Corabastos | Foto: Soho

Estilo de Vida

El arte de rayar mazorcas con la precisión de un bisturí

Por: Redacción Soho

En ninguna otra parte se aprecia tanto esta destreza de rayar mazorcas con un bisturí como en las bodegas de Corabastos, el corazón palpitante de la distribución de alimentos en el país.

Al adentrarse en las entrañas de Corabastos, una escena cautivadora se despliega ante los ojos curiosos de los visitantes. Mujeres y hombres, con años de experiencia a sus espaldas, se sumergen con esmero en la laboriosa tarea de rayar las mazorcas, convirtiendo el maíz en una obra maestra culinaria lista para ser llevada a los hogares colombianos. Es un espectáculo fascinante y conmovedor, ya que cada gesto denota una destreza adquirida a lo largo de toda una vida dedicada a este arte.

Esta labor tiene una importancia trascendental en la cotidianidad de Corabastos, donde el maíz es un pilar fundamental de la dieta nacional. Las recetas que nacen de esta técnica, desde arepas hasta tamales, son símbolos de identidad y cultura. Por esta razón, para honrar y resaltar la labor de estos hábiles artesanos, se ha instituido un torneo propio que conmemora el aniversario de esta emblemática central de abastos.

Al igual que el torneo de las arvejas, el evento reúne a los más talentosos rayadores de mazorcas del país en una competencia emocionante y llena de camaradería. Cada participante despliega su pericia en el manejo del bisturí, con la mirada puesta en el reconocimiento y el honor que se otorga al campeón.

Más allá de ser una simple actividad, el arte de rayar mazorcas es una tradición que trasciende el tiempo y conecta a las personas con su pasado y sus raíces. Es un símbolo de la dedicación y pasión que los colombianos ponen en su cocina, preservando un legado culinario que perdura a través de las generaciones.

En definitiva, la técnica de rayar mazorcas con un bisturí es una expresión artística en sí misma, una forma de honrar el maíz y una conexión directa con el sabor y la cultura que alimenta a Colombia. Un arte que seguirá vivo y floreciendo en los hogares y bodegas del país mientras exista el inquebrantable espíritu de los apasionados cocineros que hacen de cada mazorca un pedazo de historia.

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