Humor

Cómo identificar a un padre de familia colombiano

Por: Javier Uribe

Descripción humorística de lo que es el típico papá colombiano a cargo de Javier Uribe.

Si su papi, mientras hace la fila para llegar a la caja registradora de un supermercado, se come la punta de una baguette que aún no ha pagado, es porque es colombiano. Si desde la cabecera de la mesa del comedor y luego de comer el corte más jugoso de carne, pregunta al final de la cena "¿Hay peguita? ¿Sobró peguita?", también.

Los padres de familia colombianos son esos que, generosos, en los quince años de su hija preguntan: "¿Viaje a Orlando o implantes de silicona?".

¿Pero cómo es ese papá colombiano? La lista de rasgos característicos es infinita.

Papá colombiano es ese que en la misa, a la hora de la oración (de la elevación), permanece de pie, como posando para la foto de un equipo de fútbol, antes de sucumbir a la humillación de arrodillarse a solicitar las gracias del Señor. Claro, siempre y cuando no esté pendiente de un préstamo del banco.

Es ese que escribe en su hoja de vida que es representante del curso de su hijo ante la asociación de padres familia del colegio o ante la junta de administradora del edificio y entre paréntesis pone "suplente".

Es ese que sin remedio viste una gorra de pana y chaqueta de gamuza para asistir a tres lugares: el estadio de fútbol, la plaza de toros o el bazar del colegio de uno de sus vástagos, y lo utiliza para celebrar un gol, pedir una vuelta al ruedo o llamar a otro padre representante desde lejos.

Es ese que piensa que los relojes más elegantes son los de correa de cuero de culebra y números romanos en el tablero.

Es ese que nunca renunció a los calzoncillos a los que denomina pantaloncillos y lleva sin salvedades con una franela blanca.

Es ese que se llama a sí mismo papi: "Ven le das un beso a tu papi".

Es ese cuyas mayores cualidades deportivas se dan en las artes del billar y el ping pong, disciplinas que aprendió mientras levantaban el paro de la Universidad Nacional.

Es ese que desciende del carro siempre que pone gasolina, a revisar no se sabe qué.

Es ese que en el Día del Padre pide que lo lleven a Carbón de Palo, a las Sopas de la Abuela y al final, lo llevan a Uniclub para ahorrar gasolina.

Es ese que al final de cada mes dice: "Este mes sí nos toca mermarle a los gastos, o no hay Santa Marta en diciembre".

Es ese que, después de ver La pelota de letras, asegura sin rubor: "No, pero yo no soy así..." y remata con un: "Ese Andrés López es mucho plato".

Es ese en extremo cívico, que sutilmente exige respeto por el Himno Nacional con un "¡quítese la gorra, venezolano!".

Es ese que posa de antiyanqui, pero que con frecuencia comienza sus diálogos con un "…sí vio lo que están haciendo ahora los gringos… Es que en eso, a los gringos no les gana nadie".

Es ese que ante las sobras de comida no perdona la frase: "¡Se come lo que se sirvió; hay niños muriendo de hambre en el África!", más allá que en la esquina de Unicentro haya una anciana muriéndose de hambre.

Es ese que conoce desde sus años mozos en la vía a Honda el restaurante donde preparan el mejor viudo de capaz de Colombia y en el que se detiene ahí, así vaya para Villa de Leyva.

Es ese que come con gusto hígado, lengua y las menudencias de cualquier vertebrado incluyendo el huevo cocido en las entrañas de la gallina criolla, mientras señala: "Es que como a ustedes nunca les ha faltado nada...".

Es ese que lleva a cabo un obsesivo ritual por estar informados de todo lo que ocurre: lee el periódico a diario en la cama en "pantaloncillos"; está atento a la radio, memoriza revistas de opinión y ve los noticieros mientras comenta, "...yo sabía que eso iba a pasar… como le pasó a Kissinger con Nixon…".

Es ese que se considera un hombre de principios cuando afirma: "Los aguacates deben comprarse en la calle y no en el supermercado; las carnes se compran en el Carulla y los granos, en la Olímpica".

Es ese al que se le llenan los ojos de lágrimas y melancolía con la canción El camino de la vida, que termina siempre en un abrazo cerrado a su esposa.

Es ese que, como una reacción natural, cuando en algún restaurante típico se acerca un trío de músicos, responde: "Lloran los guaduales; muy gentil... Espumas; muchas gracias... ¿Qué tiene de Los Panchos?".

Es ese que a cuanto paseo asiste carga una maricatera en su brazo de la que extrae el dinero para pagar las panelas y el queso paipa, de tal forma que para nadie sea obvio que en esa cartera lleva todo el dinero del paseo y sus tarjetas de crédito.

Es ese que baila el Salsipuedes o el San Fernando con los cachetes pegados a los de su hija, el cóccix hacia afuera, los ojos cerrados y una expresión de infinito placer en su cara… Contrario a lo que pasa cuando baila con su esposa.

Si su papá no tiene alguna de estas características no se preocupe; puede ser simplemente que su papá sea venezolano. O que su papá en realidad no es su papá sino su tío. O que simplemente usted tiene que ser paciente y sea todo cuestión de tiempo.

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