El sueño de las piernas peludas

Por: Isabel Salazar

La soledad es una escuela de la que se aprende cada día.

Isabel Salazar

El mismo sueño vuelve a apoderarse de mi: llevo puesta una minifalda, me siento regia, arreglada, pero cuando miro hacia abajo y veo mis piernas, me encuentro con un accesorio que me resulta sorpresivo y asqueroso a la vez. Están peludas, muy peludas. No me refiero a las piernas de una adolescente antes de empezar a depilarse, con esa capa de vellos suave y aterciopelada que las cubre de manera uniforme. No. ¡En mis sueños, mis piernas son tan peludas como las de Mo´ Nique en los Globo de Oro! Llenas de unos pelos gruesos, largos y crespos. ¿Pero por qué si yo siempre he sido lampiña? Es lo único que pienso mientras me invade la angustia en el estado onírico… ¿Qué me pasa? ¡Esta no soy yo! ¿Cuándo me volví así?. La respiración se agita, empiezo a sudar y finalmente despierto y me toco mis piernas flacas de siempre, y agradezco nuevamente ser tan peluda como un perro Inca.

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Mo´Nique, en los premios Globo de Oro.

Este sueño se ha vuelto recurrente en el último mes. Nunca antes me había preocupado por los pelos en mis piernas, porque si hay algo mio que genera envidia es que nunca he necesitado depilarme, someterme a la cera, al laser, ni a ninguna de esas torturas propias de la vanidad femenina. Entonces ¿qué es lo que quiere decirme mi inconsciente? ¿Qué extraño miedo estoy tratando de revelar? ¿Cuál es el mensaje oculto?

Esta pesadilla me produce tanta ansiedad que tuve que compartirla, cuando uno cuenta las cosas a otra persona, el proceso de verbalizar lo que se siente ayuda a que vengan algunas respuestas a la mente. Ana María Caicedo, cómplice de toda la vida, se solidarizó tanto conmigo que me dejó en portería una crema especial para el cuidado de las piernas, con mentol que ayuda a relajarlas y aloe vera que las humecta. Ana María Parra, compañera y maestra, me dijo que debe ser que estoy sintiendo que estoy en una piel que no es la mía, que desconozco algunas de mis acciones y hay una lucha en mi interior entre lo que soy y lo que quiero ser. Pero la que más me sorprendió fue mi hermana, Marcela Salazar que después de quince días de que le contara, se despertó una mañana con algunas pistas.

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Me escribió un posible significado que comparto con ustedes: “Los vellos en las piernas son una característica masculina: Tal vez en estos momentos, como no hay un hombre cerca a quién recurrir, tu inconsciente te está mostrando que de alguna forma estas mutando y estas sacando con más fuerza eso de tu interior. Seguramente muchas veces delegabas en tu pareja cosas que por alguna razón no asumías. Pueden ser cotidianas por poner un ejemplo estereotipado: poner una puntilla en la casa, despinchar una llanta. Labores que culturalmente han sido dejadas al hombre.

Todo esto habla de nuestra cultura occidental donde todo está dividido en dos: bueno y malo, razón y emoción, hombre y mujer, día y noche... en oriente esas dicotomías no existen, está todo más conectado: dentro de la luz hay oscuridad, como el yin y el yan. Según Jung un ser humano sólo logra la tranquilidad mental cuando se completa a sí mismo, cuando deja salir esas cosas que están dormidas en el interior y las agrega a su consciencia”.

Profundas palabras sin duda, y si son o no el significado de mis recurrentes piernas peludas, no lo sé. Lo cierto es que esa reflexión me pone a pensar en lo mucho que la soledad puede ensañarnos. En mi casa me solucionaron siempre todo, y después conseguí un novio que hizo lo mismo: Once años mayor que yo, protector, diligente e hiperactivo, nunca tuve que enfrentar ese tipo de cosas yo sola.

Ahora, no me queda de otra. La otra vez, estaba saliendo de grabar de Telmex a las 8 p.m, hacía la casa de Sylvana Gomez (mujer W, próximamente en Soho!!!!), y llegué un semáforo en rojo: a mi alrededor carros con parejas, u hombres solos, la única fémina desamparada en ese desvió de la 26 era yo. Llegaron entonces dos habitantes de la calle, hicieron un escáner rápido y por supuesto resulté ser la presa más fácil. Mientras me hacían caras intimidantes y sacaban sus lenguas rucias cerca a mi parabrisas, trataban de arrancar los espejos… ¿qué hago? Pensé a medias con la única neurona que no se había congelado del susto. Pité, moví el carro un poco hacia adelante pidiendo ayuda y entonces uno de ellos, el más chiroso, se trepó en el capó… creo que ahí si quedó paralizada la neurona valiente. Finalmente, tras 4 minutos que parecieron horas, algo sonó, ¡Click, click! los dos intrusos se miraron, y salieron corriendo. ¡HP me robaron! ¿Pero qué????

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Seguí mi camino temblorosa y finalmente llegué a la casa de Sylvana a contar mi peripecia y a ver los nuevos agujeros en las puertas de mi carro, donde antes había unas lucecitas. “Las cosas materiales no importan, lo importante es que estoy bien”, repetí tranquilizándome. De pronto oímos unos pitos, una bullaranga, una pelotera, que venía de la calle. La mamá de Sylvana, asomada a la ventana gritó: “Mija ¡Se le van a robar el carro!” Sí. Mi Sandunguero, el mismo que acababa de ser víctima de los dos habitantes de la calle, ahora volvía a estar en peligro, al acecho de los amigos de lo ajeno.

Salimos rápidamente para ver, más o menos a una cuadra, a una patrulla de la policía. Afuera, triste y vacío, cual canción de Hector Lavoe, mi carro yacía con la puerta abierta y el espejo quebrado. Al rato llegaron los uniformados, héroes de la noche.

- “¿La señorita es la dueña del automóvil?”, me preguntó uno de ellos

- “Sí, si señor, ¿qué fue lo que pasó?”, contesté.

- “No pues, que ya se lo estaban era llevando, pero alcanzamos a coger al vergajo”.

- “ Muchas gracias señor agente… Y ¿dónde está? ¿Lo van a llevar a una comisaría, a la fiscalía? ¿Debo poner el denuncio?”

- “No, no señora, lo que pasa es que ese está es pringaooo”

- “¿Prin ga do????”, repetí asombrada.

- “Si, tiene gonorrea, entonces pues en la UPJ no lo reciben, toca es mantenerlo a raya… ya me duelen son las piernas de tanto darle…” nos contó mientras nos mostraba sus poderosos botas.

No supe que más decir, agradecí por supuesto aunque un poco aterrada, no sé si por ver que en Colombia las atrocidades se solucionan con más violencia, o por el hecho de que un pringaoo hubiera estado dentro de mi carro. Miré a Sylvana y le susurré:

-“¿Y ahora que se hace? ¿Debo darles pa´ la gaseosa? “.

- “Hmmmmm ¿???…. Ni idea”, me contestó ella.

Definitivamente esas son cosas pa´ machos. No les di nada. Llegué a mi casa, me bañé muy largo y cuando salí me hice un largo masaje con la crema que me regaló Annie. Definitivamente mientras esté sola, voy a necesitar unas piernas bien fortalecidas. Pero no se preocupen, no me las dejaré peludas.

PD: Me pueden seguir a mi twitter @isabelsalazarW