El rincón de los amigos

Entretenimiento

Las viejas, la conquista y otros tormentos

Por: Dos amigos

Comenzó la diatriba entre dos amigos. Los puntos de vista, aunque absolutamente convencionales, son defendidos apasionadamente por cada uno de ellos. Lo interesante de todo no es la manera tan efusiva como cada uno justifica su opinión sino que a pesar de las diferencias, son los mejores amigos.

Día de los amigos, ¿cómo debe celabrarse?
No importa cuál sea el plan mientras sea buena la compañía ¿Usted piensa lo mismo?

El Día de los amigos menos esperado
Por Adolfo Zableh

Quiso el destino que en el día de los amigos me tocara ir a un matrimonio.

Sábado dos de marzo, ahí estaba yo junto a doscientos más viendo a dos personas casarse. De entrada me pareció raro celebrar el amor en el Día de los amigos, pero si uno lo mira bien, no pudo haber mejor excusa para conmemorar tal fecha.
 
Porque para arrancar, y sin meterle mucho esfuerzo al análisis, la vaina fue una celebración del amor, pero también una reunión de amigos. Como fue en otra ciudad, el paseo de fin de semana arrancó el viernes en el aeropuerto, se extendió en la llegada al hotel, en rutas por la ciudad, almuerzos, visitas a sitios turísticos, cerveza fría al atardecer y terminó en una fiesta donde nos cogió la salida del sol.
 
La gente siempre está buscando razones para celebrar, pero en esta ocasión la unión de dos fue la razón para reencontrarse con viejos amigos y hacer nuevos, porque cuando centeneres de personas se mueven de sitio para celebrar la unión de dos, todos, hasta los que nunca se han visto, son amigos.
 
Y también está el asunto de que los dos que se casaban fueron primero amigos durante mucho tiempo. Un día, sin que los dos se dieran cuenta, esa delgada línea que separa la amistad del amor se desvaneció y lo que parecía un romance pasajero terminó en matrimonio. Yo, debo confesarlo, era de los que no daba un peso por esa relación y terminé en primera fila, deseándoles toda la suerte del mundo (en tercera, en realidad, porque las dos primeras filas estaban reservadas para familiares y padrinos). Y así suene a cliché, los enamorados tienen que ser amigos también; si no, la relación está destinada a fracasar.
 
Yo no sé qué vaya a pasar en el Día de los amigos del 2014, pero la vara ya quedó muy alta. Lo único que lo superaría es que yo mismo me case. Desde ya recibo la hoja de vida de las interesadas.

Mi Día de los Amigos
Por Andrés Rios


Somos animales de costumbres y dentro de eso tengo que confesar que yo aún no me adapto al Día de los Amigos. Uno anda con mil cosas en la cabeza y cree que con el Día del Amor y la Amistad todo queda chuleado con amigos y amigas. Pues no, el Día de los Amigos es necesario y yo, que solo tengo un verdadero amigo que vive en Bogotá y yo en Medellín, pasé este día de forma rara.

Para empezar me desperté con una resaca del demonio y así con la cabeza hecha La Orquesta de la Luz recordé que no podía dedicarme a estar en mi cama tranquilo, tenía mil cosas por hacer. Levanté fuerzas y mi peor pesadilla se hizo realidad: había que ir a pagar la cuenta del celular, si o si, si no me sometía a que me lo cortaran y eso, en Día de los Amigos, es letal.

En Medellín es normal hacer vuelta en pantaloneta. Acá, para comodidad de todo y de todos, eso no es lío y el clima lo permite. Llegué a la empresa de telefonía celular alrededor de las 11 am y pensé que me había equivocado de sitio. Había tal cantidad de gente, tantas colas, que pensé dos cosas: o esto es una repartición de los subsidios para familias en acción o acá todo es gratis y  están de feria.

Pues no, simple y llanamente los sitios de pago y de atención de telefonía celular los sábados son así, como una corraleja, el caos hecho fila, el caos hecho necesidad de pagar por un servicio y padecerlo.

