Luis Quiles es uno de los ilustradores más compartidos en Facebook. En poco tiempo sus viñetas se han vuelto cada vez más populares en las redes sociales, y la editora web de SoHo se le midió a investigar quién es este artista tan polémico. Lo siguió, lo conoció y aquí lo presenta.
Cuando Luis Quiles dibuja, se mete en su mundo y desaparece por un rato del nuestro. Se sienta sobre su cama o en la mesa de alguna cafetería, busca un lugar para recostar la espalda, pone un block de hojas entre sus piernas, agarra un lápiz con la mano derecha en la que lleva siempre dos aros metálicos, uno en el dedo anular y otro en el pulgar, inclina sus ideas hacia el papel y se convierte en una máquina de hacer ilustraciones.
Los dibujos de Luis Quiles son una especie de virus digital. Adictivo. Viven en la red y después de encontrar uno es imposible dejar de ver otro y otro más…. Eso pasó conmigo la primera vez que apareció en mi muro de Facebook, y me contagió; mujeres desnudas practicándole sexo oral a Instagram u obligadas a lamer un fajo (o falo) de billetes, barbies llenas de ¿semen?, un niño somalí comiéndose una biblia, Mickey Mouse poniendo en cuatro a Miley Cyrus, un sacerdote con una mujer crucificada en las manos o la entrepierna de una joven filmada por varias cámaras de celulares a modo de espectáculo son algunas de las imágenes que sus más de 100.000 seguidores han puesto a rodar en todo el mundo a través de las redes sociales desde febrero de 2014, cuando abrió una cuenta en la plataforma de Zuckerberg.
“Soy un poco Terminator, no me gustan las máquinas. Me vuelvo torpe con ellas, pierdo los archivos que tenía guardados, se me dañan a los dos días de haberlos comprado… No me entiendo bien con la tecnología… Tengo Twitter pero ni lo uso”, me responde cuando le pregunto por las nuevas tecnologías, que han sido el principal (si no, el único) canal de difusión de su trabajo. “Me entero de que mis dibujos han llegado a Brasil, Italia, Bulgaria, Colombia, Rusia, China o Ecuador porque mis amigos me dicen o la gente me escribe a Facebook. No conozco el alcance real de mi trabajo, y la verdad nunca planeé que se convirtiera en esto… Que tengo diariamente dos o tres chicas de cualquier parte del mundo escribiéndome para que las dibuje”.
Luis Quiles nació en la ciudad de Sabadell, a 20 minutos de Barcelona, en el año 78. Ha dibujado desde que tiene memoria. Nunca fue a la universidad para graduarse de ilustrador y su primer trabajo fue como animador de cómics a los 17 años en una empresa llamada Rodamina Animació, donde empezó a contar historias a punta de trazos. Es pausado a la hora de hablar y mueve los dedos mientras lo hace, cabeza rapada, ojos azules, 1,82 de estatura, huraño, barba mona, tupida, y una perforación en la oreja izquierda que le pinta un toque de rebeldía. “Por mi personalidad era más fácil que me relacionara con gente problemática y freak. Pero la gente cool se me acercó por mis dibujos, les gustaban… Y bueno, las chicas también porque era guapo”, y esboza una sonrisa casi tímida.
Las ilustraciones de Quiles han generado reacciones de extremos: repudio, admiración, insultos, elogios, miles de seguidores y censura del mismo medio que le dio visibilización mundial: Facebook. Sus dibujos cargados de ademanes, posiciones y actos sexuales son agresivos, pero no caen en la pornografía, tampoco tratan de sexo y mujeres desnudas a secas, estas son sobre todo vías a través de las cuales canaliza sus ideas. “El que me pregunta por qué dibujo mujeres y no hombres me tilda de sexista y misógino. ¡Me molesta! Porque no lo va a acabar de entender. La gente tiene prejuicios y es precisamente eso lo que ve en la imagen. Mi respuesta es sencilla: si tengo que escoger entre dibujar un hombre o una mujer, prefiero a la mujer. La mujer me apasiona, y no solo hablo de sexo, sino de todo lo que tiene que ver con su mundo”.
“Bastante poder tiene ya el hombre en la sociedad como para dárselo yo en mi trabajo”.
Mientras se pone un filtro blanco en la boca y saca un cuadro de papel mantequilla para armar un tabaco, Quiles me dice que no pretende hacer una crítica a la gente sino hacia la gente: “Las mismas chicas que hacen lo que ven en mis ilustraciones son las que me critican… ¡Que no lo entienden! La gente cree que el dibujo de McDonald’s es una crítica a la empresa y al capitalismo y no tiene nada que ver. No tengo nada contra McDonald’s. Yo hice un trabajo de contrastes, esa empresa es solo un símbolo, un ícono de los problemas alimenticios de una parte del mundo donde no tienen qué comer y otra parte del mundo que sufre de obesidad. Son los extremos del problema”, y lame el borde del papel para sellar el tabaco.
“La Iglesia no me ha hecho ningún daño, pero sí que se lo ha hecho a la gente. Yo respeto que ellos crean en Dios, ¿pero por qué ellos no pueden respetar que yo me cague en Dios? El problema no está en lo que crean, sino en que quieran obligar a los demás. ¡Su creencia es su puto problema! ¿Cómo les puede parecer violenta una polla (pene) cuando llevan colgado en el cuello a un hombre clavado de manos y pies a una cruz? ¿Qué tiene de violento una monja que le chupa la polla a Jesucristo? ¿Le ha hecho algún mal la polla a alguien? La naturalidad con la que vivimos la violencia y la marginación al sexo es absurda, las religiones son absurdas”.
Transgresora, moderna e incómoda para algunos, la obra de Quiles, que cabría en una categoría de caricatura cyberpunk, se ha ganado un lugar entre los artistas independientes sin ayuda de ninguna editorial. Ha sido la misma gente la que le ha dado distinción, como los seguidores de Banksy, quienes han promovido los dibujos del español en sus canales digitales.