La gran pionera del cine porno estuvo casada con un artista durante 25 años. Fue una relación intensa y su sexualidad se convirtió en una obra que fue llevada a los museos. SoHo le cuenta detalles de este matrimonio y qué ha pasado con sus vidas hasta hoy.
En la década de los noventa tuvieron lugar muchos matrimonios famosos y exóticos. Sin embargo, uno de los menos conocidos pudo haber sido el más original. Se trató de la unión entre Jeff Koons, uno de los artistas más famosos del mundo, y la Cicciolina, la gran pionera en el mundo del cine porno.
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Koons ha sido considerado el “rey Midas” del arte contemporáneo. En su categoría solo estarían pesos pesados como Andy Warhol y Damien Hirst. La excentricidad de su obra y el juego con los códigos de lo kitsch, lo clásico, lo popular y lo abiertamente erótico lo pusieron en el ojo de la tormenta y lo posicionaron como uno de los artistas más renombrados del siglo XXI.
Para muchos, su trabajo es el espejo de la sociedad contemporánea, en donde lo banal, lo plástico y lo absurdo toman unas proporciones inusitadas. Sus obras se venden en cifras astronómicas. La escultura de su perro chihuahua hecho en metal que imita globos de inflar se vendió hace dos años por 57 millones de dólares. Vanity Fair lo define como “el artista vivo más cotizado del planeta” e instituciones como el Museo Guggenheim de Bilbao, el Centre Pompidou de París y el Whitney Museum de Nueva York han hecho extensas retrospectivas de su trabajo.
Por su parte, Illona Staller, más conocida como la Cicciolina, es la actriz porno más emblemática de los años ochenta. Su pelo rubio, sus aires de inocencia y su reivindicación del sexo como algo perfectamente natural le dieron un puesto privilegiado en la escena. Sin embargo, la Cicciolina, húngara de nacimiento, no se contentó con esa consagración y decidió incursionar también en el mundo de la política en Italia, su hogar de adopción. Tal fue su éxito que ganó una curul en el Parlamento, como diputada del Partido Radical, y luego fundó el Partido del Sol.
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“Hablaba de temas actuales, como la libertad sexual o la educación”, contó recientemente en una entrevista. Andaba siempre con un peluche para arriba y para abajo, mostrando sus senos cada vez que aparecía un fotógrafo. Seducía a cuanta persona se cruzaba, era cándida, inocente y exhibicionista, a tal punto que quiso salir desnuda a los platós de la cadena catalana TV3.
Pero antes del porno y de la política, la Cicciolina también fue espía. Esa aventura comenzó muy joven, cuando, en la época del comunismo, agentes de los servicios secretos de Hungría la reclutaron en un hotel en Budapest: “Me pidieron que sedujera a los clientes que ellos señalaran. Debía ir a sus habitaciones a acostarme con ellos para hacerlos hablar. Fui una diosa de excesos y provocaciones, luché contra la censura, la respetabilidad y los falsos pudores con audacia, pop y glamour”.
A pesar de ser la fantasía erótica de toda una generación, no son muchos los hombres públicos que se casan con una actriz porno. Pero Koons era un iconoclasta que desafiaba las reglas del juego tanto como ella. Decidió conquistarla y, para sorpresa suya, se enamoró. Después de un tórrido romance, le propuso matrimonio. Se casaron y, aunque no duraron mucho, la relación fue muy intensa y dejó un hijo.
Además, Koons y la Cicciolina dejaron huella con una de las obras más controversiales de las últimas décadas, Made in Heaven. Con esta, fueron pioneros en la utilización de su sexualidad como base de su obra artística. Ante el lente de una cámara, protagonizaron todas las posiciones del Kamasutra y las hicieron públicas en fotos de gran formato, impresas en lienzos, en litografías, en trabajos en cristal de Murano y en esculturas de mármol y madera. Con una puesta en escena totalmente kitsch, los cuerpos desnudos de ambos haciendo el amor cobran vida en medio de detalles florales, colores pasteles y esculturas de cachorros. Los nombres de cada obra son tan explícitos como las fotos: Mano en el pecho, Dedos entre las piernas, Exaltación y Sucia eyaculación.