Salí casi a la hora y media, con rabia y todo sentimiento negativo que usted pueda sentir. Estaba en un centro comercial y de inmediato vi una de esas tiendas que vende de todo para comer y beber. No lo pensé, me senté y pedí una cerveza.  De inmediato el mundo cambió, las puertas del cielo se abrieron y el Día de los Amigos cobró vigencia.

Me tomé un par de polas y escrudiñé en mi celular con quién pasar la tarde. Hice un par de llamadas que resultaron fallidas y al final terminé echando tertulia con mi buen amigo de Bogotá. Decidí optar por una salida que no tiene pierde: llamar al tío buena gente que uno siempre tiene, ese que lo metió a uno al mundo del rock y de la farra en épocas adolescentes, ese que siempre está disponible.

Santo remedio, para allá me fui y salvé el día. Lo que sí tengo claro es que prometo mejorar mis celebraciones del Día de los Amigos, mal que bien este tipo de celebraciones se debe hacer con los que corresponden, sin aspaviento.

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                                               ¿Amigos en las buenas y en las malas?, talvez

Son muchos los hombres de alma incondicional que harían cualquier cosa por sus amigos; pero hay otros tantos que, si sienten vulnerada su comodidad, no dan ni un paso más ¿Usted de qué grupo hace parte?

Amigos hasta para compartir
Por Adolfo Zableh 


No entiendo a esa gente que pone la amistad por encima de todo. Los amigos son importantes, cómo negarlo, pero nada es sagrado y la vida se compone de muchas más cosas.

Lo curioso de la amistad es que, si se mira bien, sí puede ser lo más grande que tenemos porque los amigos se eligen mientras que la familia es impuesta. Pero, paradójicamente, es una cosa de cuidado que se puede dañar por lo que sea.

“Ninguna amistad soporta un dosis exagerada de franqueza”, decía un filósofo. Aterrizada esa frase a la vida cotidiana, ¿cuántas veces no han peleado dos amigos por cantarse la tabla así sea con la mejor de las intenciones?

Vea usted, la amistad es tan frágil que una mujer puede ponerla en peligro, cuando no debería ser así. Y no se trata de que ella manipule la situación para que dos amigos de toda la vida se enfrenten. Basta con que uno de los dos sienta que es una ofensa que un amigo se meta con su pareja del pasado para que la relación de años se dañe.

Y yo sigo sin descifrar cuál es el problema con eso, si la gente tiene derecho a tener pasado y a enamorarse, y a cambiar de opinión y de gustos. Yo creo que es posible salir con una mujer que ha estado enredada antes con un amigo. Claro, toca hablar con él primero, ir de frente, porque hacer las vainas a escondidas siempre va a traer problemas.

Llámeme civilizado o pendejo, pero yo no tengo problema con que una mujer se meta con un amigo mío, siempre y cuando lo nuestro sea cosa del pasado. Es más, le hallo más lógica a que una exnovia se meta con un amigo que con un extraño. Eso es demostrar cariño por el amigo, ¿no?

Así que use la cabeza, sea amplio. ¿En qué lo afecta? ¿Cuál es el asco? ¿Cuál es el miedo? Esa gente que no permite que un amigo se meta con una pareja del pasado tiene inseguridades serias que solo las cura un siquiatra, y eso. No lo haga por ella, sino por él. Deje la bobada y haga feliz a un amigo, ¿no y que lo quiere tanto?  

 La amistad por encima de todo
Por Andrés Rios


Había una película ochentera que se llamaba: “Quién encuentra un amigo, encuentra un tesoro”. La protagonizaba Terencil Hill al lado del gordo Bud Spencer, eran de esas cintas fáciles de hacer pero que uno de pelado se gozaba.

Me quiero es pegar al título de la película para decir que si la verdadera amistad pululara, pues uno andaría por la vida “espantando” amigos, es decir: este cuento de la verdadera amistad es algo de escasez, por eso, las pocas o únicas que uno tiene, las debe cuidar.

