La frase más popular entre quienes critican el prohibicionismo de alcohol en elecciones es la que dice que “si hemos votado mal sobrios, tal vez borrachos lo hagamos mejor”. En esta nueva entrega Cristian Torres explora el mundo de los quejosos con la restricción.
A esta hora usted tendrá guayabo o sed de poder tras los resultados de las elecciones y lo más difícil de todo, es enfrentarlo sobrio. ¿Cómo es posible que a estas alturas se tenga que decretar que no se puede consumir o comprar licor durante las elecciones? O ¿Son tan trogloditas que las pasiones políticas trasgreden del debate a los golpes como en épocas de la violencia bipartidista incluso con machete y tufo?
Pues bien, Jaime Alberto Cabal presidente del Consejo Gremial –mejor dicho, el presidente de los presidentes del sector privado– y de paso, presidente de la Federación Nacional de Comercio (Fenalco), aunque no se opone a la ley seca por las pasiones que se despiertan en las jornadas electorales o “estímulos no controlados” por culpa del alcohol, a la pregunta: ¿tiene sentido tener a las grandes superficies o tiendas de barrio con los estantes de licores cerrados aun cuando la gente tiene autorizado consumir licor en sus casas? Para esta columna reconoce que “es un tema de reflexión, una cosa muy diferente es consumir en establecimientos públicos como restaurantes y bares y otra muy diferente abastecerse para ir a casa. Entonces seguramente ahí se pueda revisar toda la normatividad de la ley seca hacia el futuro”.
En términos económicos las opiniones contrastan, mientras para Cabal en una jornada electoral “más que pérdidas es dejar de ganar (…) aproximadamente un 20%”, asegura que se compensa lo que se vende en supermercados y tiendas, versus bares y restaurantes. Para Adriana Plata, presidenta de Asobares, también consultada para esta columna, advierte que es una “ley obsoleta” que afecta a los más de 2.000 establecimientos afiliados.
Dice Plata que perder un día de facturación es perder el punto de equilibrio, ya que se devenga solo entre 8 y 12 días de apertura de los establecimientos mientras se pagan nóminas, servicios públicos e impuestos sobre los 30 días del mes: “Normalmente el primer fin de semana cubre arriendos y servicios, el segundo cubre nómina, el tercero el de proveeduría y el cuarto da el balance final de si hay o no ganancia”.
Antes de la laguna que dejó la pandemia, el sector de los bares aportaba al PIB colombiano 21 billones de Pesos, es decir, más 5 mil millones de millones de dólares, ahora luego de la recuperación económica, la cifra se acerca a los 16 billones. Como quien dice, mejor no cerrar y pegarse un ‘lamparazo’ de más, para aportar a la economía y a la felicidad
A propósito, tómense otro. Alberto Casas Santamaría, abanderado de la palabra ‘lamparazo’ acuñada en La W también opina para esta columna y recuerda que el objetivo de la ley seca es “evitar los conflictos que se presenten entre personas que no saben usar adecuadamente el lamparazo. Por eso usted se puede tomar todo el lamparazo que quiera en su casa. A ese mecanismo es el que yo acudo…”. Casas considera que la ley no se puede eliminar, pero sí acortar.
Entre tanto, Daniel Palacios, ministro del interior, -el de la firma del decreto-, no se quiso tomar ni uno con esta columna para ver si se le puede dar un impulso para derogar una ley que no pone a muchos contentos.
Nota: El articulador de esta columna solo quiere tomarse un trago, encontrar las tiendas abiertas y no tiene negocios con bares o licores. Solo tiene sed.
*Periodista
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