Testimonios

Óscar Córdoba

Por: Fotografías de Alberto Oviedo

“Mi primer recuerdo futbolístico es el penal que Pedro Antonio Zape le atajó al uruguayo Fernando Morena en las semifinales de la Copa América de 1975. Gracias a él, Colombia pasó a la final. Por eso jugaba a volar sobre la cama e imaginaba que era el mismísimo Zape”.

“Cuando tenía unos 15 años, fui a inscribirme en un campeonato infantil de fútbol. Como llegué muy temprano, me fui a jugar maquinitas, y cuando volví solo quedaban cupos para arqueros. Tenía tantas ganas de jugar, que me le medí, y ahí empecé a tapar de verdad, antes jugaba adelante”.



“En el 5-0, Batistuta me dio la mano, sin decir ni una sola palabra, después de que le tapé un tiro que iba para gol y que habría cambiado la historia”.



“La atajada que me consolidó con la hinchada de Boca Juniors fue un penalti al palo izquierdo que le tapé al Muñeco Gallardo, de River, una tarde que ganamos 1-0”.



“El gol más bobo que me hicieron fue contra Huracán: Fabbri me devuelve la bola, yo la piso, mi cuerpo se va hacia la derecha, la bola hacia la izquierda, y entra el Chipi Barijho y me hace un gol muy fácil”.



“Había un dirigente de Boca, Silvestrini, que dijo que todos en el plantel necesitábamos un psicólogo. Y recuerdo que por esa época, después de una semifinal de Libertadores que ganamos, dejamos entrar las cámaras al camerino y mostramos unas camisetas que decían ‘Silvestrini la concha de tu madre’… Pues esas camisetas las escribí yo, porque todos decían que tenía buena letra”.



“No se me olvida el golazo que me hizo el rumano Hagi en Estados Unidos 94. Lo peor es que el balón llevaba tal efecto que si me vuelve a patear así me lo vuelve a meter”.



“Al Perugia de Italia me llevaron para que ayudara a salvar al equipo del descenso. Me pagaron la mitad del contrato por adelantado y, si nos salvábamos, me pagaban la otra mitad; cuatro fechas antes ya lo habíamos logrado. Entonces el presidente del club me llamó antes del último partido, me dijo que no me podían comprar pues era muy caro, me dio unos pasajes para pasear por el Mediterráneo y me despidió por hacer bien mi trabajo”.



“En el Besiktas de Turquía, cuando jugábamos afuera, compartía cuarto con un jugador musulmán que a las 4:00 o 5:00 de la mañana se paraba a rezar. Entonces a mí me daba pena y me salía del cuarto, por respeto. Hasta que un día le dije al técnico que no estaba durmiendo nada por esa situación, y me cambió de compañero”.



“Cuando niño también jugaba béisbol: era primera base y shortstop, y alcancé a estar en la selección infantil del Valle”.



“Me acuerdo cuando a los arqueros del equipo del colegio nos llevaban a los entrenamientos del Cali para que supiéramos lo que era que nos patearan los profesionales”.



“Yo era suplente de Higuita en Nacional, pero un día en Cúcuta Higuita no quiso tapar y me dio la oportunidad. Perdimos 1 a 0 con un gol de penalti que me patearon duro y al medio”.



“Apenas me ofrecieron jugar en el Besitkas, llamé a preguntarle Faryd Mondragón, quien tapaba entonces allá en Turquía, a pedirle un consejo. Él me dijo que me fuera de una, y así lo hice”.



“En Boca nos pesaban los viernes y Bianchi, por cargarme, me gritaba ‘José Luis’, como si yo fuera Chilavert. Por eso no olvido una apuesta que tengo con él: si a los 50 años peso más de lo que pesaba cuando estaba en Boca, pierdo. Por ahora, voy ganando por un kilo”.



“A Fausto, a Asprilla, le atajé un penal en la definición de la final de Libertadores que jugamos contra Palmeiras. Lo que hice fue recordar que después de los entrenamientos en la selección nos quedábamos ensayando y él solía patear a la derecha, por eso se lo adiviné y pudimos ser campeones”.

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