Cuando uno encuentra un verdadero amigo (y sabrán ustedes excusar el cliché) encuentra fidelidad, complicidad, lealtad, buen humor, apoyo, consejo, peleas, reconciliaciones y hasta envidia, de esas envidias que uno tolera y solo las concibe con los verdaderos amigos.

De ahí que el tema de las mujeres y los amigos es algo sagrado para mí. Si uno desea la mujer de un amigo pues simplemente uno no es amigo, uno es medio cafre, o, cafre y medio.

Es más, por lo regular uno como amigo ayuda a su amigo a conseguir las mujeres. Es parte del manual de actividades que debe existir entre dos verdaderos amigos.Ya si pasan años, décadas o lo que el grado de madurez indique, estoy de acuerdo con Adolfo en que es válido uno “meterse” con alguna mujer con la que se haya metido su verdadero amigo.

El punto también se puede centrar en un análisis que por primario que sea, es válido. Viejas hay por miles en esta comarca, amigos de verdad, a veces puede pasar una vida sin encontrarlos. Por eso es mejor tener lealtad, eso fundamenta cualquier amistad, sin eso no hay nada de nada. La amistad está por encima de cualquier ‘levante‘.

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                               Unos tragos con los amigos, ¿en la tienda o en el bar?
mejor cuando la noche termina por cualquier razón diferente a la falta de plata ¿O usted qué cree?
Día de los amigos a lo grande
Adolfo Zableh
No niego que la tienda de barrio tenga su encanto. Es barata, posee la magia de lo modesto, el dueño del lugar lo conoce a uno de toda la vida (por alguna razón, el dueño de chuzo de esos suele llamarse Don Chucho) y por eso le fía y, además, tiene un grupo de ayudantes que también nos es familiar: la esposa, los hijos, los sobrinos y hasta un ahijado.
Siempre habrá sábados en la tarde para sentarse a tomar cervezas al sol en la tienda de Don Chucho, pero es que el Día de los amigos es un día especial.
Yo reconozco que no soporto ir a esos sitios de moda, caros y snobs,donde toca rogar para que lo dejen entrar y molestan si uno va en tenis,pero, repito, hay fechas de fechas y el Día de los amigos es una de ellas. Así que si toca meterse la mano al bolsillo (igual que en el cumpleaños, Semana Santa, Día del amor y la amistad, Navidad y Año nuevo) y celebrarlo a lo grande, toca.
No se incomode si de rumba no se va en bus sino en taxi, si le toca hacer fila en un lugar con nombre en inglés donde todo el mundo mira feo, si la pola no vale dos mil sino seis mil, y si la botella de cualquier trago cuesta tres y cuatro veces más que en el supermercado.Más bien ahorre para ese día y no se ponga de tacaño.
Yo a esos sitios trato de ir una vez cada año bisiesto y de antemano sé que regreso a casa hecho nada, loco de ver mujeres bonitas pero inalcanzables, con el ego por el suelo y con la billetera vacía; todo sea por los amigos, a los que uno quiere así les gusten esos sitios.
No se preocupe, le digo, que ya vendrá otro fin de semana y la tienda de Don Chucho estará ahí, con las puertas abiertas y la mesa de siempre.Eso sí, tocará pedir fiado hasta que logre uno poner en orden las finanzas de nuevo.

