El Olimpo de las más lindas de comienzos de siglo no quedaría completo sin la estrella de las noticias del entretenimiento. En un giro inesperado, ella aceptó mostrar su lado más insinuante en el número de febrero de 2003.
Lo atrevido de las fotos contrastó con la discreción y sagacidad con que ella esquivó el cuestionario que la revista le hizo para picarle la lengua. A la pregunta de qué era lo primero que le miraba a un hombre cuando se desnudaba, respondió que la cara. Y fue mucho más hermética cuando el periodista quiso saber lo más lejos que había llegado en una primera cita: “Una mirada profunda”.
Si pudiera ser una persona del sexo opuesto, afirmó, elegiría a una que la tuviera como pareja, “así sería un hombre plenamente feliz y afortunado”. Y ante el espinoso tema de qué tan lejos llegaría con una mujer, fue clara, pero algo pícara: “No estaría... Por lo tanto no llegaría”. Lo más cercano a lo lujurioso que dijo fue que no se inclinaba por la luz apagada ni prendida, sino por la penumbra.
En fin, Claudia no soltó prenda ese día sobre las zonas más recónditas de su erotismo, en una jugada maestra que seguro aumentó el apetito de sus seguidores por ella, gracias a tan hábil dominio de su propio misterio.