Hace 30 años la legendaria banda pisó suelo colombiano por primera vez, y aunque hubo buena música, también se convirtió en un verdadero desastre. Julio Correal, quien se encargó de organizar aquel concierto en El Campín, habló con SoHo sobre esta gratificante pero oscura experiencia.
Colombia, 1992: el país pasaba por uno de sus momentos más violentos debido a la guerra contra el narcotráfico y la música se convertía en una vía de escape para nuevas generaciones que no veían un futuro en medio del caos. Por ese entonces, el rock and roll prevalecía en las emisoras juveniles, el grunge empezaba a mandar la parada precisamente por sus mensajes contundentes y rebeldes, y el rock en español se estaba convirtiendo en un fenómeno muy poderoso en la región.
Muchas eran las bandas que estaban sonando en aquel año, pero solo una era la número uno en el mundo: los Guns N’ Roses. Miles de fanáticos soñaban con verlos en vivo, pero el sueño parecía lejano (y casi imposible) por las circunstancias políticas y sociales por las que estaba atravesando Colombia, razón por la que los artistas ni siquiera contemplaban incluirlo en sus giras.
Pero todo cambió. Un grupo de personas, empresarios del entretenimiento y fanáticos del rock, entre ellos Julio Correal, se atrevió a traerlos a El Campín, aunque fuera lo último que hicieran y a pesar de que les costara lágrimas. Y esa metáfora dejó de serlo para hacerse realidad.
“Yo, ahora analizando el tema, puedo decir que el Julio Correal de esa época estaba muy rockero. Y es que, si te pones a pensar, en el 92 fueron los Guns y en el 94 iniciamos con Rock al Parque”, señala Correal, hoy un referente en la organización de conciertos. “La estaba remando bastante duro, emprendiendo con toda y me había encontrado con mi amigo Fernando Pava, que también era rockerísimo, y pensamos: ‘Por qué no traer a la banda número uno a Colombia’”. Y es que hasta ese momento ninguna de las bandas que había pisado suelo colombiano estaba en la cúspide.
Julio Correal y sus panas lograron concretar dos fechas con la banda y su equipo administrativo. Las cosas parecían estar en orden, pero poco a poco todo empezó a salirse de control y ¡de qué manera! Incluso, de acuerdo con el promotor de conciertos, hubo ‘mano negra’ en este relato: “Yo creo que hubo brujería ahí, me da la impresión. Y es que hubo unas brujas que recorrieron el estadio permanentemente”, revela Correal. La historia completa la encontrará unos párrafos más abajo, pero, por ahora, empecemos por el principio:
“Lo que empieza mal, termina mal. Y esto empezó malísimo. La embajada americana nos dijo: ‘Por favor, no hagan eso’. La embajada americana le dijo a la banda que no vinieran. Todo el mundo nos decía que estábamos locos”.
Pero ni la banda ni Julio ni sus amigos pensaban detenerse. Habían dos fechas por delante y un pago que realizar. “¿Cuándo nos dimos cuenta de que todo iba a estar muy mal? Cuando Fernando Pava y Armín Torres perdieron el cheque por 50 mil dólares con el que pensaban pagar el depósito de la agrupación en Las Vegas (Estados Unidos). Por fortuna, los encargados de cerrar el negocio por parte de los Guns les creyeron y les pidieron que consignaran ese dinero tan pronto como pisaran suelo colombiano. Además, ese cheque nadie lo cobró y esa plata pudo llegar a las manos correctas”.
Sin embargo, con el pasar de los días se darían cuenta de que ese era el mínimo de sus problemas. “El siguiente infortunio tiene que ver con Hugo Chávez y su golpe de Estado. Gracias a eso, el avión de la banda con todos los equipos, pues también iban a tocar allá, ya no puede salir. En ese momento manteníamos las dos fechas, pero ya no viernes y sábado, sino sábado y domingo”.
Para rematar, y cuando nadie lo esperaba, el techo que iba a cubrir el escenario y a la banda termina cayéndose y con este, también se cae la segunda presentación de los Guns en el país. “Al final, solo quedó el concierto del domingo y tratamos de meter la mayor cantidad de gente que se pudiera de las dos fechas y al resto devolverle la plata”.