La tienda de los viejitos
Por Andrés Ríos
¿Ir a un bar o irme a la tienda del barrio? A ojo cerrado elijo irme ala tienda del barrio. Es una cuestión de comodidad. Lo que sí hay que tener claro es que si uno es fan de la tienda del barrio hay que estar despojado del concepto de vida social. La tienda de barrio no es un lugar ‘play‘, no es un lugar para mostrarse, al contrario, la tienda de barrio es un lugar de tranquilidad, de bajo perfil, es como estar en casa.
En la tienda de barrio las cosas se llaman por su nombre. Para empezar,es fundamental tener claro el nombre del dueño y siempre, es algosagrado, hay que encabezar cualquier pedido con el DON. Siempre, así eldueño sea joven, hay que decirle DON…Don Pedro, Don Alberto, DonJoaquín, siempre DON. Es una ley sagrada en las tiendas de barrio.
Dentro de mi prontuario de tiendas de barrio he sido cliente VIP de laChiquitienda, la tienda de Don Ciro, el Granero de Argiro y ahora soycasi accionista de la Tienda de los Viejitos. 
En todas me han fiado, en todas he sido confidente y amigo del dueño, entodas hay sillas Rimax, en todas he hecho amigos, eso sí, no hay opciónde levantar viejas, las tiendas de barrio no son para eso, son paratertuliear, ver fútbol, oír boleros y tomar cerveza. Si usted quiereconseguir viejas vaya a un bar, la tienda de barrio es para otrosmenesteres.
Don Alain es el dueño de la tienda donde paso parte de mi tiempo. Es unseñor de unos 70 años, calvo, barrigón, bonachón y amable. Sus clientesno son distintos a él, todos son viejitos, jubilados y bebedores. Creoque soy el más joven. Junto a Don Humberto, Don Jorge y el “profe” hevisto fútbol, oído boleros y he establecido tertulias largas sobrecualquier tema. 
Lo bueno de la tienda es que usted se va cuando le da la gana, y si pagó o no la cuenta, no es un problema: uno regresa, todo se lo anotan. Nadase pierde. En la tienda de barrio lo cuidan más que en su propia casa.
No cambio la tienda de barrio. Allá la pinta es lo de menos. Allá importa es usted, no lo que usted tiene. Va uno a pie y se regresa a pie. Si le da hambre hay pastel de pollo, hay todo tipo de licor, pide usted la música que le gusta, hay comodidad.
Don Alain sigue ahí, en la Tienda de los Viejitos. Sus días y horas pasan detrás del mostrador, es un hombre feliz, ve la historia del barrio pasar frente a él. Yo lo envidio, por eso soy su cliente.
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                                                     ¿Verdad dolorosa o mentira piadosa?

Cualquiera de ellas, mientras permita llevar a feliz término el Día de los Amigos, será bienvenida ¿Usted qué opina, amigo?

La verdad, aunque duela
Por Adolfo Zableh


Yo creo que el que habla con la verdad no tiene pierde. Lagente podrá tomarlo mal a uno, decir que es un antipático, pero es que si seempieza a decir mentiras la bola de nieve se vuelve tan grande que termina poraplastarnos.

Ahora existe el día de los amigos y uno puede salir frescoporque tiene la excusa perfecta, pero antes, cuando quería escaparme, decía laverdad. Tenía amigos que se inventaban partidos de fútbol, comidas familiares,viajes de trabajo y hasta entierros para poder escapársele a la novia.

Yoprefería que se me armara problema porque aunque discutir con la pareja nuncaserá rico, sabe a qué atenerse.No digo que nunca haya dicho mentiras, ¿quién no le haechado la culpa a un trancón por llegar tarde a una cita, o dicho que tuvo “unacalamidad doméstica”? Entre otras cuando uno dice que tuvo una calamidad doméstica,nadie  pregunta  nada más.

La gente suele imaginarse lo peor cuandopuede ser en realidad una bobada. Yo una vez llegué media hora tarde aunareunión porque no encontraba la chaqueta que me quería poner y dije quemehabía demorado porque había tenido una calamidad doméstica. ¿Acaso no loes? Y aplico la misma a la hora de levantar. ¿Para qué va uno adecirle mentiras a una vieja para conquistarla? No quiera Dios que lavainafuncione y Copn el tiempo vaya uno a quedar en evidencia. Otra vez,tengoamigos que se inventan que tienen fincas, membresías de club, que acabandellegar de viaje por Europa, cuanta pendejada para que la mujer seinteresa enellas.

Yo, en cambio, prefiero que me quieran por lo poco que soy.De entrada advierto que no tengo plata, tomo poco, no me mata la rumba, bailoterrible, no me gustan las suegras y los domingos se los dedico al fútbol.Varias (la mayoría) se han ido a los cinco minutos. No lasculpo. Siempre va a haber una mujer que le diga a uno en la cara verdadespeores.

