno de sus vecinos, que bajo engaños, la invitó a su casa para que “jugara” con sus gatos, pero una vez adentro, la secuestró y abusó en varias ocasiones de esta.
Pero no conforme con el abuso de la pequeña, el sujeto, según reportó en su momento el cuerpo investigativo alemán, la estranguló.
En medio de la crisis que tuvo este sujeto, le confesó a su novia el crimen que había cometido, quizá buscando apoyo, pero lo que recibió fue el repudio de la misma, quien no dudó en dirigirse a las autoridades para denunciarlo.
Tras la captura del hombre, fue que Marianne empezó a planear su venganza, esto porque le habían quitado el único motivo de felicidad que había tenido en su vida.
Fue así que durante un año planeo el crimen, compró un arma y empezó a pensar en cómo acabaría con la vida del hombre que arruinó la suya.
Durante este año, Marianne asistió a cada una de las sesiones de los juicios del asesino de su hija, manteniéndose en silencio y escuchando tanto las declaraciones de este, como de los diferentes testigos del caso.
Pero fue un viernes 6 de marzo de 1981 que decidió tomar justicia por mano propia. Para esto, la mujer llegó a los juzgados vistiendo un abrigo de color blanco en el que escondía el arma que usaría.
Fue así que llegó al lugar, se sentó, lo miró fijamente, para minutos después dirigirse a él y sin que nadie lo sospechara, desenfundar el arma y proporcionarle siete disparos que le quitaron la vida al abusador.
Tras matarlo, la mujer tuvo que empezar un juicio, en el cual fue condenada a siete años de cárcel, de los cuales solo cumplió la mitad.
Tras salir de prisión, inició una nueva vida, se casó e intentó ser feliz.