Juan Fernando Petro y su hermano Gustavo Petro | Foto: SEMANA

Opinión

El perdón social, el ‘hacker’ de 2022

Por: Ricardo González Duque

Hay similitudes en el escándalo que hoy vive la campaña de Petro con el que vivió en 2014 la de Zuluaga. Las consecuencias de que se repita un montaje se podrían ver en las calles.

Fue un sábado en la noche que estalló el escándalo que le costó la presidencia a Óscar Iván Zuluaga, el uribista que le disputaba la reelección a Juan Manuel Santos. Ese 17 de mayo de 2014, faltando una semana para la primera vuelta presidencial, apareció el demoledor video en el que el hacker Andrés Fernando Sepúlveda les mostraba a Zuluaga y a su “asesor espiritual” Luis Alfonso Hoyos, su trabajo para interceptar ilegalmente a miembros de la mesa de negociación de paz en La Habana.

Aunque Zuluaga superó a Santos en la elección del 25 de mayo, en la segunda vuelta el entonces presidente-candidato logró revertir la tendencia y resultó reelecto venciendo al uribismo; las acusaciones judiciales contra Hoyos y David Zuluaga, hijo del candidato y gerente de la campaña, fueron determinantes para que Óscar Iván no ganara. La Fiscalía de Montealegre fue una aliada del gobierno del momento para enlodar a la oposición, aunque posteriormente la justicia absolvió a todos los involucrados.

Hoy vivimos un escenario similar: la campaña opuesta al gobierno, la de Gustavo Petro, padece un escándalo antes de la primera vuelta por la visita de su hermano Juan Fernando a la cárcel La Picota. Hay dos versiones: la de algunos medios y de enemigos del petrismo, que aseguran que el encuentro fue para ofrecerles rebaja de penas en una reforma a la justicia a condenados como Iván Moreno o Álvaro García; y la versión de otros medios y de cercanos al Pacto Histórico, que han mostrado que habría un montaje contra el candidato de izquierda y que aquellos a los que Petro llevó a la cárcel le tendieron una trampa al “ingenuo” hermano.

Convencer de lo contrario a los amigos o enemigos del petrismo va a estar difícil, sobre todo porque de cada lado hay argumentos para creer en cada teoría. La que inculpa la campaña porque Petro ha repetido en varios escenarios su confusa teoría del ‘perdón social’ e incluso lo hizo la semana pasada cuando ya se sabía de la polémica visita del hermano. Y la que valida la idea del montaje, porque es inverosímil creer que aquellos a los que Petro llevó a la cárcel por parapolítica, como García, o por corrupción, como Moreno, ahora sean sus aliados y menos aún que ellos aún puedan ponerle votos.

Pero el escándalo ya está al aire y en él, como en 2014, se ha metido el fiscal de turno. En ese entonces, Montealegre alentó los procesos judiciales en contra del círculo más cercano a Zuluaga y ahora Barbosa, que ya había tenido un reciente enfrentamiento público con Petro porque dijo que en su Fiscalía no tendría garantías, escribió una columna en El Tiempo para descalificar la propuesta de la oposición; allí aseguró que: “ideas de ese tenor podrían sustituir la carta política” Y agregó: “el Estado no se maneja con “perdones sociales”. La institucionalidad no se va a mejorar con propuestas que rompan el Estado de derecho”.

Desde el uribismo, que está metido en la campaña de Federico Gutiérrez, ya hablan de un duro golpe que podría poner en la lona a Petro y decretar su “muerte política” para las elecciones presidenciales y aunque muchos aseguran que en el Pacto Histórico han cometido semejantes errores que los está llevando a perder la elección, lo cierto es que una derrota por un montaje, como fue el del 2014, crearía un ambiente de inestabilidad peligroso.

Si el petrismo siente que pierde por un falso escándalo -como le ocurrió al uribismo con el hacker Sepúlveda en 2014- las consecuencias podrían trasladarse a las calles. Ese sector político ya demostró que si existen razones, como lo era el año pasado la reforma tributaria, son capaces de movilizarse y paralizar el país por varias semanas y en ese caso el eventual gobierno de Federico Gutiérrez sería una pesadilla desde el primer día.

Quizá pueda sonar a chantaje: “es mejor que gane Petro para que no haya caos”. Pero no. Es simplemente una variable que hay que tener en cuenta para que quien gane la elección lo haga de la forma más limpia, en un país en el que la polarización hace rato pasó de las redes sociales a la discusión cotidiana en la calle.

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