Una vez conocí en un bar a una que me confesó que nunca le había sidofiel a una pareja: salimos casi un año y la pasamos buenísimo porque nunca lepregunté nada. Ella tampoco lo hacía. Ojalá las relaciones fueran así.


El dulce encanto de la mentira
Por Andrés Rios


En esta ocasión mi misión no es fácil.Defender la mentira es casi un acto delictivo pero tengo mis razones para decirque la mentira a la hora de disfrutar del Día de los Amigos o de la conquista,tiene su grado de benevolencia y, por qué no, de complacencia.

Ante todo les pido excusas por caer enla incoherencia de mi discurso y quiero, en un texto sobre la mentira, apelar ala mayor sinceridad por parte de ustedes a la hora de responder esta pregunta:¿Quién no ha mentido (poco, mucho, más o menos) en el momento de impresionar alos amigos o a una vieja?

El que diga que nunca lo ha hecho¡Miente vilmente! En serio, a uno siempre se le escapa la piadosa mentira conel simple hecho de decir: “Todo va muy bien, el trabajo es super, mis papásfelices y yo, solo pero feliz, lleno de viejas, pensándote mucho, te llamé lasemana pasada pero se fue a buzón, o, como estás de linda, o, hermano usted noha cambiado nada” Mentira, tras mentira.

Se miente como base del discursosocial. Se miente porque está en nuestro ADN aparentar. Ser por un instante loque soñamos ser.Y no los estoy juzgando, yo soy unmentiroso de quilates.

Parte de mi estrategia social se fundamenta en la del“culebrero paisa” que tiene que enredar con la lengua, entretener y venderse atoda costa. No se hace maldad, es el simple juego del regateo.

Lo que si no comparto es la mentiracompulsiva. Me ha tocado lidiar con personajes que miente por mentir, es decir,mienten como si fueran una ametralladora M60 en manos de un epiléptico.

En mi familia a ese tipo de personajes los bautizamos “Mentira Fresca”,nunca salen con un engaño trasnochado. Por ejemplo, son de esos humanos que semeten en cualquier conversación, uno está hablando del deporte de la PelotaVasca y ellos entran: “¿Pelota Vasca? Una berraquera, yo he jugado mucho de esoy fui campeón del barrio”. De ese calibre…Pero esos son escasos.

Las grandesmasas somos nosotros, los que mentimos por un acto de beneficiencia propia, porseducir, por caer bien o porque nos brota de los poros. De verdad, se los juro,los mentirosos sociales somos buenas personas ¿O no me creen?

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Que el tacaño sea yo pero no mi amigo

Eso está claro. Dejarse invitar es un verdadero placer y mucho más cuando uno sabe que esa es la única posibilidad de tener vida social; pero que sea el otro quien se gaste la mitad de la plata que uno sacó sacrificadamente para la rumba, es terrible ¿Usted qué piensa?


El marrano del grupo
Por Adolfo Zableh

Hubo una época en la que mis amigos me invitaban a todo.Estudiaba en la universidad y no tenía un peso. Tenía dos trabajos paramantenerme pero siempre vivía a ras; todo se me iba en buses, fotocopias ypagar el arriendo.

Dos trabajos suena a mucho, pero quienes han trabajado yestudiado al tiempo saben que no lo es.
¿Cuánto le pueden pagar a ununiversitario en este país? De todas formas logré sobrevivir y debo decir que nola pasé nada mal; de hecho, la época de universidad fue una de las mejores demi vida: paseé viajé, rumbeé, salí con varias.

Eso sí, no me pregunten cómo lohice, porque aunque sí lo tengo claro, no sé cómo logré aguantar cinco años demi vida así.El truco estaba en que me invitaran a (casi) todo.

Mis amigos pagaban lascuentas, me invitaban a almorzar, a fincas en fin de semana. Y no solo ellos:sus mamás, mis novias, mis suegros, todo el que tuviera a la mano ayudó a quevivir sin plata no fuera un problema para mí.

