Testimonios

Cómo es perder una guerra

Por: General Mario Benjamín Menéndez

La Guerra de Las Malvinas fue una de las guerras más recordadas en las últimas décadas, entre Argentina e Inglaterra, y yo fui protagonista como comandante del frente de batalla argentino. La situación estaba absolutamente deteriorada. Hablé con el general Galtieri y se la describí.

Él no podía o no quería entenderla, así que se lo tuve que repetir. Le dije: Las cosas han pasado como le expliqué y no se han podido mantener las alturas, no tenemos espacios ni medios. Tácticamente la situación era insostenible. Le pregunté: ¿Puedo esperar algún apoyo aéreo u otra cosa de usted? "No, yo estoy acá y usted allá". Muy bien, como comandante no sé qué va a ser de esta guarnición al final del día. Ante eso, me voy a hacer responsable.

No sabía qué iba a hacer porque no había habido contacto con los ingleses. Era como una especie de nebulosa. Hacerlo me parecía que significaba ponerme, de entrada, en una posición inferior. En ese momento, el capitán de navío Hussey me dijo que había una comunicación con los británicos en la que nos ofrecían un cese del fuego para iniciar conversaciones y terminar con las operaciones. Resolví aceptarlo.

En la reunión, se planteó en qué momento y forma se produciría la rendición. La verdad es que lo asumí. Sabía cómo estaba mi gente, así que no lo discutí. Acordamos cómo iba a ser la ceremonia de capitulación y que el general Moore iba a venir más tarde.

Nos encontramos en un pasillo, es la única foto que hay. Él hizo una introducción y luego me dijo: "Ahora, me tiene que firmar la rendición". Estaba en inglés, la leí y cuando vi la palabra incondicional me planté: Esto no es lo que se pactó esta tarde. "¿Cómo?, esta es la rendición, acá está". No, porque se estipularon condiciones y acá habla de una rendición incondicional. Están cambiando los términos. Esto no lo acepto. No sé de qué forma, pero si insiste, seguimos peleando. Se quedó y después aceptó: "Está bien, tachemos la palabra".

Era un momento muy difícil, tenía un sentimiento muy mezclado. Era terrible tener que estar ahí. Saber que tenía que hacerlo y no por usted sino por las tropas pero, al mismo tiempo, es una frustración, una decepción. Es la bronca de haber llegado a eso porque es una de las cosas en las que un militar nunca quiere pensar.

Existen los tipos que me reclaman: "¿Por qué no se pegó un tiro?" Creo que el suicidio no es la solución. Tengo que dar testimonio de lo que viví y cómo fue, cosa que hice y hago hasta ahora. Pegarme un tiro es muy fácil, es dejarle a otro que cuente la historia como quiera. Hay muchos que dicen: "Usted salvó a miles de hombres". No sé a cuántos salvé, creo que tomé la decisión táctica que debía.

No pude dormir esa noche. Eran mil pensamientos: todo lo que había vivido y dicho en el transcurso de las operaciones. Es un recuerdo muy duro haber tenido que ser el encargado de hacerlo. Pero sabía que las tropas no daban más.

Los 14 de junio los recuerdos son muy vívidos, muy duros, quizás no con la intensidad o los efectos de los primeros años. Todavía algunos señores vienen a hacerme un escrache a mi casa para decirme que soy responsable de que haya muerto el soldado fulano o mengano. Son las cosas a las que uno tiene que estar preparado para aceptar después de perder una guerra.

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