Se denunciaron enfrentamientos entre el ELN y las disidencias de las Farc | Foto: Libre de derechos

Opinión

La paz total, ¿total?

Por: Soho.co

A propósito de los vientos de luna de miel que soplan tras la posesión del nuevo gobierno de Colombia, este artículo aborda la ‘paz total’, una de las más provocadoras propuestas que retumba y que defienden hasta con la espada de Bolívar en la Casa de Nariño.

Por: Cristian Torres Rodríguez

En Twitter: @cdtrnews

Todos los gobiernos en el mundo y sin excepción de derecha y de izquierda acuden a títulos grandilocuentes para impulsar sus políticas. Por lo general los títulos superan a las expectativas, sin embargo, cuando estos impulsos gubernamentales favorecen al bienestar general, deben ser apoyados y reconocidos. ¿Apoyar el diálogo y fomentar la paz con delincuentes de todos los pelambres? ¿A qué costo? ¿Es posible?

El último grupo armado ilegal en firmar la paz con el Estado colombiano fue la extinta guerrilla de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), un proceso de paz que se mide por su éxito con el paso del tiempo, así como ocurrió con el Quintín Lame, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), el Ejército Popular de la Liberación (EPL) las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y hasta el M-19, sobre este último, algunos de sus protagonistas participan hoy de manera activa en la política así como las Farc, hoy llamados Comunes. Los sapos que hay que tragar, dicen algunos, pero como dicen los abogados, mejor un mal arreglo que un buen pleito...

Rodrigo Londoño, el popular ‘Timochenko’ quien comandó a las Farc y quien hoy dirige los destinos de su partido político, consultado para esta columna a la pregunta ¿cuál es su opinión sobre la propuesta del presidente de la República Gustavo Petro de ‘la paz total’, de negociar incluso con grupos que se dedican exclusivamente al narcotráfico? Responde: “Yo creo no hay un solo colombiano que no sueñe con la paz total. Que podamos construir en nuestro futuro y en el futuro de la sociedad, reconciliados y en paz y, en medio de la diversidad. Yo creo que sentamos las bases para ello, demostramos que sí es posible y de todas maneras hay que resolver todos los focos de violencia que hay en el país y ya hay instrumentos para hacerlo. Todos estos violentos son seres humanos, son personas con las cuales también se puede dialogar y se puede encontrar salidas”.

Preguntado también el hoy senador Humberto De la Calle quien fue el jefe negociador exitoso del proceso de paz entre el Estado y las Farc, se manifiesta con prudencia: “Por lo pronto el Gobierno no ha precisado hasta donde piensa llegar, por lo tanto uno no puede atacar u opinar sobre lo que aún no es una realidad. Pero de lo que ha dicho sí surgen inquietudes, por ejemplo, el sometimiento es un tema de justicia ordinaria, he leído que se habla de una especie de JEP (Jurisdicción Especial para la Paz) para estas bandas narcotraficantes y me parece que ese es un error, yo creo que aquí lo que estamos hablando es de instrumentos de justicia ordinaria”.

Para León Valencia, politólogo, buen escritor, director de la Fundación Paz y Reconciliación y quien hizo parte de una disidencia del ELN (Lo puede leer en el libro ‘Mis años de guerra’): “La negociación con el ELN es política. Para sacar la violencia de la política, eso es clave. Pero la negociación con los otros grupos que están más en disputa de rentas, de narcotráfico, contrabando, minería ilegal, trata de personas, porque ese es el objetivo de esos grupos, tanto de las disidencias de las Farc como del Clan del Golfo y como 94 grupos que hay locales y que los articula el Clan del Golfo, con esos se negocia es en el campo de la justicia e incentivos judiciales, para que ellos se desarmen y para que también entreguen las rutas del narcotráfico, del contrabando y aporten al Estado información. Eso está inventado en Estados Unidos, es una fórmula gringa y creo no se deberían salir de ahí porque eso no termina en buena manera”.

La construcción de paz total sin embargo se enfrenta a un dragón de varias cabezas, como una hidra, que escupen el fuego del narcotráfico, minería ilegal y demás actividades ilícitas que no se subsanan con otorgar participación política. Alejandro Eder ex negociador de paz y ex director de la Agencia Colombiana para la Reintegración (Hoy reincorporación) describe aquí en SoHo una realidad que refleja el fracaso de la guerra contra las drogas, pues es sabido que detrás de un capo hay una fila infinita de capos dispuestos a lucrarse sin importar las vidas que cobren. Acuérdense, el narcotráfico no se acabó en 1993 cuando dieron de baja a Pablo Escobar.

“Hoy en Colombia hay más de 250.000 hectáreas de coca. Hay que recordar que lo que importa no es la coca sembrada sino la coca producida. Hoy Colombia produce según la oficina de Naciones Unidas (Contra la Droga y el Delito) alrededor de 6 kilos de cocaína por hectárea al año, eso significa que Colombia produce 1.500 toneladas de cocaína que se venden a un precio promedio de $10.000 Dólares kilo. ¡Es muchísima plata, $15 Mil Millones de Dólares anuales!”, explica Eder quien agrega que, la minería ilegal produce los mismos ingresos que el narcotráfico y a esto no se le ha parado bolas.