Pero hay una cosa que se llama karma y ahora soy yo elmarrano del paseo. No es que mis amigos sean unos muertos de hambre, pero comosiento que tengo que devolver lo que alguna vez recibí, me siento mal si llegala cuenta y no soy yo el que paga.

Así, esas rémoras que tengo por amigos se han acostumbrado,y no digo que no ayuden con la cuenta, pero suelo ser yo el tumbado del grupo.A la hora de pagar varios se van al baño, otros no hacen ni el amague dellevarse la mano al bolsillo y los más descarados dicen que la billetera se lesquedó en el carro. 

Ahora vivo descuadrado, muchas veces llego a ras a fin demes y eso que soy soltero,. Volví a tener dos empleos, como en tiempos de launiversidad. Y lo pero es que sé que es culpa mía por haberlos malacostumbradoy por haber escogido a esos manes, a quienes quiero pese a que no tienen plata,o precisamente por eso.

Con un amigo tacaño, ni a la esquina
Por Andrés Rios


La tacañería es como el mal aliento:ahuyenta a cualquiera. Bien lo decía mi abuela Cecilia: “Uno en la vida puedeser lo que sea, menos tacaño. Es el peor de los defectos.” Y si de refranes meacuerdo, nunca olvido el de: “Es tan tacaño que se saca los mocos al escondidopara que nadie le pida.”

A la hora de elegir amigos, de esos de verdad, creoque depure la lista y hoy solo tengo uno que tiene entre sus cualidades seramplio, a los tacaños los desterré.Al igual que Adolfo, he sido víctima delos tacaños y muchas veces termino invitando a esa recua de sanguijuelas.

Perola vida, a fuerza de golpes, me ha enseñado a lidiarlos, mejor aún, aidentificarlos. Es una ‘raza‘ peculiar  la de los tacaños, lo que másimpresiona en ellos son dos características: son personajes sin pena, nada lossonroja a la hora de comprar una cerveza cuando están en una mesa de amigos yse la toman solos mientras los otros miran atónitos.

O, sin un ápice de rubordicen: “Yo me compro lo mío, ustedes entenderán que ando corto de plata.”Todo lo anterior con una cara de “ternuritas”…

De igual forma la tacañería va de lamano de una extraña capacidad de volverse invisible a la hora de pagar lacuenta, de hacer ‘vaca‘, de hablar de precios, de decir quién pone billete.Punto aparte merece ese tacaño que nogasta a pesar de tener la billetera como directorio de páginas amarillas de lacantidad de plata que hay en ella.

Pero no, el tipo o la vieja (la tacañería norespeta género) son unos genios para hacer que nada de eso se vea y todo sequeda en un lacónico: “Yo pongo esto, no hay para más”.Pero el que más odio es ese tacaño quesolo paga lo que consume. Tiene una capacidad de medición que asombra.

Si setoma media pola, la divide, si se come dos camarones de un ceviche, eso es loque paga. Es una cosa de locos.Mi posición es casi ‘nazi‘ con latacañería. Por mí que los exterminen, eso sí, que no sea con gas, mal que bieneso anda como escaso y hay que ahorrar.


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El amigo galán, ¿oportunidad o amenaza?

Para unos es un golpe bajo a su autoestima y a sus ganas de levantar, pero para otros es la oportunidad perfecta de acercarse a las viejas con las que normalmente no tiene contacto ¿Usted qué cree?

La historia de ‘El anzuelito’
Por Adolfo Zableh

Teníamos en la universidad un amigo que parecía modelo de revista, y como era además buen jugador de fútbol y mejor persona, nos tomó años encontrarle su valía: levantar viejas. Alguna vez íbamos en el carro y la Serra del carro de al lado le pidió que le diera el teléfono para que su hija lo llamara. De ese calibre era ese señor.

Le decíamos ‘El anzuelito’, porque era como botarlo al mar y pescar siempre algo, pero la verdad es que era casi ilegal, como pescar con dinamita.  Siempre operábamos igual: llegábamos en combo a un sitio, él entraba primero y nosotros, detrás, mirábamos con atención qué grupo de mujeres levantaba la cabeza y ahí lo mandábamos.

