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Modelo

Catalina Londoño

Por: Catalina Londoño - Fotografía Andrés Bermúdez

Esta actriz y modelo tampoco es indiferente al cáncer de seno y, además de dejarnos estas fotos, también escribe por qué se unió a esta causa. Mire y lea.

Sí, esa podría ser yo, o cualquiera. Así de simple. Tan simple como duro, escalofriante y desgarrador.

Fue precisamente eso lo que me hizo formar parte de esta causa. Cuando me enteré de cómo sería la portada, quedé impactada. Pensé: si esto produce en otros lo que causó en mí, y yo puedo aportar para que alguien, así sea una sola persona, tome consciencia, entonces, misión cumplida.

Les confieso que una noche viendo televisión sentí un pequeño bulto en mi teta izquierda. Fue completamente desconcertante. ¿Cuánto llevaría ese invasor ahí?, ¿apareció de la noche a la mañana ?, ¿tal vez pasaba tan inadvertida de mí misma que solo por casualidad lo encontré? Primero pensé: “No debe ser nada”. Pero me obsesioné: no podía dejar de tocarlo, cada vez lo sentía más grande y me empezó a doler. Pasó de “no debe ser nada” a “¿qué tal que sea un tumor?, ¿será cáncer ?”. Se me pasaron mil cosas por la cabeza, me parecía imposible, pero era real: tenía algo en mi teta, y era grande, y me dolía.

Creemos que nos conocemos y que estamos atentos a los cambios en nuestro cuerpo. Pero la realidad es que pasamos muchas cosas por alto. Hasta que no sentimos dolor no somos realmente conscientes de que algo ha pasado. Incluso a veces sentimos ese dolor, pero como vivimos de afán, vamos aplazando esa pequeña molestia para cuando tengamos tiempo, cuando podamos robarles un segundo a nuestros hijos, novios, esposos o trabajos. El proceso es tedioso y muchas veces lo evadimos, pues siempre hay una excusa, y nunca hay tiempo para pedir la cita, la ecografía, la resonancia, esperar resultados, ver al médico, esperar otra vez… parecemos idiotas cuando se trata de cuidarnos.

Pues efectivamente tenía tres quistes de agua, que son benig-nos y que todavía me acompañan. Tres de cada diez mujeres los tenemos, no representan peligro, pero son una alerta para estar más atentas nosotras, más atentos todos. Nos creemos fuertes e invencibles, pero somos vulnerables e indefensos ante la enfermedad. 
Ya no sabemos si es la comida, la leche, la contaminación, el estrés, los antibióticos en los animales, los insecticidas en los vegetales, el mercurio en el pescado, el cigarrillo, los genes o todo lo anterior. El caso es que el cáncer de seno existe y ataca cuando menos lo creemos. Y para todas las mujeres que también leen esta revista: ya no se trata de la tía o de la mamá de no-sé-quiencito, hoy somos todas vulnerables sin importar la edad.
 
Pues sí. Esa puedes ser tú o yo, y con un autoexamen de diez minutos al mes puedes hacer la diferencia. ¿Entonces? Deja por un instante a la mamá perfecta, a la ejecutiva exitosa, a la perezosa, a la gimnasta, a la estudiante, déjalas a un lado y concéntrate en ti, pura e indefensa.
  
Ahora mírate en el espejo, contempla lo que ves, aunque a veces no sea lo que más quisieras, porque da pereza encontrarse con el pecho de paloma, las estrías de tu primer embarazo, las manchas del sol, las pecas, esa teta izquierda a la que le dio por crecer más que la derecha, el ombligo salido, esa flacura o esa gordura, la cicatriz de tu cesárea o de esa primera mastectomía de la que te salvaste. Así es perfecto, porque simplemente es lo más bello que puedes tener, es vida. ¿Entonces? Regálate esos diez minutos para admirarte, para cuidarte, para salvarte, porque mañana quién sabe... no dejes que la enfermedad sea la que te haga valorar lo que tienes.

Esto te lo dedico, tía M, eres una luchadora.

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