Los Guns cumplieron y llegaron justo a tiempo, pero su arribo al país estuvo cargado de más y más problemas. Disparos en el aeropuerto por parte de su equipo para “ahuyentar” a los miles de fanáticos que los estaban esperando, y hasta la alocada fiesta en el hotel donde se hospedaron y que terminó en una demanda. Sin duda, era la agrupación más importante del momento, pero también, una de las más conflictivas.
Pero lo más loco de su estadía en Colombia sucedería en medio de su presentación, cuando aquel 29 de noviembre de 1992 en El Campín, empieza a llover apenas suenan los acordes de uno de sus grandes himnos: “November Rain”.
“Yo creo que hubo brujería ahí, me da la impresión. Y es que hubo unas brujas que recorrieron el estadio permanentemente. Todos los días iban, jodían, rezaban, ponían vainas. Y entonces, empieza “November Rain” y comienza a llover. Una vaina loca. O sea, qué putas, esto de dónde. Y la lluvia al final duró como dos canciones, no más”.
Aquella lluvia que hoy es tanto emblemática como romántica sirvió para generar una tensa calma, pero, también, significó el final.
“Fue un aguacero terrorífico que, de cierta manera, sirvió para calmar a la gente que estaba afuera enardecida, tratando de meterse gratis al estadio, empujando las puertas y burlando a la seguridad. No teníamos techo, así que todos los instrumentos terminaron mojándose y la banda y su equipo tenían un alto riesgo de morir electrocutados. Después de ese aguacero no había nada qué hacer, y la verdad era esa. Los tipos no podían devolverse a cantar las canciones que les faltaban como ‘Sweet Child O’ Mine’ y ‘Knockin’ on Heaven’s Door’, y los motherfuckers decidieron irse, pero es que no había nada más qué hacer”.
Bastante molestos porque los Guns se iban sin terminar el concierto, sumado a todo el infierno que habían vivido en el pasado, y finalmente, peleando por un reintegro de una parte de su dinero, pues no hubo segunda fecha, Julio y los demás organizadores decidieron que la banda debía pagar de alguna de manera.
“Uno de los socios era capitán de aviación y conocía a la gente de la torre de control del aeropuerto El Dorado, entonces pidió que hicieran un simulacro como si el avión estuviera cargado de drogas para bajarlos del mismo. Esto sucede y les hacen una requisa exhaustiva. Fue una reacción de socios emberracados que estaban en una habitación de hotel contándose las tristezas. En medio de tanta piedra, hicimos esa locura”.
Muchos creyeron en ese momento que la agrupación jamás volvería a Colombia, pero lo hicieron y lo volverán a hacer. Muchos también pensarían que Julio no estaría muy feliz por su regreso, pero la verdad es que está bastante emocionado. La historia se repite y una nueva generación los espera.
“Estaban anunciados para el Estéreo Picnic, pero no hubiera sido tanta la locura como ahora, cuando El Campín vuelve a recibirlos. Se repite la historia, tal como hace 30 años. Eso, sin duda, tiene mucho de romanticismo. Vamos a ver, vamos a oír a los Guns N’ Roses en el estadio, y no sé por qué, pero creo que va a volver a llover en ‘November Rain’. ¿Brujería? ¿Será brujería?”.
Al igual que su primera vez, en el 92, los Guns llegaron puntuales al país, aunque en esta ocasión arribaron silenciosos y tranquilos. Los años pesan y Slash asustó a sus fanáticos (previo al concierto), mostrándose junto a una bala de oxígeno.
Sin embargo, los problemas con la altura no se sintieron sobre el escenario, pues tanto él como Axl y el resto de la banda, la dieron toda en un show que duró tres horas. Su presentación comenzó antes de las ocho y a partir de ese momento el cielo empezó a nublarse más y más. Constantemente, los fanáticos miraron las nubes, esperando que lloviera en “November Rain”, pero el clima capitalino no cumplió y, finalmente, no llovió durante la noche.
La agrupación tocó más de 20 canciones y cerró con la legendaria “Don’t Cry”. Un tema que movió miles de fibras y que despertó la nostalgia en muchos, quienes empezaron a recordar las imágenes de aquel videoclip mientras Axl cantaba con ese dolor propio del tema.
“Gracias motherfuckers”, se les escuchó decir en varias ocasiones, mientras los fans pedían más y más. Ahora se viene su segunda presentación y El Campín volverá a llenarse de la esperanza de miles de colombianos, quienes mirarán al cielo esperando que llueva en “November Rain”.