Se puede decir que él hacia el trabajo sucio, pero en realidad no le significaba ningún esfuerzo. Unas vez tenía a las viejas ahí, llegábamos nosotros, lo amigotes, a apoyarlo (por muy pinta que fuera no podía con tres, cuatro mujeres). Si eso no es trabajo en equipo, no se de qué estamos hablando.

Claro, él tenía el derecho de escoger a la que quisiera, mientras que los otros teníamos que pelearnos por el resto ¿Qué se le iba a hacer? Era eso o pasar la noche ponchados.

Cansados de ser segundones, un día se nos dio por salir sin él y no nos pudo ir peor. Desde entonces supimos que había que hacer lo que fuera para que saliera con nosotros: invitarlo a trago, hacerle los trabajos de universidad, pedirles permiso a los papás si era necesario. Una vez se fue un mes fuera del país y sufrimos como locos. Entrábamos a un sitio y ninguna volteaba a mirar. Nos tocó dedicarnos al Playstation hasta que volvió.

Yo prefiero un tipo así en el grupo, es lo que garantiza que haya levante todas las noches. Tanto que se queja uno de la vieja bonita que está rodeada de amigas feas, y nosotros hacemos lo mismo que ellas. Hay que aceptarlo, uno es el amigo feo y no hay nada de malo en eso. Hoy ‘El anzuelito’ está casado y tiene una hija. Es decir, al tipo que mandábamos a pescar, lo pescaron.

No rotundo al amigo ‘galán‘
Por Andrés Rios

Si Adolfo tenía un amigo galán al que apodaban “Anzuelito” y era usado por él y sus otros amigos para que les ayudara a levantar viejas, yo conocí un tipo en la universidad que me demostró que el camino correcto con los “galanes” es alejarse completamente de ellos, evitarlos a toda costa.

Lo bautizamos “El Chalán”. Así, escueto, sin anestesia, sin contemplación: el tipo parecía caballista. El personaje en cuestión era muy bonito. Todo galán tiende a ser bonito, pintoso, pispo y tiene como principal característica el tratar siempre de aumentar esas condiciones físicas. Me explico: el tipo usaba la ropa con una o dos tallas menos para que los musculosos se le vieran más. El jean si era 34 lo usaba 32, es decir, una absoluta lobería.

La parte neuronal era también un desastre. Era un tipo sin cultura, con un léxico pésimo y ni que decir de su pronunciación: mezclaba tú con usted y la X siempre le sonaba a S o PS. El infaltable: "osigeno” o el “epselente”.

El galán tuvo la osadía de lanzarse como representante al Consejo Universitario y su eslogan (se los digo con la mayor sinceridad del caso) fue: “Vota por mí, que yo me botaré hacia ti”. Simplemente catastrófico…

Por eso con los galanes no tengo contemplación. Eso sí, como he dicho en cada uno de estos textos, respeto si usted decide tener como amigo o como “anzuelo” para conquistar mujeres a tipos como Oswaldo Rios, Guillermo Capetillo, Guy Ecker o Marlon Moreno, entre otros. Yo prefiero ser ese feo con cierta carreta. Lo confieso, en cuatro de cinco intentos en las que me las trato de dar de galán con las mujeres, me estrello. Pero hay algo que me da moral: la dignidad y el hecho de saber que la galantería se centra en la buena educación, la empatía y un tanque amplio de decencia y antilobería.  

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Pasos de un bailarín y un tieso pa‘ levantar


Sobre este tema no había mucha discusión hasta que a alguien se le ocurrió decir que en la forma de bailar se conoce el desempeño en la cama. Curiosamente este ‘juicio‘ terminó por beneficiar a las mujeres: los buenos bailarines afinaron sus pasos y los ‘tiesos‘ perfeccionaron sus técnicas alternativas de conquista ¿Usted de qué grupo hace parte?