Entonces, sobre la viabilidad de emprender una negociación con los diversos grupos armados ilegales, “cualquier cosa es viable, pero toca pensarla muy bien, toca tener una estrategia clara y toca aprender de las experiencias que ya tenemos, porque en Colombia la verdad es que en la últimas décadas hemos probado de todo. No se puede una negociación política en Colombia con ningún grupo, quizás con excepción del ELN y la razón es que el ELN tiene algo de tinte político todavía, a pesar de estar metidos en actividades delictivas como el narcotráfico y la minería ilegal. Pero uno podría pensar en una negociación política con ellos en parte por su historia. Sin embargo las otras organizaciones son netamente criminales, en ese sentido solo se puede pensar como bien lo ha dicho el Gobierno en un proceso de sometimiento a la justicia” comenta Eder.

Recomienda Eder el diálogo con sometimiento a la justicia, fortalecimiento de la fuerza pública para ocupar los espacios que dejen estos grupos armados y una política real de desarrollo territorial, tal como está planteada en el acuerdo de paz que se logró con las Farc. ¿Pero qué puede ofrecer el Estado? “¡Paz! No vivir con miedo metidos en el monte. Si uno ve políticas de sometimiento como en Estados Unidos por ejemplo, que a cambio de información o de desactivar sus estructuras, les permiten un cambio de identidad o de pronto vivir en un lugar seguro o si entregan los recursos que han adquirido, mantener algo de eso”, considera Eder y pone de ejemplo que el proceso de reincorporación tiene una tasa de éxito del 90%, mientras que la cárcel una tasa de reincidencia del 70%.

Coincide León Valencia y adiciona que: “Lo más difícil es romper los nexos de esos grupos con actores políticos, con sectores de fuerza pública y con empresarios. Porque lo que le da cobertura a esos grupos, los mantiene y les da tantas alas son esa cobertura que tienen con esos sectores legales (…) Mire la entrega de Otoniel, terminó en una extradición cuando empezó a echar gente al agua y empezó a decir que tenía información sobre políticos, sobre empresarios… También a los paramilitares los extraditaron en un momento clave, los acusaban de seguir delinquiendo, lo cual era cierto, pero en el momento clave que empezó la parapolítica, que empezaron a echar al agua a los políticos…”.

Dylan Herrera es un trotamundos, ha conocido y asesorado en terreno diferentes procesos de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) en El Salvador, Filipinas, República Democrática del Congo, Sudáfrica y Sri Lanka y atendió desde Reikiavik a esta columna en SoHo, pues ahora es investigador y docente en temas de conflicto en la Universidad de Islandia, para él: “una propuesta de querer abordar a todos los actores en una sola mesa, en esa lógica, tiene cierto sentido. Yo no puedo pensar en una paz a cuenta gotas y negociando y negociando con unos actores que nunca acaban, como si fueran las cabezas de una hidra, entonces acabo con una y surgen dos más. Pues tiene sentido”.

Pero Herrera, quien es magister en Asuntos Internacionales y Seguridad Internacional del Instituto Sciences Po de París, advierte un riesgo “hay facciones que se comportan diferente, que son más narcotraficantes que otras, eso es tener a una gente que está ideologizada y otra que no. Hay actores y todos tienen un componente criminal complejo, ¿Qué es lo difícil? operan diferente y operan en diferentes territorios. Cuando uno tiene mesas al mismo tiempo, es muy difícil tener un resultado que esté aislado de las otras mesas. Yo no puedo negociar como se negoció en Cuba, que fue negociar como si nada más estuviera pasando en el país. Los avances en una mesa pueden implicar avances o retrocesos en otra. En la práctica eso podría llevar mucho tiempo. Plausible lo es, en el tiempo de 4 años no lo sabemos”...

Dijo el difunto Alfonso Cano, comandante de las Farc, “¿Nos veremos otra vez dentro de diez mil muertos?” tras el fracaso de las negociaciones entre el entonces gobierno de César Gaviria con la extinta guerrilla de las Farc por allá en 1991. Por suerte la historia cambió en 2016 con el famoso acuerdo de paz que estrechó las manos entre el Nobel de Paz y expresidente Juan Manuel Santos y el hoy jefe del partido Comunes, Rodrigo Londoño quien llevaba el alias de Timochenko. Por menos muertos vale la pena...

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Venga le digo: León Valencia está estrenando libro ‘La izquierda al poder en Colombia’, que habla de las peripecias que llevaron a Gustavo Petro a la presidencia: “Son los secretos de las izquierdas y las guerrillas en ese camino largo al poder desde los años sesenta hasta hoy. Es de editorial Planeta y sale a librerías el 24 de agosto”.

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