Expuesta por primera vez en la Bienal de Venecia de 1990, Made in Heaven marcó un hito en el mundo del arte al desdibujar el límite de lo pornográfico. Para algunos, es una reinterpretación moderna de Adán y Eva, una genialidad del artista que investiga las concepciones contemporáneas de la sexualidad y el erotismo, la estigmatización y la vergüenza. Para otros, es sencillamente una aberración no solo ética sino estética, pues fotografías como estas con genitales en primer plano se parecen más bien a escenas de cualquier película porno.
Sin embargo, curadores de los grandes museos que han acogido y expuesto su obra reivindican y elogian la agudeza de Koons, y consideran que esa serie en particular fue uno de los momentos cumbres en la trayectoria del artista. Alison Gingeras, curador adjunto del Museo Guggenheim, escribió en el catálogo que acompañaba la retrospectiva que durante el proceso de creación de esta obra, entre 1989 y 1992, “Jeff Koons se volvió Jeff Koons y los marcadores de su éxito están todos legitimados por la sinceridad que demostró con Made in Heaven; Jeff Koons nació a través del porno”.
Después del divorcio, su camino y el de la Cicciolina bifurcaron. Él creció como artista, a tal punto que 20 años después es considerado uno de los grandes íconos del arte contemporáneo; pero su obra no es para todos los gustos: la mitad de los críticos la destrozan pues la consideran simple basura disfrazada de arte. En cuanto a la Cicciolina, su incursión en la política terminó con su carrera como diosa del porno. Cuando ella empezó, las actrices del cine adulto eran muy pocas y casi todas conocidas. La explosión de ese género en internet le quitó no solo el protagonismo sino la originalidad. Hoy son miles y miles.
A pesar de todo, ambos personajes supieron vender con brío su originalidad y hacer de ella su sello de identidad. Jeff Koons tuvo una retrospectiva en Nueva York el año pasado en la cual la mayor atracción fue una de las famosas fotos de su serie erótica con su ex. El éxito de la muestra en el Whitney Museum batió récords. Lo mismo sucedió poco tiempo después en el Museo Pompidou de París.
Se podría afirmar que hoy Koons, a los 61 años, está en el zénit de su carrera profesional. En cuanto a la actriz y exdiputada, hizo recientemente un anuncio inesperado: después de un retiro de 27 años, piensa hacer una última gran película pornográfica. Teniendo en cuenta que tiene 65 años, esa noticia ha causado revuelo, y no solo entre sus seguidores. El sexo explícito tiene más demanda cuando es practicado por cuerpos jóvenes que por abuelos, pero por tratarse de ella, las expectativas están por las nubes. Como la misma Cicciolina dijo: “No será un regreso, sino el regalo más grande a mis fans”.
El artista, posando para su exposición en el Whitney Museum en 2015. Koons se volvió a casar con la artista Justine Wheeler. La pareja tiene seis hijos y acá aparecen en Venecia, en el marco de la Bienal de arte. La Cicciolina y Ludwig, el hijo que tuvo con Koons.
En sus días como diputada de Italia, la Cicciolina andaba con un oso de peluche y mostraba los senos cada vez que veía un fotógrafo. Increíble, aplicando esa técnica en su campaña sedujo a los italianos que querían un gesto de protesta y consiguió una votación altísima.
A pesar de su gran éxito comercial, muchos consideran que el arte de Koons es una mezcla de cursilería y pornografia. Aquí, una muestra de sus obras, incluido su famoso perro de metal (arriba, a la izquierda), vendido en 57 millones de dólares, y una foto de su serie erótica con la Cicciolina (abajo, a la derecha), que se convirtió en la mayor atracción de su reciente retrospectiva en el Whitney Museum.