Quien lo baila  esquien lo goza
Por Andrés Ríos

La estadística indica que de 10 hombres, ocho como mínimo,saben bailar. Puedo asegurar, sin pontificar, que muchos de los que leen estasletras fuimos concebidos en una noche de amor que tuvo al baile como preámbulode la copula. No saber bailar es ser ‘el patito feo‘. Si no bailas, quédate encasa.

Yo aprendía a bailar con una canción que se llama ElAfricano. No sabía mover el esqueleto y con 14 años de edad eso era unobstáculo monumental a la hora de tratar de tener cualquier interrelación conel género femenino. Me enseñó un señor que tenía swing, yo le agradezco al tipopero solo me enseñó un paso: pie a la derecha, pie a la izquierda. Ese era mibaile. Eso sí, me dio un consejo que hoy y siempre aplico al pie de la letra:“Nunca, jamás, por nada, mueva el brazo con el que le tomas la mano a la mujer,eso es corroncho”. Tipo sabio ese.

Bien decía Alexis García, aquel buen volante creativo deNacional que ahora es técnico y no gana nada: “El que juega bien fútbol, es buenbailarín”. Creo que tiene razón. Esa capacidad de mover el esqueleto va de lamano del don de dominar la redonda.

Yo entiendo esa posición que destruye al que se baila hastael himno nacional. Válido pero lo defiendo. En el baile se logra todo: se seduce,se habla al oído, se palpa, se huele, todo, todo pasa en el baile. Como diríanmis tías: en el desayuno se sabe cómo será el almuerzo. Adapto ese sabioconsejo y lo pongo así: “en el baile se sabe cómo será el amor, la copula, larelación, casi que la vida”.

Si usted no baila, lo respeto. Pero anímese, Aprenda, entrea ese mágico mundo de mover la cadera, su salud, su ego, su capacidad paraseducir, todos, se lo agradecerán ¡Upea hey!

¿Bailar?¿Qué es eso?
Por Adolfo Zableh

 Meimagino que Andrés va a decir que bailar es clave para levantar cuando unosale. Saberlo mover ayuda, no lo voy a negar, pero no es indispensable. Dehecho, soy tan mal bailarín que al irme de fiesta me ha ido mejor cuando nosaco a bailar a nadie que cuando sí.

Noentiendo el baile, y eso que soy costeño. Toda la vida he sufrido porque ser deBarranquilla y no saber bailar es un drama, ¿pero qué hago, si no logro moverun pie y hacer que el otro lo siga?. Cuando salimos, mis amigos hacendemostraciones de sus dotes, no hay canción de salsa, merengue o regguetón queno se bailen.

Yo,mientras, me refugio en la conversación o en uno que otro trago, pero nadiequiere hablar en una discoteca (además que el nivel sonido de la música no lopermite). Así que para mí ir de rumba no es garantía de llegar solo y saliracompañado. Aún así, no me ha ido mal, pero me ha tocado esforzarme el doble;el triple, porque tampoco me considero un gran conversador.

Comomal bailarín, me he pasado la vida viendo desde la barra del bar cómo baila lagente, y lo peor es que se ve que lo disfrutan de forma honesta. No loentiendo, no veo cómo mover el cuerpo al ritmo de un tambor pueda hacerme másfeliz. Me gusta la música, pero estoy convencido de que es mejor oírla quebailarla. En las noches más largas de rumba deseo haber nacido en EstadosUnidos y no en la costa, porque los gringos bailan es pop, y dance y rock, yesas vainas las baila cualquiera.

Yohe perdido levantes por no bailar. Se la meto toda a la charla, pero cuandotodo parece ir bien, la vieja empieza a llevar el ritmo de la canción golpeandoel pie contra el piso y ahí es cuando comienzo a sudar frío. Le ofrezco otrotrago, le digo que voy al baño y vuelvo, pero nada sirve, lo que ella quiere esbailar.  Y por experiencia propia digo que prefiero dejarla ir antes queperder la dignidad en la pista de baile.

Porúltimo, y para cerrar el tema, quiero decir que es mentira eso de que el malbailarín es también malo en la cama. Yo puedo pasar fines de semanas enterosmetido bajo las cobijas.

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